Mientras Susana Díaz, de blanco misericordioso, pedía perdón ante Ferreras y decía que ella “no estaba” cuando los ERE, yo me acordé de aquel día en que el noticiario de Canal Sur tituló Griñán se va, llega Susana. Con cara de gripe, con ojitos de bolsa de agua caliente, Griñán anunciaba su marcha y declaraba nada menos que la llegada de un “Nuevo Tiempo”. Así es como se pasan las herencias de partidos y de comunidades autónomas, como un broche de escarabajo de la abuela, del viejo quemado por los ERE que era Griñán, a la sangre nueva de primogénita con ricitos de oro que era Susana. Son relevos sacerdotales, que inauguran nuevos tiempos, que merecen obeliscos en Canal Sur y nuevas dinastías de jarrones. Sin embargo, en el PSOE andaluz no cambiaban ni las sábanas, y Susana, por supuesto, no tenía nada de un tiempo nuevo.
Susana había sido criada en lo más viejo del PSOE andaluz, el PSOE sevillano, que es como un Sacromonte del purismo y de la fuerza de la sigla en Andalucía. Su padrino, que la fue llevando de las juventudes socialistas a concejala de botellón y ya mucho más allá, fue José Antonio Viera, ahora condenado a 7 años de cárcel y 18 de inhabilitación por malversación y prevaricación. Yo miraba a Susana, con su vestido blanco con aspiraciones de resucitado, diciéndole a Ferreras que es irracional que la quieran meter a ella en los ERE. Pero yo recordaba que cuando Viera, el jefazo del socialismo sevillano, empezaba a delimitar la zona cero de los ERE en torno a El Pedroso, junto con Francisco Javier Guerrero, Susana Díaz era nada menos que secretaria general de organización del PSOE sevillano, y por tanto mano derecha de Viera. No sólo la criaron los viejos de garrota del socialismo del lugar, sino que cuando empieza todo, Susana está ahí de alfil del propio Viera. Y no sólo al comienzo. Susana tuvo ese cargo orgánico desde 2004 a 2010. Los millones llegaban a El Pedroso como el camión de los helados y Susana se sentaba en el mismo canapé que Viera. Podrá decir que no se enteró, pero no que no estaba.
Viera, ahora condenado a 7 años de cárcel y 18 de inhabilitación por malversación y prevaricación, la descubrió y la aupó, y Griñán la convirtió en la Evita de Triana
Hasta ahora, Susana iba asesinando romanamente a sus padrinos para subirse al casco de sus calaveras, pero la sentencia de los ERE ha hecho que ahora sus padrinos la asesinen a ella desde la tumba política. A Susana la visitan los fantasmas para devolverle la maldición del broche de escarabajo de la abuela, la maldición egipciaca del poder. Viera la descubrió y la aupó, y Griñán la convirtió en la Evita de Triana. Desde esa concejalía de juventud o botellones a la presidencia de la Junta transcurren 14 años, de 1999 a 2013. La pieza política de los ERE juzga el periodo de 2000 a 2011. El ascenso de Susana coincide con el imperio de los ERE. La más brillante promesa del socialismo español (hasta que llegó Sánchez) fue ganando peso y poder durante ese periodo, y de la mano de los condenados. Podrá decir que se escondió, pero no puede decir que no estaba. Nadie va ganando poder, ese tipo de poder, con esa velocidad, sin conocer cosas, sobre todo las cosas importantes, las cosas que te pueden ir otorgando ese poder.
Yo seguía mirando a Susana, con papelotes y golpes de pecho, hablando del dolor por “su tierra”, como esa parturienta eterna de churumbeles pobres y quemados que es ella siempre. Lo decía casi a la vez que su ex jefe, Viera, declaraba en el Parlamento Andaluz por el caso de la Faffe, ya saben, la barra libre de putas que los mandamases se pagaban con el dinero de los parados, entre otras cosas. Yo me volvía a acordar de Griñán, entregando Andalucía como las llaves de un sereno viejo y anunciando el comienzo del “Nuevo Tiempo”, el Evangelio del susanismo.
Ya entonces, la joven y audaz política defendía, con sus primeros morros de puchero y sus primeras falacias técnico-administrativas, la legalidad de aquel fondo de reptiles. Era imposible también no recordar cómo, luego, ya presidentísima, le escondía los cartapacios a la juez Alaya, la guerra de papeles volados que tenían ella, con su Junta como un archivo inundado, y Alaya con su troley como un pánzer. Me acordé de cómo se personó como acusación particular para hacer de topo y torpedear el proceso, y luego se apartó. Yo miraba a Susana (cuántos años viéndola, oyéndola, maravillándome), la miraba jurar como una folclórica, insistiendo en que ni Chaves ni Griñán se habían llevado un duro (pero asistían complacidos a que otros sí se los llevaran, por el bien de la famiglia); la miraba asegurar que no había existido ninguna red clientelar, que lo que se dice al PSOE, al PSOE como partido, la sentencia no lo toca. Sí, era como un canto de cisne, con ese blanco lunar de su vestido.
Susana sólo quiere salvarse, quiere poner la línea tras ella. Pero hay otros que ya la han puesto justo sobre ella. Su línea de tiempo y la de los ERE coinciden con demasiada plasticidad. Los fantasmas ya la visitan para clavarle su puñal de tierra, crecido con la venganza como un hongo. Luego la visitará la venganza de los vivos, con la muerte de verdad.
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