Cayetana tiene la batalla perdida contra La Sexta y contra Montero, que son como la España del reguetón, o sea toda la época que nos ha tocado. A Cayetana la llaman pija y marquesa y ya está todo hecho. Después de tanto progresismo y tanto igualismo, parece que en este país todo sigue estando en el nacimiento, en la cuna de la porcelana de la criada o en la cuna del carbón obrerista de los que a lo mejor no son ni siquiera obreros, pero se tiznan como cantores de jazz blancos. Ya sólo hay estereotipo y clasismo en la izquierda. Estas marquesas de hoy hacen mejores currantes, mejores artículos, mejor pensamiento, y sin sacar para nada su marquesado como un merengue. Sin embargo, la izquierda tiene que ir siempre soltando, como si fueran migas del bolsillo, lo de la familia humilde o el padre remendón o el hambre de sardina, incluso inventándolo, para así justificar tener un trabajo de pegar carteles o un ministerio florecido de tus propias gónadas, que a lo mejor es tan humillante como si la mujer volviera a tener la cocina para ella sola.
La marquesa no saca el marquesado como un Rolls de domingo, ni saca su condición femenina para el carné de baile ni para hacer secretariado ni para ser enfermera de guerra. La marquesa no se dedica a ser una figurita de pastorcita ni una madre con jardín en la falda. La marquesa estudia, trabaja, escribe, y puede hablarte de la koiné y de un contrafáctico en la misma conversación. Quiero decir que Cayetana no está donde está por ser marquesa, pero lo de la otra marquesa de Galapagar ya sería más difícil de justificar. Tampoco está ahí por ser mujer, ni se dedica a ser mujer como antes se dedicaba la mujer a ser mujer. Cayetana lo tiene todo perdido porque ahora sólo te puedes definir en el grupo, en conjuntos estandarizados donde colectivizan la identidad, la ideología y hasta los sentimientos, pero ella no necesita ningún estereotipo, ni siquiera el de marquesa con meñique de superioridad y asquito. Toda su altanería es intelectual, no de clase. Al contrario, en el otro lado toda la altanería es de clase y la vicepresidenta Montero se limita a lucir una especie de intelectualidad de pitonisa que sólo puede hablarte de sus horóscopos y gatos negros, grave y repetidamente.
Cayetana lo tiene perdido porque no lucha contra unos iguales, sino contra toda una época, como luchaban en su día los campesinos contra el marqués feudal de pernada, ballesta y pavo real
A Cayetana la llaman marquesa los marqueses, y es lo más gracioso. Los del rancio abolengo de la izquierda, los que te cuentan los cromosomas del sexo o del gremio o de la nación, los que te miran desde la trona de su origen para decirte lo que es decente pensar, igual que aquellas marquesas que te mandaban a misa con más repugnancia que piedad, como si quisieran lavarte el alma con jabón. A Cayetana la llaman marquesa incluso desde uno de los dos marquesados que se han dividido la televisión como una yeguada heredada. Atresmedia contra Cayetana, me refiero.
Imaginen a alguien, no ya Cayetana, sino cualquier simple ser humano, intentando coartar la libertad de expresión de Atresmedia, que es la mitad de la España televisiva o sociológica como la mitad de la calabaza Ruperta. Alguien que ni siquiera hubiera anunciado su intención de meter en la cárcel a ningún periodista turbio, como hizo el luisino vicepresidente Iglesias. No, sólo alguien que simplemente hubiera criticado a La Sexta, que es tan criticable como Intereconomía, o como cualquier medio, salvo que ya no se pueda criticar. Que diga, por ejemplo, que “La Sexta hace negocio con la erosión de los valores de nuestra democracia”, barbaridad que no se puede sostener mirando los ojos apelusados de Jaume Roures.
Una personita contra Atresmedia, desigual amenaza ante la que el grupo se tendría que defender con todo. Se tendría que defender con Ferreras en posición de remate de cabeza llamándola “portavoz del odio” y “especialista en manipulación”, mientras puede que el personal recordara sus comidas con Podemos, con planos en las servilletas, o esos soplidos de silencio o aliento que se le quedan a él en el aire mientras parece que monta con la actualidad armarios descuadrados. Se tendría que defender con los reporteros persiguiendo a los peperos para preguntarle por el “ataque a la libertad de expresión”, con las noticias de Antena 3 titulando “la marquesa ultra del PP”, y hasta con el pobre Marhuenda intentando que no se le mancharan ni la cuchara ni los pantalones. La verdad es que Ferreras tiene perfecto derecho a sus cabezazos, y Marhuenda a sus equilibrios, y Cayetana a sus críticas. El abuso es ver a la mitad del sofá fondón de toda España atacar a una sola persona con sombra leve, lenta y egipcia de caballo de ajedrez.
A Cayetana la llamaban marquesa desde ese gran marquesado que tendría que dejar sólo la carta de ajuste y el póquer vaquero de madrugada si de verdad pensara que las críticas a los medios son ataques a la libertad de expresión. Y la llamaban marquesa desde el castillo moral de sangre y tribu de los que no tienen más discurso que esa sangre y esa tribu. Se podría pensar que se trata de eso, de marqueses contra marqueses, que todo queda en unas alturas de hidalguías, estandartes y águilas, como una Guerra de las Dos Rosas. Pero ya digo que Cayetana lo tiene perdido con Montero, con La Sexta y puede que hasta con el PP. Y lo tiene perdido porque no lucha contra unos iguales, sino contra toda una época, como luchaban en su día los campesinos contra el marqués feudal de pernada, ballesta y pavo real. Cada época deja sus héroes contumaces, su música de taberna y sus nobles almenas atacadas.
Cayetana tiene la batalla perdida contra La Sexta y contra Montero, que son como la España del reguetón, o sea toda la época que nos ha tocado. A Cayetana la llaman pija y marquesa y ya está todo hecho. Después de tanto progresismo y tanto igualismo, parece que en este país todo sigue estando en el nacimiento, en la cuna de la porcelana de la criada o en la cuna del carbón obrerista de los que a lo mejor no son ni siquiera obreros, pero se tiznan como cantores de jazz blancos. Ya sólo hay estereotipo y clasismo en la izquierda. Estas marquesas de hoy hacen mejores currantes, mejores artículos, mejor pensamiento, y sin sacar para nada su marquesado como un merengue. Sin embargo, la izquierda tiene que ir siempre soltando, como si fueran migas del bolsillo, lo de la familia humilde o el padre remendón o el hambre de sardina, incluso inventándolo, para así justificar tener un trabajo de pegar carteles o un ministerio florecido de tus propias gónadas, que a lo mejor es tan humillante como si la mujer volviera a tener la cocina para ella sola.
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