Hay un cajero automático en el barrio madrileño de Tetuán en el que de vez en cuando aparecen pegatinas que advierten de que los inmigrantes quitan las ayudas públicas a los españoles y vienen a holgazanear. El espacio está flanqueado por un restaurante turco y una tienda de manicura donde afanadas chinas pincelan las uñas de las clientas a toda velocidad, lo que no deja de llamar la atención. A pocos metros de allí, confluyen dos inmobiliarias y un banco que hace unos meses sufrieron actos vandálicos. Desconozco si la policía atrapó a los autores de los destrozos, pero dejaron pintadas en los escaparates, rotos, en las que advertían de que la vivienda es un derecho y llamaban a acabar a los especuladores.
Las calles sirven muchas veces como termómetro y ayudan a anticiparse a los movimientos de quienes quieren influir en esa parte de la opinión pública que sólo participa en la toma de decisiones cuando se abren las urnas, en la que se encuentran los habitantes de los barrios populares. Un mero vistazo a las paredes de las avenidas de Barrio Murillo –la Gran Vía obrera- y de la Albufera permite apreciar desde mensajes de agrupaciones xenófobas hasta indescriptibles carteles sobre fiestas latinoamericanas. También pintadas contra las casas de apuestas, que han proliferado en estos distritos durante los últimos años. Algunos de los muros de esas calles han amanecido este miércoles con carteles que advertían de los peligros de votar el próximo 10 de noviembre a Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Y, una vez más, la sensación es que hay alguien que ha lanzado un mensaje en los distritos populares para intentar remover la conciencia de sus habitantes.
Según han contado eldiario.es, esta maniobra propagandística habría sido iniciada por un tal Josep Lanuza, un colaborador de la campaña de Pablo Casado que ha creado una página en Facebook de falso apoyo a Íñigo Errejón. Allí se observan imágenes de Pablo Iglesias y Pedro Sánchez acompañadas del siguiente mensaje: “no contéis conmigo”. Curiosamente, el mismo que aparece en los carteles que alguien ha pegado en barrios como Vallecas. Más País se ha desligado de estos hechos y el PP ha asegurado que no tiene nada que ver con la iniciativa, sino que todo esto ha sido promovido, a título personal, por el tal Lanuza, quien habría pagado publicidad en las redes sociales para garantizar un mayor alcance de estas consignas. Sin embargo, aquí algo huele a podrido.
El ejemplo del brexit
La campaña que realizaron los partidarios del brexit volvió a demostrar la evidencia de que, muchas veces, es más efectivo lanzar mensajes negativos contra el adversario que ensalzar los valores de uno mismo. Especialmente, cuando el rival acumula infinidad de pecados por pensamiento, palabra, obra y omisión.
La extraordinaria película de Netflix sobre el referéndum británico relata el plan que siguieron los gurúes del brexit para llegar al corazón de la población que el establishment había dejado de lado durante años. Idearon una potente -y cara- campaña en las redes sociales para movilizarla y pusieron a rodar un autobús que advertía del dispendio que suponía para el Reino Unido su pertenencia a la Unión Europea. Ciertamente, no fueron muy pulcros a la hora de garantizar que los mensajes que lanzaban eran ciertos (varios eran falaces), sin embargo, lograron un éxito arrollador. Eso de decir la verdad...peanuts.
La campaña que realizaron los partidarios del brexit volvió a demostrar la evidencia de que, muchas veces, es más efectivo lanzar mensajes negativos contra el adversario que ensalzar los valores de uno mismo
Parece que hay alguien en el espectro político español que ha decidido introducir la zorra en el gallinero y atemorizar a los potenciales votantes de izquierdas sobre el PSOE y Unidas Podemos en los días previos a las elecciones generales. El objetivo es aumentar la abstención entre la izquierda, algo que beneficiaría a los partidos conservadores, que tradicionalmente han tenido menos dificultades para movilizar a su electorado. Nadie sabe a ciencia cierta su autor, pero, según El País, se ha gastado 40.000 euros en consignas en Facebook –favorables al PP-. Por tanto, no parece que esto proceda de un particular o de alguien con una ojeriza enfermiza por los dos principales partidos de izquierda.
Una campaña espeluznante
Todo esto vuelve a confirmar que los partidos han hecho una apuesta decidida por lo grotesco en esta singular precampaña. Hace exactamente una semana, un helicóptero sobrevolaba los cielos de Madrid, entre decenas de cámaras de televisión que grababan el acontecimiento. ¿Quién va ahí? /Franco. / ¿Pero no estaba muerto? / Bien parecía, pero el Gobierno lo ha resucitado. / ¿Pero manda la falange? / Qué va, son los del PSOE, pero quieren ganar votos.
Poco después del traslado, Albert Rivera aparecía en El Hormiguero –que se ha convertido en referencia periodística en campaña- y se vendía como un pacificador, mientras hacía una demostración de demagogia y decía que los extremeños no tienen un tren rápido porque no son supremacistas, como Torra. Entretanto, Santiago Abascal, echado para adelante, patriota de pro, pese a su currículum, afirmaba que prefiere al Cid que al CIS. Y, horas después, los barrios de varias ciudades aparecían engalanados con decenas de carteles que advertían sobre los riesgos para la salud de votar a Pablo Iglesias y Pedro Sánchez. Que algunos medios vinculaban con los propagandistas que utilizó Moreno Bonilla para ganar las elecciones andaluzas.
Parece que, pese al desgaste que acumulan las formaciones políticas que durante los últimos cuatro años –al menos- han sido incapaces de garantizar cierta estabilidad para el país, han optado por acudir a la guerra con armas químicas, dejando a un lado cualquier esfuerzo por dignificar su actividad y tratar con respeto al electorado. Quizá, a fin de cuentas, no habrían sido necesarios tantos esfuerzos para apelar a la abstención.
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