El XIV Congreso del PSC ha sido un paseo militar para Miquel Iceta: ningún voto en contra, ninguna abstención. Nada que ver con el Congreso anterior, celebrado en noviembre de 2016, en el que el partido sufrió la salida de los partidarios del derecho a decidir y en el que el propio Iceta tuvo que enfrentarse a Nuria Parlón.
¿Cómo se explica esta unanimidad a la búlgara? Como casi todas las cosas en política la explicación es en clave de poder.
Trece meses después de aquel traumático XIII Congreso de 2016 se celebraron elecciones autonómicas en Cataluña. Ciudadanos ganó logrando 36 escaños, mientras que el PSC se tuvo que conformar con la cuarta plaza y sólo 17 escaños.
Pero las cosas han cambiado mucho desde entonces. En las elecciones generales del 10 de noviembre el PSC quedó en segunda posición en Cataluña (tras ERC), obteniendo 12 escaños. Una encuesta para elecciones autonómicas publicada el pasado 25 de noviembre por La Razón dio al PSC 24 escaños. Otros sondeos elevan esa cifra a 29.
Pero la recuperación electoral del PSC no ha sido fruto de un giro favorable a la negociación con los independentistas, sino que es producto del hundimiento de Ciudadanos. Lo que ha convertido al PSC en un partido clave para la gobernabilidad de Cataluña ha sido la recuperación de voto españolista.
El PSC cree que la negociación con ERC podría reeditar el tripartito en Cataluña. Se olvida de que muchos de sus votantes no quieren ver ni en pintura a los independentistas
Recordemos que los buenos resultados del 10-N se produjeron cuando Pedro Sánchez decía que no quería depender de los independentistas e incluso amenazó con volver a aplicar el 155 en Cataluña.
El caso es que ahora, la suma de ERC, PSC y los Comunes -según los sondeos más recientes- se acerca a la mayoría absoluta, algo que pone los dientes largos no sólo a Iceta, sino a Oriol Junqueras y a su hombre fuerte y artífice de la negociación, Pere Aragonés.
La posibilidad de recuperar el tripartido que gobernó Cataluña entre 2003 y 2006 ha sido el principal catalizador para poner en marcha la mesa de negociación del PSOE/PSC con ERC.
La experiencia de gobierno de coalición de ERC con el partido de Carles Puigdemont (que este fin de semana ha destruido al PdeCat) ha sido nefasta para los republicanos, cuyo líder permanece en prisión, mientras que el ex presidente de la Generalitat ha vivido un exilio dorado en Waterloo y ahora prepara su traslado a la casa que alquiló Francesc Maciá en Perpiñán cuando se exilió en 1923 tras la llegada al poder del general Primo de Rivera, con la vista puesta en presentarse otra vez como candidato.
La conformación de un gobierno republicano de izquierdas en Cataluña seduce a ERC pero no puede lanzarse sin más a los brazos de Sánchez olvidando sus reivindicaciones independentistas y de libertad para los presos. Junqueras es consciente de que Puigdemont aprovechará cualquier cesión sobre el derecho de autodeterminación en la negociación para machacarle en las urnas.
Lo que nadie puede poner en duda es que ha sido el PSC, con Salvador Illa como estratega, el que ha convencido a Pedro Sánchez de que intente el apoyo de ERC para su investidura, con el argumento de que si los republicanos logran atar un acuerdo para que un nuevo tripartito gobierne en Cataluña, sus exigencias no serían demasiado humillantes para el PSOE.
El PSC pretende con su XIV Congreso reafirmar su centralidad en la política catalana. Mostrarse ante los ciudadanos como el partido que quiere mantener los lazos con España (aunque sea definiéndola como "nación de naciones") y, al mismo tiempo, tiene la capacidad para moderar a los independentistas.
La realidad demuestra que, para empezar, el que está cediendo es el PSC. La negociación ha condicionado las resoluciones que podían molestar a los independentistas. Es lo que ha ocurrido, por ejemplo, con la inmersión lingüística. Hace tan sólo unos días, Iceta abanderó la "flexibilización" de la inmersión para dar cancha al castellano, como un claro gesto hacia los votantes de Ciudadanos, especialmente sensibilizados con el problema de la lengua. Finalmente, el Congreso ha aprobado una resolución pasada por agua en la que se deja claro que la lengua vehicular en la enseñanza seguirá siendo el catalán.
Una vez que el presidente del gobierno le ha comprado a Iceta la idea de que ERC puede ayudar en su investidura y, al mismo tiempo, colaborar para bajar la tensión en Cataluña, su papel ha subido enteros en la corte monclovita.
No hay más que ver la vehemencia con la que la vicepresidenta del gobierno, Carmen Calvo, recriminó este sábado a los barones díscolos Javier Lambán y Emiliano García Page que cuestionaran a Iceta: "A quien le extrañe que negociemos se lo tiene que hacer mirar".
Negociar con ERC puede que no tenga coste en Cataluña, aunque eso está por ver. De lo que no cabe duda es de que gobernar con apoyo de los independentistas será un lastre para el PSOE en Andalucía, Aragón, Castilla-La Mancha, Madrid, Extremadura, etc.
Iceta, el PSC, se lo ha jugado todo a la carta de la negociación. Si Sánchez resulta investido y el próximo año se conforma un gobierno tripartido en Cataluña, la jugada le habrá salido bien. Como decíamos al principio, los movimientos en política hay que interpretarlos en clave de poder.
Pero si la negociación fracasara, Sánchez no tendría inconveniente en rectificar. Aunque ello implicara cortarle la cabeza a Iceta.
El XIV Congreso del PSC ha sido un paseo militar para Miquel Iceta: ningún voto en contra, ninguna abstención. Nada que ver con el Congreso anterior, celebrado en noviembre de 2016, en el que el partido sufrió la salida de los partidarios del derecho a decidir y en el que el propio Iceta tuvo que enfrentarse a Nuria Parlón.
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