La Junta Electoral Central (JEC) ha decidido inhabilitar a Quim Torra como diputado del Parlamento de Cataluña, lo que debería forzarle a dimitir como presidente de la Generalitat.

Pero Torra se niega a cumplir el dictamen de la JEC, porque sólo reconoce legitimidad para designar su cargo al propio parlamento catalán: "Seguiré siendo presidente de la Generalitat hasta que el Parlament no diga lo contrario", ha dicho en declaración institucional tras una reunión del Consell Executiu. Eso significa que el presidente catalán se propone, una vez más, desobedecer una resolución judicial -de hecho, su inhabilitación se ha producido por desobedecer la orden de retirar los lazos amarillos de la sede del gobierno- y poner en un brete tanto a su socio de gobierno, ERC, como al gobierno de España.

En la misma reunión en la que se acordaba la inhabilitación de Torra, la JEC decidió también que Oriol Junqueras no puede ser euordiputado, lo que provocó la convocatoria de una reunión extraordinaria de la dirección de ERC para el día 4.

La decisión de la JEC se produce a tan sólo unas horas del comienzo del pleno de investidura, en el que la abstención de ERC es clave para que Pedro Sánchez sea investido presidente en segunda votación.

Si ERC apoya a Torra en su insumisión estaríamos ante una situación inaudita: Sánchez le debería su cargo a un partido que, al mismo tiempo que ratifica un pacto para investirle presidente, avala con su voto en el Parlamento catalán desobedecer una resolución de la JEC.

La continuidad de Torra o no al frente de la Generalitat es fundamental para el desarrollo del pacto del PSOE y ERC, que contempla la creación de una mesa de negociación bilateral en la que, en principio, debería participar el presidente catalán.

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