Haciendo gala de una sinceridad impropia de la clase política, José Manuel Villegas, secretario general y presidente en funciones de Ciudadanos desde que se produjo la dimisión de Albert Rivera el pasado 11 de noviembre, contestó sin rodeos a la pregunta (¿"Cuál ha sido la causa del hundimiento?") que nos hacemos muchos y que le trasladó Carlos Alsina el pasado viernes en Onda Cero: "La verdad es que no tengo ni idea".
El batacazo de Ciudadanos sólo tiene un precedente en su dimensión, el que llevó a la UCD de los 157 escaños de las elecciones de 1979 a los 11 escaños en los comicios de 1982. Pero en el caso del partido liderado por Adolfo Suárez las causas del desastre eran más que evidentes. El golpe de Estado de Tejero, Milans y Armada y las luchas intestinas entre las familias que componían el centro en esa época produjeron un vuelco histórico hacia el centro izquierda y causaron en la UCD una hecatombe de proporciones bíblicas.
En el caso de Ciudadanos las cosas no están tan claras. Ha habido disensiones internas, sí. Pero nada que ver con los navajazos que se daban democristianos y socialdemócratas en aquellos tormentosos años de la Transición. Entonces, ¿cuál ha sido el tejerazo de Ciudadanos? ¿Que ocurrió para que 2.679.060 electores decidieran abandonar al partido que habían apoyado apenas seis meses antes?
Aún tras el desastre, Ciudadanos suma casi tantos votos como ERC, PxC y el PNV juntos. Con la diferencia de que entre esos tres partidos suman 28 escaños
Responder a esa pregunta es clave. Sobre todo para saber si Ciudadanos tiene esperanzas de seguir con vida.
La primero que hay que decir, y en ello tiene una responsabilidad ineludible la dirección, es que, desde los resultados extraordinarios del 28 de abril (57 escaños con 4.316.600 votos), todas las encuestas detectaron la fragilidad de esos apoyos. Es decir, que había un porcentaje cercano al 50% de votantes que no tenía claro si volvería a votar a Ciudadanos.
Con ese panorama sobre la mesa, Albert Rivera debería haber hecho todo lo posible por evitar unas nuevas elecciones. Eludir el riesgo de poner a prueba la fidelidad de sus votantes. Desde ese punto de vista, un pacto de gobierno con el PSOE hubiera sido su salvación. Naturalmente habría votantes que se cabrearían con ese pacto, pero las elecciones se hubieran pospuesto cuatro años. Y en ese plazo muchas cosas podrían haber cambiado. Rivera siempre podía haber argumentado que el acuerdo con los socialistas sirvió para pararle los pies a un gobierno de coalición con los populistas de Podemos, apoyado por los independentistas. No sabemos si ese pacto hubiera cuajado, pero el líder de Ciudadanos no lo intentó con convicción. Se lo jugó todo a una carta y, evidentemente, perdió.
La historia de Ciudadanos tras los resultados de las elecciones generales del pasado domingo es la de un partido que […]Se han dicho muchas cosas sobre el perfil ideológico de los votantes de Ciudadanos. Lo que está claro es que conforman una amalgama ideológica que no cabe en los esquemas clásicos de izquierda y derecha.
La debacle de Ciudadanos ha sido dura a lo largo y ancho de la geografía nacional. Pero especialmente en aquellas comunidades autónomas donde Vox ha subido más. Un claro ejemplo ha sido Andalucía, donde C's ha pasado de 808.865 votos el 28 de abril a 344.274 votos el 10-N. Casos similares son los de Murcia, Castilla la Mancha o Madrid.
Lo que apuntan los estudios demoscópicos de empresas privadas es que Ciudadanos ha perdido 1,6 millones de votos por su derecha: 800.000 se habrían ido al PP y 600.000 a Vox. Tan sólo 250.000 habrían ido al PSOE. Además, 1 millón de sus votantes se habrían abstenido.
El tsunami del 10-N ha dejado un partido con 1,6 millones de votos y 10 escaños. Parece una birria, pero aún con todo, Ciudadanos suma más votos que ERC y JxC juntos y casi tantos como esos dos partidos independentistas y el PNV juntos. Con la diferencia de que entre estos tres partidos nacionalista ¡suman 28 escaños!
Arrimadas sólo tiene dos opciones: afrontar una larga y durísima travesía del desierto o bien integrar a C's en el PP como su ala liberal y centrista
Ciudadanos conserva no sólo una base reseñable de votantes, sino un poder territorial (Madrid, Andalucía, Castilla León, Murcia, etc.) que bien le puede servir de cantimplora para la travesía del desierto.
La cuestión no es tanto de números como de programa y liderazgo. Hasta ahora, una mayoría de electores veía en Ciudadanos un partido instrumental, la muleta para consolidar gobiernos de centro izquierda o centro derecha sin necesidad de comprar el respaldo del independentismo.
Pero ahora eso no es suficiente. Si Ciudadanos quiere seguir existiendo tiene que diferenciarse claramente del PP y del PSOE y no sólo por su actitud combativa frente a la corrupción. Ciudadanos necesitará un programa reconocible que represente a las clases medias urbanas que han sido su granero de votos.
Centrar la acción política en la defensa de la unidad de España y en la confrontación con los independentistas está muy bien, pero no es suficiente. Eso también lo hace el PP y no digamos Vox.
Si Ciudadanos quiere seguir existiendo debe diferenciarse claramente del PP y del PSOE
En cuanto a Inés Arrimadas está claro que es la persona más cualificada de la dirección de Ciudadanos para afrontar la tarea de la reconstrucción tras el hundimiento. Pero para lograr la supervivencia necesitará de un equipo renovado que nutra al partido de un programa capaz de volver a ilusionar, al menos, al millón de votantes que se ha ido a la abstención y amarrar a los 1,6 millones que han seguido siendo fieles a Ciudadanos.
Será difícil. Sobre todo porque Albert Rivera hizo de Ciudadanos un partido a su imagen y semejanza. Desde el primer momento Ciudadanos y Rivera han sido una misma cosa. Ese ha sido otro de los grandes errores del líder de la formación naranja. La dirección de Ciudadanos la conforman personas afines a Rivera, y por eso su dimisión ha provocado un fatídico efecto dominó (Girauta, De Páramo, Villegas, ...)
Ciudadanos, Arrimadas, va a tener que hacer frente en las próximas semanas y antes del Congreso de refundación (¡que no se celebrará hasta el mes de marzo!) a las aproximaciones más o menos hostiles de los grandes partidos.
Alberto Núñez Feijóo, presidente de la Xunta de Galicia, ha ofrecido abiertamente la integración de Ciudadanos en el PP: "Sería bueno buscar fórmulas de entendimiento", dijo el pasado viernes. El líder gallego y otros dirigentes populares quieren que el partido conservador se convierta en la "casa común de la derecha", a la que también serían bienvenidos los votantes de Vox (no así sus jefes).
El desplome de Ciudadanos no es una buena noticia para nuestra democracia. La práctica desaparición de un partido de centro y plenamente constitucionalista sólo favorece a los extremismos. Pero no podemos caer en la nostalgia. Arrimadas sólo tiene dos opciones: o afrontar una larga y durísima travesía del desierto o convertirse en el ala centrada y liberal del PP. Y no tiene mucho tiempo para decidir.