No será lo mismo que en la presentación de su pacto con Pablo Iglesias, con esos besos con las patillas y esos abrazos enredando los sables, como la pedida de mano de dos cosacos. Ya sin pasión, ya sólo con protocolo y pereza, ofreciendo la mano blanda de las infantas o los párrocos, entrenadas para dar un tacto de paloma gordezuela y calenturienta de su fe, Sánchez recibe a Casado y luego a Arrimadas. La gente dice que eso no sirve para nada, pero yo creo que poner la mano floja e ir haciendo fila de fieles o infieles ante ella le sirve a Sánchez igual que al cura, a la infanta o a esos santos de besamanos, ya con escorrentía, a los que el sacristán les limpia con un pañuelito de tísico la saliva de enfermedad y puchero de la última señora. Es decir, le servirá para hacer de farol de poder (en su sentido de fanal y de bluff), para ir construyendo mitología y para ir templando la mano al beso y el beso a la mano, o sea templando el poder a su dueño.
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