Sánchez se ha cargado un avión, que ha tenido que aterrizar con las alas cargadas de tanta nieve presidencial, toda la nieve que se hace fabricar Sánchez para poder esquiar por el cielo y por la Moncloa. Lo de Sánchez no había avión que lo aguantara, en fin. Campañas electorales, cumbres, bodas, vacaciones, conciertos, escenas de Pretty woman y de JFK y de Men in black, y hasta bandadas de pájaros con formación en flecha que iban a saludar al comandante en jefe como cigüeñas funcionarias de maternidad, y que se estrellaban contra el cristal de la cabina igual que fans. El avión ha tenido que bajar, gripado, pinchado, escorado, alabeando por el peso presidencial de la responsabilidad y de sus perchas, de un presidente que es oro molido de la socialdemocracia, y de tantos carteles que Sánchez se hace con la cara de color granito, del tamaño de las fachadas.
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