Dijo Irene Montero en una entrevista con Antonio García Ferreras que su objetivo era calendarificar el trabajo de su ministerio para tratar de alcanzar todas las metas que se ha propuesto durante su mandato. Lo afirmó hace unos días, pero en la tapa del diccionario todavía se aprecia un hematoma que duele a la vista.

Centrados en la ruidosa batalla para asegurar que el español cumpla las demandas de las feministas, quizá se ha pasado por alto la nociva influencia sobre el idioma de tantos especialistas en lo repipi. Los que consideran que los mensajes tienen más magnetismo si se acompañan de anglicismos innecesarios o neologismos inverosímiles. Aquí, los periodistas tienen una gran parte de la culpa.

Establecer normas y fronteras sobre un idioma resulta una labor titánica, pues la lengua está sometida a la influencia cientos de miles de contextos diferentes y eso provoca que su evolución sea, muchas veces, difícil de sondar. El gran estudioso de la obra de Miguel Delibes, de nombre Jorge Urdiales, recopiló en un diccionario más de 300 palabras que empleó el escritor vallisoletano, que eran habituales en la Castilla terracampina, pero desconocidas en otros ámbitos. Incluso por el propio diccionario.

Centrados en la ruidosa batalla para asegurar que el español cumpla las demandas de las feministas, quizá se ha pasado por alto la nociva influencia sobre el idioma de tantos especialistas en lo repipi

Casi al principio de Los santos inocentes, se lee un fragmento en el que se detalla que 'el Azarías' “se acostaba a la abrigada de los zahurdones”, que son el conjunto de maleza, espinos, árboles pequeños y zarzas que forman una especie de pared, y que sirven para cobijar a los labradores durante los días de viento. El diccionario de la Real Academia Española (RAE) no ayuda a despejar dudas sobre esta palabra, al igual que ocurre con sacavinos, que es el “sarmiento que se deja en la parte baja de la cepa para, una vez crecido, plantarlo como cepa nueva”, según la obra de Urdiales.

No es el caso de voces que sí que están registradas y que son ajenas al urbanita contemporáneo, como se aprecia al leer la frase completa que se citaba en el anterior párrafo: "el Azarías se despertaba flojo y como desfibrado, como si durante la noche alguien le hubiera sacado el esqueleto, y esos días, no rascaba los aseladeros, ni disponía la comida para los perros, ni aseaba el tabuco del búho, sino que salía al campo y se acostaba a la abrigada de los zahurdones o entre la torvisca”.

Los términos surgieron en ese ecosistema y lo más lógico es que allí mueran con sus hablantes, como ocurre con tantos otros que son propios de espacios y tiempos concretos. El feminismo ha acusado en reiteradas ocasiones a la RAE de ser impermeable, por machista, algo que se desmonta en el informe que ha realizado recientemente la institución para certificar que Carmen Calvo peca de ignorancia supina cuando afirma que la Constitución española no se refiere como es debido a la mujer.

En el documento, se explica que la RAE ha enmendado 360 artículos durante los últimos tiempos para que el español sea inclusivo, lo que desmiente la acusación de las más ruidosas defensoras de la igualdad lingüística.

El informe cita casos que destierran la imagen de que el español es una lengua predominante masculina, desde el término sororidad -que añade el matiz femenino a fraternidad- hasta el lamentablemente habitual feminicidio o femicidio -homicidio-. También uxoricidio, que se refiere al asesinato de una mujer a manos de su marido.

No están recogidas en el diccionario palabras habituales en la terminología feminista como heteropatriarcado, cisgénero, transfobia, hembrismo, machirulo o señoro. Tampoco feminazi. Pero no hace falta disponer de dotes adivinatorias para saber que alguno de estos términos se colará en próximas ediciones del diccionario, pues la RAE "limpia, fija y da esplendor" al idioma; y lo acota en función de las realidades de los hispanohablantes.

