La versión de lo sucedido en la madrugada del lunes 20 de enero en el Aeropuerto de Barajas de Madrid que, a trompicones y con algunas contradicciones, han ido dando distintos ministros del Gobierno (José Luis Ábalos, Grande Marlaska, González Laya, María Jesús Montero, etc.), es la siguiente:
El domingo por la tarde el Ministerio de Asuntos Exteriores es informado de que en el Falcon de la compañía Sky Vallet que salió a las 9 de la mañana del Aeropuerto Maiquietía-Simón Bolívar (Caracas) y que tenía prevista su llegada a Barajas en torno a la medianoche de ese mismo día, viajaba, además del ministro de Turismo de Venezuela, Félix Plasencia, la vicepresidenta de la República Bolivariana, Delcy Rodríguez. El aviso al Ministerio que encabeza Arancha González Laya fue dado por la Embajada de Venezuela en España.
Según el artículo 6 de las sanciones de la UE aprobadas en vigor desde hace dos años los Estados miembros están obligados a adoptar "las medidas necesarias para impedir que entren en su territorio o transiten por él" las 25 personalidades de Venezuela directamente afectadas por las sanciones. Entre ellas se encuentra la vicepresidenta Rodríguez.
Ábalos ha contado que él se dirigía al Aeropuerto de Barajas en la noche del domingo para recoger a su amigo Félix Plasencia cuando, "sobre las 22 horas", recibió una llamada del ministro Marlaska pidiéndole que "hiciera lo posible para que Rodríguez no bajara del avión". Según el relato del ministro, cuando el Falcon ya estaba en la terminal de vuelos privados de Barajas (situada en la T-1), subió al avió y mantuvo en su interior una conversación con Rodríguez de unos 25 minutos y le recordó a la vicepresidenta de Venezuela que "lamentablemente no podía pisar suelo español".
Después, el ministro se marchó, dejando en el aeropuerto a su amigo Plasencia y, según la valoración del Gobierno, tras haber evitado con su gestión un conflicto diplomático con Venezuela.
Los miembros del Gobierno -sobre todo el ministro de Fomento- no se explican el revuelo y consideran que el asunto se está sacando de madre de manera artificial para hacerle daño.
Tal vez si se hubieran dado explicaciones claras y precisas desde el primer momento el asunto no hubiera pasado de ser una "anécdota".
Han pasado ya doce días desde que se produjo el incidente de Barajas y siete desde que se conoció gracias a una filtración y el Gobierno todavía no ha precisado un dato importante: ¿desde cuándo conocía que la vicepresidenta de Venezuela viajaría a España acompañando al ministro de Turismo? Este martes, el ministro del Interior ha vuelto a escurrir el bulto ante esta inocente pregunta.
El Gobierno todavía no ha dicho desde cuándo sabía que la vicepresidenta de Venezuela aterrizaría en Madrid. Ni si le avisó de que no podía hacerlo.
Rodríguez tenía una misión que no pudo cumplir... del todo
Ese dato no es baladí, ya que la obligación del Gobierno habría sido informar a Venezuela de que Rodríguez no podía pisar suelo español. No sólo eso; debería haberle advertido que ni tan siquiera podía atravesar nuestro espacio aéreo, según establece la sanción impuesta por la UE.
Así que, o el Gobierno no informó de esa limitación a Venezuela, o bien la vicepresidenta asumió el riesgo de aterrizar en Madrid a sabiendas de que la Policía rechazaría su entrada o bien la detendría.
El Independiente publica este martes un dato hasta ahora desconocido y que arroja un poco de luz sobre lo acaecido en la madrugada del 20 de enero.
Si bien Interior conocía desde el sábado que la vicepresidenta de Venezuela llegaría a España en vuelo privado procedente de Caracas, no fue hasta el domingo por la tarde (con el Falcon ya en vuelo) cuando la Policía de Barajas tuvo conocimiento de que Rodríguez figura en la lista de 25 personalidades que no pueden entrar en el espacio Shengen.
Por tanto, cuando la vicepresidenta despegó desde Caracas no era consciente de que no podía entrar en España.
Otro dato avala el hecho de que Rodríguez pensaba pasar la noche y la mañana del lunes 21 de enero en Madrid: el plan de vuelo, que limita el número de horas que la tripulación puede hacer sin descansar.
Es más, cuando Ábalos le dijo que no puede pisar suelo español, la primera intención de Rodríguez fue que el Falcon continuara su ruta hasta Estambul, destino final del vuelo, a lo que se negó la tripulación.
La Comisaría de Barajas y Aena tuvieron que improvisar un plan para evitar un conflicto diplomático. Llevaron a Rodríguez y a su séquito (6 personas) a la zona VIP del Aeropuerto utilizando un vehículo de Aena. Después, dado que Rodríguez había decidido marcharse cuanto antes, le consiguieron billetes para el vuelo que salió a las 8,20 del lunes con destino a Doha (Qatar). Sin comerlo ni beberlo, la vicepresidenta de Venezuela hizo más de 5.000 kilómetros de más para llegar a su destino: Estambul. No parece lógico.
Si las cosas hubieran sido tan simples ("un encuentro fortuito", dijo la ministra de Exteriores), el Gobierno hubiera dado explicaciones desde el primer momento.
Pero hay algo que desbarata el relato oficial y que es la clave en todo este asunto: ¿Para qué venía la vicepresidenta de Venezuela a Madrid?
Si Rodríguez no supo que no podía entrar a España (eso parece fuera de toda dudas) hasta su llegada a Barajas, sería perfectamente plausible que hubiera agendado algún encuentro a alto nivel durante su estancia de casi quince horas en Madrid (el Falcon partió con destino a Estambul a las 14,43 horas del lunes).
Según insinuó tras el Consejo de Ministros la portavoz Montero la idea de Rodríguez era pasar la noche en un hotel de Madrid (como hizo la tripulación del vuelo). Esa impresión no casa con que supiera que tenía prohibida su entrada en España.
¿Toda la noche en Madrid y parte de la mañana del lunes sin más objeto que dormir o hacer algo de turismo? Eso es algo difícil de creer en uno de los miembros más activos del gobierno de Nicolás Maduro.
Rodríguez vino a Madrid con una misión que no pudo cumplir, al menos a plena satisfacción. Eso es lo que pone nervioso al Gobierno.
La versión de lo sucedido en la madrugada del lunes 20 de enero en el Aeropuerto de Barajas de Madrid que, a trompicones y con algunas contradicciones, han ido dando distintos ministros del Gobierno (José Luis Ábalos, Grande Marlaska, González Laya, María Jesús Montero, etc.), es la siguiente:
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