Lo sucedido estas dos últimas semanas y lo que queda aún por suceder responde con precisión a los objetivos que los más radicales dirigentes independentistas, con Torra y Puigdemont a la cabeza están buscando: provocar un caos total en Cataluña, paralizar toda actividad económica y probablemente incitar a sus cachorros vándalos a impedir que el 10 de noviembre se celebren con normalidad las elecciones generales en esa comunidad autónoma. Quieren, en definitiva, crear un clima revolucionario que obligue al Estado a intervenir para, a continuación, poder reclamar una negociación de igual a igual.
Esa y no otra es la explicación de que, después de que todo el país haya visto como los Mossos y la Policía Nacional se enfrentaban en clara inferioridad numérica y en condiciones de enorme riesgo para sus vidas a unos grupos perfectamente bien organizados y cuyo comportamiento hablaba bien a las claras de una larga y cuidadosa planificación en busca de altísimos niveles de violencia, después de que todo el país haya visto eso, los dirigentes de la Generalitat anuncien a bombo y platillo que se abre "la mayor investigación jamás realizada" a la actuación de los Mossos durante aquellos días terribles.
La investigación es una amenaza clara a sus policías para que dejen de comportarse con criterios profesionales y empiecen a hacerlo con criterios políticos
Claro, después de episodios de la gravedad de los ocurridos, siempre, siempre los responsables examinan lo sucedido, los fallos que hayan podido cometerse, las carencias a las que el cuerpo -ése o cualquier otro- se haya tenido que enfrentar y las soluciones que se pueden poner a todo ello. Esto es algo que saben hasta los niños.
Pero el anuncio de la portavoz de la Generalitat y la afirmación del propio Torra de que va a seguir muy de cerca la "depuración de responsabilidades" en la actuación de los Mossos es algo más, mucho más, que la cesión política a las protestas de los distintos grupos independentistas por la supuesta dureza del comportamiento de la policía autonómica, dureza que no fue sino simplemente el cumplimiento de sus obligación de impedir que los vándalos se hicieran con el control de las calles.
A todos estos dirigentes de los distintos grupos políticos independentistas no les ha importado ni preocupado lo más mínimo que en determinados momentos se haya visto a los Mossos desbordados, agredidos, rodeados por los salvajes agresores. Esa violencia extrema contra su propia policía no es lo que les ha alarmado sino precisamente todo lo contrario: la posible dureza excesiva que los agentes hayan podido cometer contra quienes han convertido las calles de Barcelona en un auténtico escenario de guerra.
Lo que hay detrás de esta investigación anunciada a los cuatro vientos es la amenaza clara a sus policías para que dejen de comportarse con criterios profesionales y empiecen a hacerlo con criterios políticos. Es decir, que actúen en tono menor de manera que se permita a los CDR del presidente Torra -porque es él quien los ha alentado y protegido- tomar las calles, invadir el orden público y dejar sentado ante el mundo que en Cataluña ha estallado la insurrección del poble català contra la España opresora, esa ficción de la que no se apean porque saben que si lo hicieran se derrumbaría todo su montaje en un segundo.
Lo que buscan de una manera inmediata es que en los próximos días quienes agitan las calles puedan hacerlo con holgura y sin demasiadas cortapisas en todos los actos de los constitucionalistas
Porque, por cierto, la manifestación de este domingo de cientos de miles de catalanes que no se quieren separar de España no ha aparecido ni en sus discursos ni en sus mentes porque está claro que lo que no les conviene, directamente no existe. Ése otro poble català no existe para ellos, que viven en la falacia y sólo respiran en la ficción.
Por eso y, sobre todo, para eso están amenazando a los Mossos. Para que no vuelvan a enfrentarse con sus chicos de la gasolina que no son en realidad más que la vanguardia callejera de los dirigentes políticos que se sientan en el gobierno o pululan por Waterloo. La conexión que las investigaciones policiales están apuntando entre Torra, Puigdemont y los acusados de terrorismo por el juez acabará dándonos un retrato bastante aproximado de la auténtica realidad a la que nos enfrentamos.
Pero independientemente de la indecente intención política de amedrentar a sus policías haciéndoles temer sanciones disciplinarias por haber cumplido con su deber, lo que buscan de una manera inmediata es que en los próximos días quienes agitan las calles puedan hacerlo con holgura y sin demasiadas cortapisas en todos los actos de los constitucionalistas que van a tener lugar en los próximos días en distintas ciudades de Cataluña: el mitin de Pedro Sánchez, el acto de Vox, el cierre de campaña por parte del PSOE y la visita de los Reyes y sus hijas con motivo de la entrega de los Premios Princesa de Girona.
El hecho indiscutible a estas alturas es que los responsables políticos de Cataluña, independentistas, han caído definitivamente en manos de los más radicales de entre ellos, que son quienes lideran ahora mismo el programa, muy planificado, de extrema violencia callejera. En esas circunstancias, no puede caber ninguna duda de que las masas, y de entre ellas los más extremistas y los más fanáticos, serán quienes se pongan definitivamente al frente de la insurrección y acaben devorando y expulsando a los más templados de entre ellos. Siempre ha sucedido así en la Historia y la secuencia se repite ahora una vez más en los mismos términos.
Evidentemente, Torra y los suyos lo que están buscando es que el Gobierno reaccione y tome alguna medida contundente que pueda devolverles a la posición de víctimas. Esa es una decisión que Pedro Sánchez no puede de ninguna manera descartar pero que tendrá que adaptar con mucha sangre fría. Y no está claro que no tenga que hacerlo antes del 10 de noviembre. No digamos ya si los sicarios de Torra y Puigdemont intentan impedir que la jornada electoral se desarrolle con normalidad democrática.
En ese caso, no habría duda posible: habría que sacar fulminantemente a estos señores de sus puestos en la Generalitat y tomar el control de la autonomía.
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