Irene Montero no se había traído la guillotina, ni siquiera esa guillotina para habanos con la que los comunistas tipo Fidel o Che parece que le cortan un dedo de mafioso al capitalismo antes de fumarse el mismo puro que el banquero de viñeta. El comunismo consiste en eso, en que el capitalista, el explotador, el de los puros y pelucos no es el patrono ni el financiero, sino el mismo Estado con su papa/banquero de Dios o de la Revolución. Irene Montero escribió aquello de “Rey Felipe, vienen nuestros recortes y vendrán con guillotina”, pero a ella, un poco papisa en aquel salón con tapices de cabello de ángel y relojes de camarlengo y el Rey haciendo de su muñeco de cera, le pareció que llevar la guillotina el primer día ante el Rey, que es como el primer día ante el suegro, era de mal gusto. Tampoco venía con tiburones como una niña con un pez payaso en una bolsita (“todos los Borbones, a los tiburones”, ha dejado dicho también). Ni siquiera tiburones de Lacoste, que ya se los puede permitir.
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