El baile de sufijos que proponen las Calvo y las Montero; y la extrema sensibilidad de las feministas para con el presunto machismo del idioma causan sonrojo

Cualquiera que tenga en cuenta este centenario modo de trabajar, descartará rápidamente cualquier teoría de la conspiración que sostenga que la RAE toma sus decisiones llevada por el machismo. Pensar que el diccionario y la gramática del español están sesgados por este factor y, por tanto, excluyen a la mujer, resulta fruto de la ignorancia, que es tan atrevida como interesada, pues genera titulares y eso juega a favor de los intereses de quienes promueven estos mensajes insidiosos.

El baile de sufijos que proponen las Calvo y las Montero; y la extrema sensibilidad de las feministas para con el presunto machismo del idioma y de la institución que lo adecenta, causan sonrojo. Simple y llanamente.

La RAE vapulea sus argumentos en su informe: “Uno de los tópicos más extendidos en el ideario común es la consideración de que el lenguaje es sexista. Sin embargo, este aserto, ya casi dogma, incurre en la generalización acrítica de las medias verdades. Aplicada a la lengua misma, es una acusación tan inconsistente como tildar de ponzoñosa a una copa por el hecho de haber sido recipiente de un veneno o de un barbitúrico. Es una evidencia irrefutable que han existido, existen y existirán mensajes sexistas e incluso textos y géneros claramente misóginos. Pero tal sexismo y misoginia no son propiedades de la lengua, sino usos de la misma”.

El español repipi

Resulta curioso que se haya impuesto este debate en tiempos en los que la actividad política, los medios de comunicación -aquí se incluye el firmante de este artículo- y las agencias publicitarias han demostrado tanta irresponsabilidad para con el enorme patrimonio del español, lo cual debe supone uno de los grandes retos para quienes cuidan el idioma. Porque, aunque Montero no lo sepa, quizá la palabra calendarificación resulte más nociva para el idioma que el sufijo -os para referirse al grupo del que forman parte sus amigas y amigos.

Un mero vistazo al correo electrónico (email) basta para cerciorarse de esta estúpida costumbre, repipi, de rebautizar con neologismos y anglicismos lo que ya tenía nombre. A algunos creativos publicitarios, políticos y periodistas bien se les podría definir como 'doctores Mengele' del idioma por los siniestros experimentos que realizan con las palabras, que mezclan, malean e importan con una total ligereza.

Podrán las feministas acusar a la RAE de sexista por no admitir el término heteropatriarcado; o los gitanos hablar de xenofobia porque hasta hace no mucho se les comparó con los trapaceros (hubo hasta manifestaciones), pero lo verdaderamente desconcertante es la cada vez mayor presencia en las conversaciones de vocablos y expresiones como briefing, spin-off, influencer o delivery.

Últimamente, los más sofisticados responsables de comunicación han adquirido la costumbre de convocar a la prensa en correos electrónicos que están encabezados por una frase que resulta casi satánica: “Save the date”. Y no hay medio digital que en su portada no incluya las palabras branded content para referirse al contenido patrocinado o a las promociones.

Desde luego, si el idioma se modula en función de los usos y costumbres de los hispanohablantes, cuesta evitar pronunciar el vocablo 'imbecilidad' para definir esta creciente costumbre de importar vocablos e inventar verbos y sustantivos para lograr, supuestamente, que los mensajes ganen fuerza o parezcan más actuales.

En estas condiciones, quizá los medios deberían centrar el debate en su toxicidad lingüística -este articulista inclusive- y dejar de dar pábulo a las ensoñaciones de Calvo, Montero y compañía.

Dijo Irene Montero en una entrevista con Antonio García Ferreras que su objetivo era calendarificar el trabajo de su ministerio para tratar de alcanzar todas las metas que se ha propuesto durante su mandato. Lo afirmó hace unos días, pero en la tapa del diccionario todavía se aprecia un hematoma que duele a la vista.

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