Es Navidad, toda la infancia cabe en un calcetín y Torra se ha pedido Valencia, Baleares y quizá todo un Mediterráneo homérico y latonado para sus Países Catalanes, como el que se pide la colección entera de Pin y Pon. Son días de escribir cosas con ebriedad de niño, de vino quinado y bizcocho borracho, o ebriedad de emigrante, de pasodoble y empanada. Torra quiso unirlo todo en un tuit, la Navidad de vaho en el ventanuco, la morriña de la peladilla, un cristianismo merovingio, una patria con escritura glagolítica y la reivindicación nacionalista, todo con aroma de moscatel. “El Canto de la Sibila se oirá esta noche en los Países Catalanes. Feliz Navidad”, decía. El tuit también contenía estos versos que están entre la cantata legionaria y el mal de ojo: “El día del Juicio, aparecerá quien haya hecho servicio. Jesucristo, Rey Universal, hombre y verdadero Dios eterno, del cielo vendrá para juzgar y a cada uno lo justo dará”. O algo así (la traducción la hemos hecho entre amigos de catalán en la intimidad).

El tuit no es una felicitación, sino una maldición navideña, y tiene intención de ser acojonante, bíblico, así entre rayos, truenos y cayados y amenazas de Charlton Heston. Pero la verdad es que eso del Canto de la Sibila es sólo como el ropopompón de Rafael en versión pancatalanista, a falta de otra cosa propia, quizá de un Jesús catalán igual que ese Cervantes catalán o esa Santa Teresa catalana que se dedican a buscar los catedráticos de por allí. Por lo que leo, ese Canto de la Sibila es una adaptación de un canto litúrgico gregoriano en latín, y que ahora, en un catalán como abovedado, sólo se canta en las misas del gallo mallorquinas. Bueno, también tiene cierta popularidad en Cerdeña, aunque supongo que no en catalán. La versión de Montserrat Figueras y Jordi Savall, que escucho mientras escribo, no parece cosa de un monaguillo, como es en realidad, sino algo bizantino, pretencioso y bastante inventado. Jordi Savall, además de indepe, también es así. Y Torra, no digamos. Por el disco me doy cuenta también de que hay versión castellana, por cierto. Aunque Torra no va a renunciar por eso a tener una Navidad cismática para ellos solos.

Los Países Catalanes no han existido nunca, pero al ponerlos juntos en este caso suenan a pura teología flamígera

Torra, con algo de Niño Jesús de Praga y fraile de Umberto Eco, lo que quería era colocar una profecía y una maldición en catalán, maldición que además viniera resonando desde lejos y desde hace mucho, en ese oleaje de escayola y crismones del Mediterráneo. Nos coloca al mismo Cristo Rey impartiendo justicia en catalán desde Mallorca, lo que le permite colarnos la recargadísima idea de una justicia divina ligada al paraíso de esa Tierra Prometida que son los Países Catalanes. Los Países Catalanes no han existido nunca, pero al ponerlos juntos en este caso suenan a pura teología flamígera. Todas las tribus catalanas haciendo como bóveda o balsa alrededor del Mediterráneo primordial, mientras el mismísimo Cristo Rey otorga legitimidad a su gran nación y pone en su sitio incluso al juez Marchena, que iría de cabeza a ese infierno tan italiano, lleno de mercaderes, traidores y sedas y barcas ardiendo, de Dante o de Monteverdi.

Torra ha tuiteado una felicitación milenarista, medieval y fatídica. Pero lo importante y lo grave no es que Torra crea en los Países Catalanes como el sitio en que la Navidad se hace corintia y Dios dicta sentencias delante de falleras, de monjes de Montserrat y de Marta Ferrusola. Lo importante, lo grave, es que sabemos que nunca se conformarán. Que no bastarán gestitos, concesiones o una frase oscura y como juanista de la Abogacía del Estado; que no les contentará otra financiación, ni su Hacienda, ni una república federal, ni la independencia. Porque luego vendrían Baleares, Valencia, los Países Catalanes (lo advirtió ya Tardà en su día), todo el Mediterráneo de Eneas o de Serrat, y no sé si el Sacro Imperio Romano Germánico. O todo el mundo en la bola de un Pantocrátor apocalíptico o de un Niño Jesús ario.

Es Navidad, toda la infancia cabe en un calcetín y Torra se ha pedido Valencia, Baleares y quizá todo un Mediterráneo homérico y latonado para sus Países Catalanes, como el que se pide la colección entera de Pin y Pon. Son días de escribir cosas con ebriedad de niño, de vino quinado y bizcocho borracho, o ebriedad de emigrante, de pasodoble y empanada. Torra quiso unirlo todo en un tuit, la Navidad de vaho en el ventanuco, la morriña de la peladilla, un cristianismo merovingio, una patria con escritura glagolítica y la reivindicación nacionalista, todo con aroma de moscatel. “El Canto de la Sibila se oirá esta noche en los Países Catalanes. Feliz Navidad”, decía. El tuit también contenía estos versos que están entre la cantata legionaria y el mal de ojo: “El día del Juicio, aparecerá quien haya hecho servicio. Jesucristo, Rey Universal, hombre y verdadero Dios eterno, del cielo vendrá para juzgar y a cada uno lo justo dará”. O algo así (la traducción la hemos hecho entre amigos de catalán en la intimidad).

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