Se está llenando el arte de divorcios. La literatura, el cine, las series. El reflejo de nosotros cuando somos el peor yo. El de la ira, la rabia, el engaño, la humillación; también el de la liberación.
Leemos o vemos y pensamos que no seríamos así. Lo nuestro es más coherente, más humano, más maduro; romperíamos sin traspapelar ese suave pacifismo que se ve en los primeros minutos de Historia de un matrimonio, la película de Noah Baumbach. Razonables, optaríamos por un bien para ambos, por ponerlo fácil, por salir lo menos dañados posibles.
Pero pasarán los meses, te acordarás de ese día, de aquella noche, de no sé que comentario, de cierta humillación y llegarás de pleno a la mejor escena de toda la película, la más real. La de gritarse por haberos amado tanto cuando ya no queda nada.
Peor que darse cuenta de que alguien no te quiere cuando ya lo ha visto todo de ti, es dejar de querer a alguien después de haber diseñado un futuro juntos. Pasa en esta película, también en la novela Feliz Final, de Isaac Rosa; o aún peor en otro libro llagado, El verano sin hombres, de Siri Hustvedt.
En esta novela se lleva al límite. Se ve cómo una separación puede llegar a enloquecer, sobre todo cuando es a ti a quien dejan por una francesa recién llegada y veinte años más joven mientras tu matrimonio sumaba décadas.
Mia, la protagonista de El verano sin hombres, acaba enloqueciendo. Esa escena de gritos, esa desesperación la vive ya en un manicomio. Cómo es posible que me abandones después de darte, de enseñarte todo.
Divorcios como si fuesen lutos, apocalipsis, finales de un mundo hecho a dos. La persona que conociste no existe, no está, no la encuentras. Los recuerdos hermosos se hacen fuertes a los meses, los feos cogen esa fuerza al principio. No hay nada más literario, más artístico, más puro que el dolor y nada hay que inflija tanto daño como perder un puñado de futuro en el camino.
Se está llenando el arte de divorcios. La literatura, el cine, las series. El reflejo de nosotros cuando somos el peor yo. El de la ira, la rabia, el engaño, la humillación; también el de la liberación.
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