Pedro Sánchez y Pablo Iglesias han desbrozado en apenas unas horas los obstáculos insalvables que hicieron imposible un gobierno de coalición hace apenas cuatro meses.

El presidente dio la orden en la misma noche electoral y puso a negociar a Adriana Lastra y a su jefe de Gabinete, Iván Redondo. Carmen Calvo, la vicepresidenta del gobierno que pilotó las fracasadas conversaciones del pasado verano, fue apartada sin explicaciones de esta nueva ronda exprés. Como había que dar un golpe de efecto rápido, el presidente accedió sin condiciones previas a que Iglesias hiciera efectiva su recurrente petición de ocupar la vicepresidencia del gobierno.

Por eso todo fue como la seda. El programa político a aplicar, ya se verá. La composición del gobierno, también. Hay tiempo para todo.

De hecho, el documento (si es que puede llamarse así a los dos folios que repartieron a los boquiabiertos periodistas) firmado este martes con toda solemnidad y sin preguntas en el Congreso es una lista de 10 puntos, una especie de carta a los Reyes Magos, que podía haber redactado un niño... o niña.

Allí se apuntan cosas tan peregrinas como controlar la extensión de las casas de apuestas o el trato digno a los animales. Pero sobre lo que ha sido el eje de la campaña electoral y lo que constituye, de facto, el principal problema político de España, la ruptura de la legalidad por parte de los independentistas catalanes, apenas se dice nada. Y lo poco que se dice es más que preocupante: "Se fomentará el diálogo en Cataluña, buscando fórmulas de entendimiento y encuentro, siempre dentro de la Constitución". Cabría añadir, incluyendo su propia reforma.

El acuerdo para un gobierno de coalición es la prueba de que los principios se supeditan a los intereses. Iglesias ha ganado el pulso y los independentistas se frotan las manos. Para eso ha servido la repetición electoral. Para eso y para que Vox tenga 52 escaños

La elección de Lastra en el equipo negociador era lógica. Todos recordamos aquella frase que le lanzó Irene Montero -que, en principio, se queda sin una vicepresidencia que cede a su compañero y secretario general, todo un símbolo para una de las más conspicuas defensoras de la igualdad- : "Yo sé que tú defiendes esas políticas". Sí Irene, se vio que Adriana y tú manteníais buena sintonía.

La presencia de Redondo era necesaria. Era la mejor forma de que las instrucciones del presidente se siguieran al pie de la letra, además de la garantía de su supervivencia. Los que querían cortarle la cabeza por haber sido el responsable de la táctica de repetir las elecciones para que el PSOE se disparara en escaños ahora tendrán que enfundar sus dagas y guardar silencio. Él ha sido el muñidor del acuerdo.

Un presidente sin principios necesita un asesor práctico, que no le ponga pegas a la hora de pasar a la acción.

Sánchez logra con este pacto lo que quería: seguir en Moncloa. Pero a un precio altísimo. Le ha tenido que dar a Iglesias lo que este le pidió tras las las elecciones de abril y que el presidente le negó utilizando mil y una excusas. El presidente que no podía dormir tranquilo con el líder de Podemos en el gobierno ahora no tendrá problemas en conciliar el sueño.

¿Acaso alguien le va a pedir cuentas en su propio partido? ¿Acaso algún dirigente le recordará que se ha presentado a las elecciones defendiendo "un gobierno fuerte" y en solitario? ¿Es que ya todos han olvidado lo que dijo en las innumerables entrevistas que concedió durante la campaña electoral y en el debate del 4 de noviembre?

Iglesias se convierte con el acuerdo firmado -tras el que se fundió en un abrazo con aquel de quien dijo que uno se podía fiar- en el gran triunfador del 10-N. Además de Santiago Abascal, pero por razones diferentes.

¡Qué razón tenía Camilo José Cela cuando dijo aquello de que en España el que resiste gana! Iglesias se ha salido con la suya y no había más que mirarle a la cara en su comparecencia para ver la felicidad que rebosaba. Muy distinta a la de su socio, cuya sonrisa era tan forzada como su pose.

Nos abocamos a un escenario incierto, pero, en todo caso, peor que el que ya teníamos.

Desconocemos cómo va a conciliar Sánchez las políticas de una ministra como Nadia Calviño -a quien le prometió la vicepresidencia económica en el debate del día 4 de noviembre- con las medidas de un vicepresidente defensor a ultranza del gasto público como Iglesias.

Los independentistas parecen felices con este pacto. Sit and talk. O sea, lo que dice el papelito firmado ayer entre flashes y sin preguntas.