Crecimos pensando que las hormigas eran insectos a imitar por aquello de que trabajan sin quejarse -o eso parece- y llenan la despensa cuando se acerca el invierno para no pasar hambre ni tener que pedir favores a la familia. Son seres inofensivos, pero si usted sitúa un ejemplar sobre la platina de un microscopio y proyecta el resultado observará una horrible criatura. La hormiga existe, ergo es innegable. También le puede morder, pero es altamente improbable. El sensacionalismo obviaría esto último y describiría al detalle la estructura y el potencial de la mandíbula. El amarillismo no crea monstruos, pero los engorda. También la prensa que actúa de parte.
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