En día tan señalado del santoral cristiano, la portavoz popular, dirigiéndose a la socialista, criticó el oportunismo del gobierno en funciones de haber propuesto organizar la cumbre del cambio climático en Madrid del 2 al 13 de diciembre próximos, apenas sin tiempo y con un gobierno en espera. Con ello, según la portavoz popular, buscan una política de la evidencia.

El concepto (evidence-based policy) no es nuevo y tomó impulso bajo el Gobierno de Tony Blair en Reino Unido, cuando éste abogó por una ‘modernización del Estado’ que limitase el peso de la ideología y produjese políticas que ‘tomaran forma en base a evidencias y no como respuestas a presiones cortoplacistas’.

En este caso, se trata de un ejercicio de electoralismo, rebozado de sonrojo, cuando se evidencian los mensajes cruzados por la ministra ecologista con la joven activista sueca, ofreciéndole ayuda para llegar a España sin viajar en avión, para evitar emisiones.

Hay evidencias y subsisten dudas sobre el bloqueo político que no han quedado aclaradas. El encargo del jefe del Estado, de formar gobierno, entrañaba la gestión del proceso con la diligencia de un buen padre familia, bien a través de la formación de coaliciones de gobierno con unos o mediante las abstenciones de otros. Lo que hubiera evitado estas disparatadas elecciones.

Quizás, en el cálculo primaron consideraciones demoscópicas, de modo que la osada presunción de resultados más abultados podría haber aconsejado nuevos comicios, conjeturas que llegan a pagarse caras en este mundo de la polarización, el malestar y la indignación.

Porque lo que se daba por cierto hace apenas unos meses, se ha esfumado, hasta el punto que las encuestas que se ventean, duplican el número de escaños para la derecha extrema, en tanto merman las expectativas de los liberales, cuyos escaños serían menos de la mitad de los obtenidos hace seis meses.

La teatralización del bloqueo ha escamado a ciudadanos disconformes con su desarrollo y resultados

La teatralización del bloqueo ha escamado a ciudadanos disconformes con su desarrollo y resultados. Tampoco hay que pasar por alto la crítica a quienes en el último minuto cambiaron de actitud, pretendiendo validar lo que habían negado, con porfía, con anterioridad.       

Tras haberse pactado en un sorteo previo los detalles, el debate de Todos los Santos consistió en 130 minutos de debate, bajo 15 cámaras, con 65 técnicos de TVE pendientes, un enjambre de asesores, jefes de comunicación, profesionales del camelo y la presencia de árbitros deportivos para el control de los tiempos. Y aquí, braman quienes consideran injusto que partidos que tienen 390.000 (PNV) o 600.000 votos (ERC), tengan el mismo minutado que aquellos con credenciales de millones de votos.

Un conductor, aséptico y respetuoso con los protagonistas, arrancaba el debate refiriéndose a una “insólita situación de parálisis”. Con una anomalía denunciada por uno de los siete: la inmigración no figuraba en los paquetes finalmente preestablecidos.

Poco tiempo se dedicó a estas menudencias, pues la primera pregunta a la portavoz socialista no se hizo esperar ¿cuántas naciones hay en España? A pesar de la reiteración, no hubo respuesta ¿no quiso, no supo o no pudo? En todo caso, quien había puesto “plurinacionalidad” en la parrilla había sido el partido al que ella representa.

Ninguna coincidencia entre los portavoces, con una excepción: la de que estamos a las puertas de una crisis económica, en un contexto internacional de recesión

Como cabía esperar, ninguna coincidencia entre los portavoces, con una excepción: la de que estamos a las puertas de una crisis económica, en un contexto internacional de recesión. Lo que no deja de ser positivo porque, en ocasión anterior, se negó la evidencia al sostener que no había crisis, y eso que ésta era pavorosa.

Mientras los socialistas acusaban a la derecha, “de querer vivir de la crisis territorial y nosotros resolverla”, los republicanos catalanes daban un giro táctico al método de abordar la solución a los problemas territoriales, pasando de la unilateral (de los sedicentes independentistas) a la multilateral, en tanto que los nacionalistas vascos apostaban por la bilateralidad, aunque ambos coincidían en que la ley (“la sacrosanta legalidad”, con pitorreo) no puede ser un obstáculo para buscar soluciones. Así como el recurso al árbitro neutral. Otra vez, el relator.

Sin acuerdo en el sentimiento español, para el nacionalista vasco, la realidad es tozuda, Cataluña y Euskadi se sienten nación y hay muchos ciudadanos que no se sienten españoles.

