El virus manriqueño, siguiendo los pasos de las miniaturas medievales, de la danza macabra, de las representaciones de la Rueda de la Fortuna con la muerte canina y espigas y bufones, ya ha llegado al Consejo de Ministros y puede llegar a la Casa Real como en un final de teatro jacobino. Se ha contagiado Irene Montero en la otra trinchera, porque antes ya se había contagiado Ortega Smith, sin darle importancia, como los señoritos que sufren un percance de caza o de taberna. Una quizá se creía que la protegía del relente castañero de Madrid la propia Artemisa, y el otro que podía matar al virus a tiros, como un sahib un tigre de Bengala.
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