La gente en Nochebuena espera que el Rey, con postura de cuentacuentos y fondo de frutas de Aragón, haga de cura castrense, o de capitán de trasatlántico, o les alegre el día, o les dé la razón, o los vuelva más republicanos, según. Pero el Rey sólo lee discursos de graduación, que es para lo que está. Al Rey, que es alguien que tenemos siempre ahí como vestido de marinerito institucional, no se le puede pedir que haga el trabajo de los políticos, ni el de los ciudadanos. El Rey no es un jefe ni un padre, no nos puede decir qué hacer ni cómo solucionar la papeleta, sólo puede leer el menú de la democracia, que siempre es el mismo, con mayúsculas de carta de parador nacional.
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