Tampoco, en el tamaño deseable de la economía pública. Mientras para la derecha radical, “hace 25 años que no se privatiza nada” y la economía pública es enorme, para la izquierda extrema hay que hacer más grande el sector público. Más gasto y más impuestos.

La primera impresión fue la de siete políticos profesionales cargados ya de campaña, aunque este debate diera comienzo a la semana fantástica de la campaña. De manera de que la discusión discurrió con modos casi anglosajones.

La portavoz popular, una mujer valiente que no puede evitar parecer ofensiva, es una temible dialéctica con tacones Louboutin, a la que la noche se le vino encima, lo que no la privó de apelar al voto patriótico y espetar a la populista: “Usted tiene un pensamiento totalitario, mi partido no es una secta y esto nos distingue del suyo” o a la socialista: “Se ponen muy campanudos con el ecologismo”.

Con corbata verde, el portavoz de la derecha extrema, en su toma de la alternativa, se mostró combativo: “Nuestro modelo es el de la austeridad, sabemos hacer las cosas con menos dinero” y denunció el bozal: “Se nos puso un veto para hablar de inmigración y de cómo aterrorizan los Menas a la gente”.

Acelerada, después de un tiempo en baja de maternidad, la representante de la izquierda extrema no se despeinó al señalar, con nombre y apellido, a quienes no son santo de su devoción (“el Banco Santander, la CEOE…no quieren que entremos a gobernar”). Al desgranar las medidas de la regeneración, una de ellas era “no dar cancha a Florentino Pérez”. Se jugó la taleguilla de la querella.

Aplicado en la academia de la moderación, el portavoz republicano, que sigue -erre que erre-, pendiente de la derecha “lo que va muy bien es no robar”, no pudo evitar el tremendismo, “hay tres en España que ganan lo mismo que 12 millones: Ortega, Roig y Botín”, rematando con uno de pecho, “este conflicto pasa por la derrota del psoe y una coartada, “lo que rompe un país es ese 20% de pobreza infantil”.  

Con tono aterciopelado y attrezzo divertido, la titubeante portavoz socialista, “señora Cayetana, mujerismo no es feminismo”, le metió un viaje -con razón- al PP rajoyano: “Subiendo un euro las pensiones, se rió de todos los españoles”, y otro a Cs: “Inés, usted salió corriendo de Cataluña”. Continuó con dos excesos juveniles: “El PSOE ganó de manera ‘rotunda’ las elecciones” (no sería tan concluyente cuando seguimos con estos pelos) y “la moción de censura fue el mejor ejercicio de regeneración democrática de este país”. Para terminar con dos fatuas: abolir la prostitución y acabar con los copagos.

El nacionalista vasco, a lo suyo, “el AVE en 2024”, parecía el apoderado de un partido de centro-izquierda: “Con fascistas no vamos a dialogar”. Sin salirse del guión: “Entendemos la política como defensa del auto gobierno y la prosperidad de la ciudadanía, se lamentó en ultima instancia: “¿Qué podemos hacer con los que nos niegan el pan y la sal?”

En estado de buena esperanza, la portavoz liberal  dijo -de saque- que “hay que fomentar la natalidad”, no flaqueó en sus interpelaciones a la socialista, de cuerpo presente: “¿Qué es España para usted?”, “Lo fácil es subir impuestos”, “Son un chollo para los separatistas, a los que hay que quitar las llaves y parar los pies”. Y a la populista: “No hace falta ser comunista para proteger el medio ambiente”.

La amonestación de la Junta Electoral Central, multando al presidente del Gobierno, por hacer, en beneficio propio, uso impropio de bienes públicos, el empleo injustificado de aviones del Estado para actos de naturaleza privada, el partidismo obsceno -a juicio de la oposición- del Centro de Investigaciones Sociológicas, la introducción -en el tiempo de descuento- del concepto “plurinacionalidad”, para cosechar votos imprescindibles en territorios más sensibles (País Vasco, Cataluña, Baleares, Valencia, Navarra, Galicia), la exhumación de Franco como prioridad de la acción de gobierno.

Todas ellas, enmarcadas en política de la evidencia, podrían abonar la insinuación, reiterada durante el debate por las voceras de la derecha, que se huelen que el partido socialista puede darse ‘un batacazo’, como se dio en Andalucía. El uso y abuso de modos y maneras mosqueantes podrían acarrearle algún disgusto -en la próxima cita electoral- al partido del gobierno en funciones.

En cualquiera de los casos, España necesita gobernabilidad y estabilidad.