Las cosas que explica esta profesora de la Universidad Autónoma de Barcelona son las propias de alguien que se encuentra batallando en las filas de La Resistencia. Y lo que explica es cómo el independentismo ha campado en Cataluña por sus respetos durante décadas y, con un gran sentido de la trascendencia a largo plazo de sus acciones, ha ido colocando al frente de las universidades públicas a personas, o bien afines a la causa de la secesión o bien temerosas de que plantar cara al totalitarismo de la ideología secesionista les pueda costar el puesto, la tranquilidad y el dinero necesario para vivir.
Y no sólo han intervenido en las elecciones al rectorado en todas las universidades públicas, también se han preocupado de nutrir al claustro profesoral de personas de la misma cuerda. Todo ello ante el silencio, siempre más cómodo, de quienes no compartiendo en absoluto los planteamientos de quienes llevan muchos años trabajando por esa fantasía de la secesión, han preferido eludir la saludable confrontación del debate y han ido dejando hacer, retirándose de sus posiciones y finalmente guardando silencio.
Desde luego no se puede culpar a tantos y tantos enseñantes de no haberse comportado como héroes. Entre otras cosas, porque los sucesivos gobiernos de España han sido cómplices del nacionalismo cuando aún no se le había visto la piel declaradamente independentista. Por lo tanto, lo que aquí ha habido es una cesión de responsabilidades por parte de los responsables políticos de la izquierda y de la derecha españolas que han dejado a un lado su obligación de impedir que todos los puestos de gobierno de las universidades públicas catalanas estuvieran en manos de los nacionalistas transmutados, en cuanto desde el poder político de la Generalitat se ha tocado la corneta, en independentistas de pro.
Y ahora nos encontramos con que la vida universitaria la dirigen a su antojo los CDR y las CUP porque los rectores abdican de sus responsabilidades y se pliegan a las exigencias de los más radicales que de esa manera imponen a toda la comunidad universitaria las condiciones que de ahora en adelante van a regir en sus respectivas facultades.
La vida universitaria la dirigen a su antojo los CDR y las CUP porque los rectores abdican de sus responsabilidades
En definitiva, la Universidad pública catalana está en estos momentos en manos de la calle. Y son los más radicales de los que ocupan las calles quienes imponen a los, atemorizados y carentes de un mínimo código deontológico rectores, el nuevo ritmo de vida de sus respectivas universidades. Y los rectores asienten, abdicando de manera culpable de sus obligaciones más elementales entre las cuales se cuenta o debería contarse asegurar la enseñanza en sus aulas y preservar y fomentar el debate.
Esa es la razón -o mejor hay que decir la sinrazón- de que se hayan plegado a las reclamaciones de los encapuchados de establecer una evaluación única que les permita dedicarse a la agitación callejera y no asistir a clase con la seguridad de que las consideraciones políticas de sus posiciones pesarán muy favorablemente en su calificación final. Es una auténtica demolición del espíritu universitario.
Y no sólo eso: los claustros de todas esas universidades han aprobado y hecho público -con muchas ausencias a la hora de votar, pero lo han aprobado de todos modos- un manifiesto que debería llenar de vergüenza a todos sus firmantes si realmente no estuvieran presionados por el afán de evidenciar su adhesión inquebrantable a las tesis del independentismo impuestas por el poder político de la Generalitat.
En ese manifiesto se conculcan todos los principios más elementales que deberían presidir los debates y los acuerdos de cualquier documento producido por catedráticos y profesores, como es la versión más insostenible de la razón de la sentencia del Tribunal Supremo y que con líneas muy gruesas -de un grosor intelectualmente inaceptable para cualquiera mínimamente ilustrado- piden la libertad de los "presos políticos", censuran la "represión policial", cuestionan el fallo judicial, reivindican un inexistente derecho de autodeterminación y hablan de "la represión de las libertades y los derechos civiles" .
Y no sólo eso: en perfecta coordinación con la estrategia independentista puesta en pie en las últimas semanas por ERC, la Universidad de Gerona pide una ley de amnistía y la Universidad de Lérida se abre de capa y se lanza a declarar personas non gratas al Rey, al juez Marchena y a la Delegada del Gobierno, como si tuviera alguna competencia en ese ámbito. Pero no se trata de eso. De lo que se trata es de resultar gratos a los ojos de lo amos, que no son otros que el presidente de la Generalitat y quienes le secundan en el gobierno y tienen en sus manos el destino académico y profesional de los firmantes.
Una vergüenza que se agranda hasta el infinito cuando se comprueba que nada de eso ha ocurrido en las universidades privadas de toda Cataluña. Es más, a determinados rectores y responsables de la red privada de Universidades catalanohablantes ni siquiera les ha sido enviado el libelo firmado por los claustros universitarios dependientes del poder político.
Seguramente habrá más de un rector profundamente avergonzado por la tropelía cometida pero está por ver que se ponga en pie y desautorice el manifiesto y se oponga a someterse a las exigencias de los encapuchados en su Universidad. Creo que no lo veremos.
La libertad de cátedra es exactamente lo contrario de lo que estamos viendo que produce la Universidad pública en Cataluña
La conclusión es clara: La Universidad pública catalana está sometida a las directrices del poder político, por una parte, y a las exigencias de los encapuchados por otra. Y, una vez más, la voz cantante en esos dos ámbitos ha sido secuestrada por los más radicales y es ya la única que se escucha en ese mundo. No sólo es una vergüenza, sino también un muy serio desprestigio académico.
El que se hayan puesto en pie 800 profesores y hayan roto la "espiral de silencio" que durante años ha envuelto la degradación de la vida pública catalana y estén reclamando la dignidad de la actividad universitaria es una prueba de lo muy lejos que el independentismo ha logrado llegar en esta operación de atropello.
Ha nacido La Resistencia a la imposición totalitaria del pensamiento único. Vamos a ver si logra sobrevivir, pero desde el Gobierno de España existe la obligación irrenunciable de intervenir en su apoyo porque la libertad de cátedra es exactamente lo contrario de lo que estamos viendo que produce la Universidad pública en Cataluña.
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