El buen rollo que se vivió en la sesión de investidura entre el PSOE y Unidas Podemos -recuerden a la bancada socialista recibiendo en pie con un cerrado aplauso a Pablo Iglesias antes incluso de su intervención, los abrazos con Sánchez del líder de Podemos, que se han convertido en un clásico, etc.- tiene un límite. No vayamos a pasarnos.
Nada más concluir la sesión, ya con Pedro Sánchez investido presidente, supimos que en Moncloa no había sentado nada bien que el líder de UP hubiese filtrado a los medios no sólo los nombres de los titulares de su minigobierno, sino quienes ocuparán las secretarías de Estado de su vicepresidencia y hasta quién será su jefe de gabinete.
Por algo decía Sánchez que no quería tener un gobierno paralelo dentro de su gobierno. Pero eso era cuando no quería pactar con UP. Eran otros tiempos.
Ayer conocimos el Protocolo de Funcionamiento de funcionamiento, coordinación, desarrollo y seguimiento del gobierno progresista. Hay que leer el documento porque es una prueba fehaciente de los recelos entre ambas partes. Sobre todo del PSOE/gobierno hacia UP/minigobierno.
La prueba de ello es que en su artículo primero se pide a los firmantes de forma explícita el "respeto a la Constitución", cuyo texto, por cierto, tienen que jurar o prometer todos los miembros del Consejo de Ministros. En ese mismo punto primero del Protocolo se hace referencia al cumplimiento del artículo 98 de la Constitución y de lo previsto en la Ley 50/1997, de 27 de noviembre, sobre el Gobierno.
Tanto el artículo 98 de la Constitución como la citada ley hacen referencia las prerrogativas del Presidente del Gobierno. "El Presidente dirige la acción del Gobierno y coordina las funciones de los demás miembros del mismo, sin perjuicio de la competencia y responsabilidad directa de éstos en su gestión", reza el texto de la Carta Magna. Es como si hubiera que recordarle a Iglesias que será Sánchez quien, en todo momento, tendrá la sartén por el mango.
El Protocolo de Seguimiento del acuerdo PSOE/UP establece dos vicepresidencias (Primera, que ocupará Calvo, y Segunda, que será para Pablo Iglesias). La ministra de Economía tendrá que conformarse con la Vicepresidencia Tercera. Teresa Ribera será la cuarta 'vice'
Otra obviedad reveladora: se les recuerda a los firmantes que las deliberaciones del Consejo de Ministros son secretas y sobre ellas habrá de guardarse "la máxima discreción".
Pero lo más sorprendente de todo es que el texto nos ofrece una primicia de alcance. Al establecer la composición de la Comisión Permanente de Seguimiento del Acuerdo (que se encargará de verificar el cumplimiento del pacto) se estipula que estará formada por:
a) Dos representantes de la Presidencia del Gobierno.
b) Dos representantes de la Vicepresidencia Primera del Gobierno.
c) Dos representantes de la Vicepresidencia Segunda del Gobierno.
d) Un representante de la Secretaría de Estado de Comunicación.
e) Un representante del área de Comuniación de la Vicepresidencia Segunda.
f) Un representante del Grupo Parlamentario Socialista.
g) Un representante del Grupo Parlamentario Confederal de Unidas Podemos-En comú Podem-Galicia en Común.
La secretaría de Estado confirmó a El Independiente que cuando se habla de la Vicepresidencia Primera ese cargo corresponderá a Carmen Calvo y que la Vicepresidencia Segunda, naturalmente, será la ocupada por Pablo Iglesias.
Es decir que o bien Nadia Calviño se queda sin vicepresidencia (cosa poco probable); o bien, ocupará la Vicepresidencia Tercera. Esta jerarquización tiene su importancia. En los gobiernos de Adolfo Suárez hubo tres vicepresidencias económicas (Enrique Fuentes Quintana, Leopoldo Calvo Sotelo y Fernando Abril Martorell ). Como se ve eran gente de peso. Después, Calvo Sotelo, durante su corto mandato, nombró vicepresidente económico a Juan Antonio García Díez.
Sin embargo, Felipe González sólo tuvo vicepresidentes políticos (Alfonso Guerra y Narcís Serra). De hecho, la primera gran crisis de su gobierno tuvo lugar cuando el ministro de Economía Miguel Boyer pretendió ser nombrado vicepresidente, cosa que rechazó de plano el entonces todopoderoso vicepresidente Guerra. Y ganó la batalla.
José María Aznar tuvo como vicepresidente segundo y ministro de Economía a Rodrigo Rato, que después, en 2003, ascendió a vicepresidente primero.
Rodríguez Zapatero tuvo a Pedro Solbes como vicepresidente segundo de gobierno entre 2004 y 2008. Después, en 2o11 nombró vicepresidenta primera a Elena Salgado.
Mariano Rajoy no nombró a ningún ministro económico como vicepresidente. Sólo tuvo como vicepresidenta política a Soraya Sáenz de Santamaría. No quiso decidirse entre Cristóbal Montoro y Luis de Guindos. Ya sabemos lo que le costaba tomar decisiones dolorosas.
Pero, como demuestra nuestra reciente historia, a nadie se le ha ocurrido dejar la Vicepresidencia Tercera para el titular de Economía. Sólo Manuel Chaves fue Vicepresidente Tercero y no era ministro de Economía.
Si tenemos en cuenta que, en principio, Pedro Sánchez mantendrá la separación entre Economía (Calviño) y Hacienda (María Jesús Montero), y que la primera sólo tendrá rango de Vicepresidenta Tercera, su poder queda realmente limitado.
Hay que recordar que Calviño no ha participado en las negociación del pacto PSOE/UP. Es verdad que ella no es miembro del PSOE, pero, al fin y al cabo, será la encargada de dirigir las riendas de la economía del país durante los próximos años. Si la dejan.
Lo que está claro es que la primera víctima del Gobierno Progresista, al menos desde el punto de vista del poder, será la ministra de Economía.
P.D.: Este jueves hemos conocido que, en efecto, Calviño ocupará la Vicepresidenta Tercera ("coordinará los asuntos económicos y la gran transformación digital que necesita España", dice una de las notas que ha hecho pública la secretaría de Estado de Comunicación, muy activa durante la mañana). También hemos sabido que Teresa Ribera ocupará la Vicepresidencia Cuarta y se ocupará de la transición ecológica y el reto demográfico (lo que ahora se llama la España vaciada). Habrá pues, por primera vez en la historia de nuestra democracia, cuatro vicepresidencias (si cuatro). Con todo lo que ello lleva consigo. Pero de eso, hablaremos otro día.
El buen rollo que se vivió en la sesión de investidura entre el PSOE y Unidas Podemos -recuerden a la bancada socialista recibiendo en pie con un cerrado aplauso a Pablo Iglesias antes incluso de su intervención, los abrazos con Sánchez del líder de Podemos, que se han convertido en un clásico, etc.- tiene un límite. No vayamos a pasarnos.
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