La presidenta de la Asamblea Nacional Catalana, Elisenda Paluzie, ha descrito perfectamente el drama al que se enfrenta el independentismo catalán una vez que ha asomado la cara violenta que habitualmente tenía buen cuidado de ocultar y que en realidad no tenía necesidad alguna de exhibir porque la suya había sido hasta ahora -hablamos del período democrático, no de los tiempos extraordinariamente violentos del pasado- una historia de pequeñas pero constantes victorias sucesivas sin solución de continuidad. Porque incluso cuando han fracasado en su propósito, como fue la declaración de independencia interruptus, o la celebración de aquel simulacro de referéndum sin las mínimas garantías para poder calificarlo de tal, sus dirigentes se las arreglaron para disfrazarlos de éxitos más o menos difusos.
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