Ocurre en todo el mundo. La mayoría de los humanos aminoramos la marcha hasta detener nuestro vehículo para no perder detalle de un accidente en carretera. A menudo la DGT nos advierte que provoca mayor colapso este efecto que el propio siniestro. Sin embargo, no podemos evitar hacerlo.
Cuando soportamos la cola pensamos en lo absurdo de la actitud de los conductores que nos preceden. "¿Cómo pueden ser tan morbosos?", y cuando es nuestro turno y llegamos a la altura del accidente frenamos igual, porque "si los demás lo han visto yo también lo quiero ver". Como decía Diógenes de Sinope, "gente hay mucha, personas pocas".
Cada año mueren en el mundo entre 250.000 y 500.000 personas por la gripe común
Es el efecto mirón. La curiosidad malsana de los humanos, la misma que hace líder de audiencia un programa de televisión que provoca la infidelidad de las parejas y rompe noviazgos de años en pocas semanas.
Esa misma curiosidad innata de nuestra mitad oscura es la que nos provoca nuestro más bajo instinto en la epidemia del coronavirus. Es el miedo ancestral, el que no dejaba salir de la cueva a nuestros antepasados cuando caía un rayo en la tormenta.
Según la OMS cada año mueren en el mundo entre 250.000 y 500.000 personas por la gripe común, el año pasado en España 6.300 defunciones. El coronavirus no ha provocado ni 3.000 muertes en el mundo a día de hoy, el 97% de los contagiados se curan y el 80% de afectados transmiten la enfermedad sin tener ni siquiera síntomas. Es más contagioso que la gripe, pero menos mortal.
Aunque vivamos en la era de la información, este miedo genético provoca que algunos divulguen falsos remedios para evitar el contagio: comer ajo, frotarse con aceite de sésamo, tener mascotas en casa, untar tu cuerpo con alcohol…
Se agotan las mascarillas en España cuando apenas hay una decena de casos y jamás nos la ponemos cuando sufrimos una gripe común
Hay españoles que al recibir los envíos de Ali Express desde China no abren los sobres más que con guantes de látex, otros que denuncian al que tose insistentemente en el transporte público por no llevar mascarilla y los hay que tras ver lo sucedido en Italia están haciendo acopio de alimentos en su casa por lo que pueda suceder. Se agotan las mascarillas en España cuando apenas hay una decena de casos y jamás nos la ponemos cuando sufrimos una gripe común y sería más necesaria. Además las mascarillas de farmacia no evitan el paso del virus.
No es el coronavirus el culpable de esta situación, lo es este miedo latente, incontrolable y primitivo que conservamos en un rincón de nuestra mente. Este efecto contra el que debemos luchar es el culpable del desplome de las bolsas mundiales en pocos días, de la numerosas cancelaciones en las agencias de viajes y el retroceso en la actividad económica de todo el planeta. Se estima que ya se han perdido más de 40.000 millones de euros a causa de este miedo injustificado. La crisis sanitaria de la gripe aviar se saldó con un recorte en la Bolsa que alcanzó el 15 por ciento y mató en todo el mundo no más de 700 personas. Curiosamente, muchas más murieron por atragantamiento en esos mismos años (en España mueren por este motivo 2.000 personas al año) sin causar efecto económico alguno.
Este efecto contra el que debemos luchar es el culpable del desplome de las bolsas mundiales en pocos días
¿Es entonces culpa de los medios de comunicación sobredimensionar los efectos de estas epidemias? No, ellos se limitan a alimentar nuestro efecto mirón. Casi todas las cadenas de televisión, radios y digitales están informando certeramente acerca del coronavirus, pero lo hacen casi de forma monográfica, lo cual en sí mismo es una exageración. Que en el siglo XXI ciudades ricas de Italia estén en cuarentena, que cientos de turistas se encierren por seguridad sanitaria en un hotel en Tenerife, que se controlen aeropuertos, cruceros retenidos en puertos con enfermos… todo es noticia y nos despierta a una realidad que no controlamos: la pandemia de un virus hasta ahora desconocido. Es nuestra curiosidad innata y nuestros miedos los que provocan el resto.
He visto a compañeros reporteros de televisión con máscaras antigás haciendo crónicas. Hoy son 80.000 afectados en 38 países, 2.600 fallecidos y más de 23.000 contagiados se curaron sin mayor problema. Los efectos económicos y sociales de este virus son los realmente preocupantes, no los sanitarios. Tenía razón Charles Dickens cuando escribió "hay siempre en el alma humana una pasión por ir a la caza de algo".
Ocurre en todo el mundo. La mayoría de los humanos aminoramos la marcha hasta detener nuestro vehículo para no perder detalle de un accidente en carretera. A menudo la DGT nos advierte que provoca mayor colapso este efecto que el propio siniestro. Sin embargo, no podemos evitar hacerlo.
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