Estaba lo del día color mujer igual que estaba lo del Gobierno de progreso, algo más estético que sustantivo. Pero luego resulta que el Gobierno son dos Gobiernos y con bastantes antiguallas, y el feminismo son muchos feminismos con muchas sectas, papisas y diosas pretendientes que le salen a la mujer.
La mujer es la mitad de la humanidad levantándose en el mundo como en una barca, y siguen queriendo controlarla y tenerla atada de una u otra manera, como el cura de antes, que les entremetía culpas, absoluciones y tareas femeninas piadosas y apostólicas, entre el planchado del dogma y el ganchillo con ángeles. Un poco así, ahora a la mujer también le dan pancartas y pecadores (aún mejor, pecadoras) en domingos de coro, galletas parroquiales y justicia divina.
Estaba lo del día color mujer, que lo hacen muy creíble, muy sincrónico, muy danzante, por ejemplo ahí tapando como con lilas ese olor que sigue teniendo Atocha a pan abierto en el tren. Los galeones neoclásicos de Madrid, las alamedas de las provincias y los ríos de los pueblos amanecen morados, como si la mujer en general, la mujer alegórica, que queda siempre un poco republicana, se hubiera lavado el pelo en sus puentes romanos y sus fuentes moras y sus plazas de llenar el cántaro, como cuando las mujeres hacían eso.
Parece que los ríos vengan con el color de la mujer que se baña rebeldemente para teñir toda la historia, pero resulta que, de nuevo, mujeres y hombres han echado a otras mujeres y hombres de la cosa de ser buenos feministas como de la cosa de ser buenos cristianos. Eso, por supuesto, no menoscaba el feminismo, sino que lo hace más puro, como después de quemar brujas en su propia hoguera de laca.
La mujer es la mitad de la humanidad levantándose en el mundo como en una barca, y siguen queriendo controlarla y tenerla atada
A los de Ciudadanos los han echado de la manifestación de Madrid a puro cristazo, con odio de hereje. La verdad es que el feminismo no es ahora una lucha contra el macho con olor histórico a establo, ni contra ese patriarcado como de Las mil y una noches que dicen. Ahora, es básicamente una lucha entre una visión transversal y humanista y otra visión ideologizada, dogmática y totalizante, que ve en la mujer el sujeto que impulsará, una vez más, la revolución que antes se intentó con el obrero o con el pobre o con los pueblos oprimidos y que siempre termina igual, mirando cenizas y esperando la próxima oportunidad.
La visión humanista colocará por encima de todo, claro, las metas de la mujer individual y su libertad, como las de cualquier ser humano, mientras que la otra pone a la mujer como actor heroico en una transformación universal que implica cambios políticos, culturales, sociales, económicos y morales muy específicos. Es un feminismo que ya viene con todo el Paraíso incluido, aunque, claro, como todos los paraísos, exige obediencia, ortodoxia, uniformidad y unos culpables históricos con mucha estopa que hagan festivas y chisporroteantes las hogueras.
El feminismo, o los feminismos, quizá no se dan cuenta de lo que han conseguido y de lo que están consiguiendo, que es más que cubrir una ciudad con colores como de tinte de Cleopatra. La idea de la igualdad entre hombre y mujer es tan potente, es tan difícil oponerse a ella, o sea, es tan intrínsecamente razonable y ética, que hasta a Abascal lo hemos visto ensalzar a las mujeres de su partido como mujeres “libres” que no necesitan al “macho”, alfa o beta. Eso, aunque luego sigan teniéndole miedo al rodillo de amasar y a la vagina dentada.
Pero hasta ellos han aceptado la episteme feminista, aunque nieguen el feminismo o hagan una versión como de señor Roper, entre acomplejada y cínica. A eso quería llegar, a que el feminismo sigue y seguirá avanzando porque es lo humano, es lo civilizado. Y no es una ideología, como no son ideología los derechos humanos. El verdadero feminismo es metaideológico.
El feminismo todavía tiene que luchar por que la aspiración humanista de su movimiento no termine destruida por los que pretenden que sea una forma completa de pensar
La derecha de los Roper es muy minoritaria, y desde luego ni Ciudadanos ni Cayetana entran ahí. Pero tenemos una izquierda que no es que vea el feminismo como ideología, sino como medio para la hegemonía (como los populismos o los nacionalismos, que muchas veces no tienen más doctrina que esa asociación entre su partido y el “pueblo”, la “nación” o la “mayoría social). Esa izquierda en realidad vacía el feminismo de su sentido propio, completo, autónomo, y lo convierte en un simple paso en el que la mujer es un ejército para otros fines estatistas o universales.
Ahí están los del anticapitalismo uterino o los de la heterosexualidad como esclavitud de los mercados o yo qué sé las tonterías que organizan alrededor de sus bajos, llenándolos de diagramas, ecuaciones, mandamientos, anteproyectos y parusías.
El feminismo todavía tiene por qué luchar, y no sólo por una igualdad efectiva entre hombre y mujer, sino por que la aspiración humanista de su movimiento no termine destruida, alienada, por los que pretenden que el feminismo sea una forma completa de pensar, que la mujer sólo tenga una forma de pensar y sea la suya. Ésos que quieren que el Estado haga planes quinquenales para tu cama igual que para el trigo, o manuales de instrucciones para el ano. O los que ven en el pubis, como si fuera una cara de Bélmez, al propio Carlos Marx. O, simplemente, el mentón rasuradito de Sánchez.
Estaba lo del día color mujer igual que estaba lo del Gobierno de progreso, algo más estético que sustantivo. Pero luego resulta que el Gobierno son dos Gobiernos y con bastantes antiguallas, y el feminismo son muchos feminismos con muchas sectas, papisas y diosas pretendientes que le salen a la mujer.
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