El surgimiento de la frase "Ok, boomer", que podría traducirse (mal) como "vale, viejo gruñón", ilustra la fisura que separa a las generaciones del baby-boom (nacidos entre la posguerra y la década de 1970), los millennials y la generación Z, es decir, los jóvenes nacidos desde los años 80 del pasado siglo. Esta expresión es una muestra de menosprecio hacia una generación acusada de haberse aprovechado de la prosperidad de los "treinta años gloriosos" pero, sobre todo, de ser responsable de una deuda financiera y medioambiental, su legado a las siguientes generaciones.

Tanto es así, que las desigualdades generacionales podrían ser un desafío crucial del siglo XXI. El actual sistema francés de pensiones (mediante reparto en planes múltiples) ya no parece viable para los más jóvenes. Sus principales motivos son la estructura de la pirámide poblacional invertida y la desconfianza en las reformas, como demuestra el movimiento social actual.

En retrospectiva, la generación del baby-boom se percibe como favorecida: una tasa de empleo correcta para los graduados (excepto durante las crisis), un crecimiento medio más alto que hoy en día, una valoración del patrimonio impulsada por el aumento de los bienes inmobiliarios, así como, para los ahorradores, el crecimiento de la renta variable a largo plazo y la bajada de los tipos de interés.

Las generaciones más jóvenes parecen abocadas a soportar la carga de la deuda pública y medioambiental

Las generaciones más jóvenes parecen abocadas a soportar la carga de la deuda pública y medioambiental. Pero no conviene olvidar tan rápidamente que, a pesar de que los más jóvenes tienen un pasivo que soportar, también tienen un activo importante: el tiempo. Un horizonte que permite asumir riesgos financieros invirtiendo, por ejemplo, en renta variable. El horizonte de inversión más limitado de los nacidos en el baby-boom los orienta hacia inversiones conservadoras, al precio de unos rendimientos mínimos en el entorno actual de tipos de interés bajos.

Aunque el compromiso político de una parte de los jóvenes se exprese menos que el de generaciones anteriores con la adhesión a organizaciones tradicionales (partidos políticos, sindicatos…), no por ello renuncian al ámbito político.

Lo abordan de manera diferente, a través del compromiso asociativo, mediante un consumo más reflexivo, que no sólo se guía por cuestiones materiales, sino también por una búsqueda de sentido, medioambiental y social. Un comportamiento racional para aquellas y aquellos que tendrán contacto directo con las consecuencias del calentamiento climático. Las empresas lo han entendido bien, teniendo más en cuenta -más allá del imperativo de rentabilidad económica y financiera-, los desafíos medioambientales, sociales y de gobernanza (ESG).

Al igual que su consumo más reflexivo, la inversión de las generaciones más jóvenes también se enfoca a seguir este camino que coloca la búsqueda de sentido y de impacto en el centro de las decisiones de los ahorradores. ¿Vale, boomer?


Olivier de Berranger es director de Gestión de Activos de La Financière de l'Echiquier

El surgimiento de la frase "Ok, boomer", que podría traducirse (mal) como "vale, viejo gruñón", ilustra la fisura que separa a las generaciones del baby-boom (nacidos entre la posguerra y la década de 1970), los millennials y la generación Z, es decir, los jóvenes nacidos desde los años 80 del pasado siglo. Esta expresión es una muestra de menosprecio hacia una generación acusada de haberse aprovechado de la prosperidad de los "treinta años gloriosos" pero, sobre todo, de ser responsable de una deuda financiera y medioambiental, su legado a las siguientes generaciones.

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