Explicaba Bob Dylan en uno de sus versos más conocidos que algo estaba pasando a su alrededor, pero no tenía ni idea de lo que era. Hay algo en la forma actual de hacer política que hace pensar en esta frase una y otra vez. La última, quizá fue este martes por la noche, pocos minutos después del debate, cuando todos los medios pusieron en marcha encuestas para que su audiencia se pronunciara sobre quién había sido el ganador y hubo diferencias abismales entre unas y otras.
Convengamos en que la realidad es subjetiva y los hechos están sujetos a interpretaciones. Pero hay un territorio mucho más allá, que es generalmente donde se halla el gato encerrado. Alguien puede hablar de una borrasca delante de un mapa del tiempo o enviar un reportero a la costa de Galicia para alertar de la venida de una ciclogénesis mientras el viento le golpea con fuerza y las olas rompen a su espalda. En el segundo caso, le añadirá unas gotas de de sensacionalismo, pero, al fin y al cabo, llueve. Y punto. Otra cosa es si quien lo narra se dejara influenciar por ese grupo de hosteleros que hace unos años se empeñó en emprenderla contra el hombre del tiempo porque no daba sol cuando llovía. Contar la verdad espantaba al turismo y les dejaba sin clientela. Decir la verdad no ayuda a pagar las deudas.
Cualquiera que observara la retransmisión del debate pudo apreciar que Santiago Abascal fue superior a Albert Rivera y Pablo Casado porque supo mantener mejor la compostura, al contrario que los representantes de las ‘dos derechas’. Lo del líder de Vox tuvo doble mérito, dado que mantuvo el tipo mientras contaba las verdades del barquero. Brocha fina para trazo grueso. Pablo Iglesias tiene tablas y no se puede decir que perdiera, pero tampoco que ganara, dado que su discurso ha perdido fuerza como consecuencia del propio desgaste de su figura política. Y Pedro Sánchez no fue mejor que el resto porque, salvo en los intercambios que mantuvo con Casado, no fue a debatir, sino a lanzar propuestas a la audiencia.
En las encuestas de El Mundo, El País, ABC, La Vanguardia, El Confidencial, La Razón y en este periódico fue el candidato de Vox quien obtuvo un mayor número de votos. Por el contrario, en las de eldiario.es y Público, le correspondió ese puesto a Pablo Iglesias, al igual que en Antena 3. Por su parte, en El Español fue Pablo Casado el que más apoyo registró, mientras que, en La Sexta, fue Pedro Sánchez.
Gato encerrado
Con estos datos de la mano, la pregunta que se plantea es: ¿corresponden los resultados a la audiencia de cada uno de los lectores? ¿O algo huele aquí a chamusquina? Es cierto que la línea editorial de los medios de comunicación atrae a perfiles concretos de lector, pues no hay mayor verdad que los ciudadanos leen, por lo general, los periódicos que dicen lo que quieren leer.
Sin embargo, en tiempos en los que los partidos gastan miles de euros en ciberactivistas que se encargan de llenar las redes sociales y las publicaciones online de mensajes de apoyo, no sería descartable la hipótesis de que alguna encuesta hubiera estado alterada por la acción coordinada de estos usuarios. En cualquiera de los casos.
Hay un hecho que no conviene obviar, y es que en internet no todo el mundo opina en la misma medida ni todas las opiniones tienen espacio en las principales plataformas, pese a que sean razonables y certeras. Son varios los usuarios de Twitter con opiniones vinculadas a la derecha que se han quejado de las acciones coordinadas de ‘perfiles de izquierda’ para bloquear sus cuentas. Y hace unas semanas, la red social del pájaro azul bloqueó 130 cuentas de ERC y 260 del PP por generar spam y retuits para influir en la conversación.
Tampoco en política es todo lo que parece. Sin ir más lejos, hace una semana trascendió que una persona vinculada al PP –según eldiario.es- había organizado una campaña contra Pedro Sánchez y Pablo Iglesias para fomentar la abstención entre la izquierda. No lo hizo con el logotipo del partido al que supuestamente está vinculado, sino con una falsa cuenta de apoyo a Íñigo Errejón.
Y no nos vamos a engañar: a estas alturas, resulta difícil confiar en que ningún medio alterara los resultados para que ganara el ‘caballo’ por el que han apostado en la carrera del próximo domingo. O que restringiera la posibilidad de votar cuando comenzaba a imponerse una tendencia indeseada.
La posverdad
Todas estas triquiñuelas conforman actualmente el concepto de la “posverdad”, que es como llaman los siempre bien alimentados gurús políticos –especialistas en humo- a las mentiras y nuevas formas de manipular a la opinión pública. Es innegable que la línea editorial de los medios determina el resultado de este tipo de encuestas. Pero también lo es que la influencia de los fontaneros de los partidos cada vez es más evidente en internet. Desde en los foros más conocidos hasta en las redes sociales o en los espacios que destinan los periódicos para que sus lectores comenten los artículos.
No sólo pasa en política: el otro día, los aficionados del Real Betis y el Sevilla F.C. se quejaban en las redes sociales del pucherazo que había tenido lugar en la encuesta de un conocido periódico deportivo. La pregunta era cuál es el mejor ‘derbi’ futbolístico de España y había dos opciones: el de la capital hispalense o el de Madrid. Al parecer, ganó la primera opción, pero alguna mente malvada del diario alteró presuntamente el resultado, lo que provocó indignación entre los votantes.
Está claro que el fútbol levanta pasiones. Pero la política también. Y no diría yo que algún periodista, un tanto sospechoso de tener la bufanda de un partido debajo de su mesa, no manipuló los datos de su encuesta este martes por la noche. ¿Han visto ustedes que los partidos gastan dinero en anunciarse en la prensa? Pues siempre cuesta perder después de pasar por caja.
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