El presidente del Gobierno anunció ayer la aprobación de unas cuantas partidas para ayudar a paliar los daños crecientes que esta crisis del coronavirus está produciendo ya en la vida económica y laboral de España y cuyos efectos negativos se pueden prolongar en el tiempo hasta empujar al país a una crisis como la padecida en 2008. No hay más que ver el batacazo monumental que se dio ayer la Bolsa con esa caída del 14% que, sumada a las bajadas de los días anteriores, supone una pérdida de su valor de nada menos que un 36%. El mayor desplome de toda su historia.
Y aunque todas las voces autorizadas auguran que, una vez superada la crisis sanitaria, la recuperación va a llegar en Uve, lo que significará que podrá producirse con la misma rapidez y la misma intensidad que ha tenido lugar este deterioro por razones coyunturales, la incertidumbre de cuánto va a durar esta lucha contra el virus permite albergar de todos modos serios temores sobre el estado de hundimiento en el que se va a encontrar el país para entonces y si en ese caso España conservará músculo suficiente como para recuperar su nivel anterior a la crisis.
Es un total de 18.ooo millones los que Pedro Sánchez va a liberar para tratar de suavizar los efectos de esta emergencia sanitaria. La partida más importante de las anunciadas por el presidente es la del aplazamiento de los pagos a Hacienda de las pymes, junto con otras ayudas que en realidad no suponen un gasto relevante adjudicado a los Presupuestos Generales del Estado, de los que el Gobierno detrae efectivamente 1.000 millones de euros. Son medidas dignas de apoyo, por supuesto, pero que se limitan a intentar paliar los efectos más negativos producidos en el país por la crisis del coronavirus. Pero son medidas que van por detrás de ella, no por delante.
Y eso es lo que se ha echado de menos en la comparecencia del presidente Sánchez, decisiones que se pusieran por delante de la emergencia sanitaria de modo que se pueda detener o se le puedan poner unos límites a su expansión geométrica. De hecho, el presidente no reconoció ningún error en la gestión de la emergencia sanitaria, ni siquiera el más criticado, por irresponsable, de autorizar la manifestación masiva de mujeres el 8-M. El recurso de Sánchez fue el de remitirse sistemáticamente durante su intervención a las autoridades médicas, a los expertos, para justificar decisiones que han tenido, como ésa del Día Internacional de la Mujer, un evidente componente político.
El presidente no reconoció ningún error en la gestión de la emergencia sanitaria, ni siquiera el más criticado, por irresponsable, de autorizar la manifestación del 8-M
El presidente se ha puesto de lado y ha adjudicado todas las decisiones, con sus aciertos y sus errores, a "la ciencia" . Y no respondió a ninguna de las preguntas que le hicieron los periodistas en el sentido de si no se está equivocando de la misma manera en que se equivocó el gobierno italiano, que ha ido por detrás de la crisis hasta que ésta se ha desbordado y se ha visto en la necesidad de bloquear el país entero.
En España parece estar pasando algo similar y ahora nos encontramos con que el cierre de Madrid nos lo están haciendo comunidades como Murcia o Extremadura, y el de España en su conjunto nos lo están haciendo un número creciente de países que, o no aceptan la entrada de nuestros nacionales en su suelo, o han ordenado someterlos a un período de cuarentena antes de autorizarles a entrar en él.
Sánchez no respondió cuando fue preguntado repetidamente por si tiene intención de bloquear la Comunidad de Madrid, el foco más grande de coronavirus de toda España porque cuenta con la mitad de enfermos en su territorio. No dijo ni que sí ni que no, simplemente se limitó a decir que el Gobierno hacía en todo momento lo que los expertos aconsejaban. Y, sin embargo, esa es una decisión técnica pero que sólo puede tomar el poder político y que tendría una fuerza coactiva mucho más eficaz que la de rogar a la población que se mantenga en sus casas y que se lave mucho las manos.
De hecho, la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, vino a sugerir ayer que el Gobierno estaba considerando tomar esa decisión para la cual, dijo, ella no tenía la capacitación legal imprescindible. Ella parece muy contraria a esa medida pero, por dura y drástica que sea, y por mucho coste que pueda suponer para la Comunidad, puede que resulte de una eficacia mucho mayor que la de seguir dando consejos a una población que los seguirá o no, dependiendo de lo que decida libremente hacer, como se ha podido ver estos días con los parques abarrotados de niños y las plazas de adolescentes.
En vista del poquísimo caso que los ciudadanos están haciendo a los consejos de las autoridades, el alcalde de Madrid José Luis Martínez-Almeida ha tenido que hacer una comparecencia en la que ha explicado con expresión muy grave que "esto no son unas vacaciones". Es más, a última hora de la tarde de ayer el Ayuntamiento tuvo que decidirse a cerrar los parques infantiles y las discotecas, y a ejercer una estrecha vigilancia sobre las terrazas de los bares.
La medidas anunciadas ayer por el presidente del Gobierno están muy bien, pero son una tirita que no tiene ni la extensión ni la fuerza imprescindibles para cerrar esta brecha abierta
Eso por un lado. Por otro está el nulo caso que también se está haciendo para que no se acuda en masa al hospital a hacerse pruebas al menor golpe de tos. Tal es así que están siendo los propios médicos y enfermeros de alguno de los más importantes hospitales madrileños los que se han decidido a lanzar un llamamiento a los ciudadanos para que ayuden al sistema público de salud y no lo colapsen acudiendo masivamente a las urgencias para determinar si padecen o no el virus. "Ayúdanos y quédate en casa", es su mensaje, que intenta que la población tome conciencia de que, si no colabora gestionando con prudencia sus temores o su angustia, acabará por provocar el colapso de la asistencia sanitaria. Y entonces perderemos todos.
Pedro Sánchez volvió a decir que el país necesita con urgencia unos nuevos Prespuestos Generales, pero tuvo buen cuidado de no recoger el guante que le había lanzado Inés Arrimadas cuando le propuso horas antes de su comparecencia poner sus 10 diputados al servicio de la aprobación de las cuentas del Estado, lo cual le libraría de depender de los votos de Esquerra Republicana.
Pero, claro, al tiempo que le ofrecía su apoyo, Arrimadas planteó también un giro a esos Presupuestos que en realidad no tendría por qué incomodar a Sánchez en la medida en que la líder naranja le propone la habilitación de un fondo de contingencia para fortalecer de manera "urgente" la sanidad pública y garantizar el apoyo económico a familias, autónomos, trabajadores y pymes. Nada que el presidente no haya incluido en las medidas anunciada ayer por él mismo. Pero el ofrecimiento concreto de Arrimadas no obtuvo respuesta alguna.
Y eso es porque, al margen de la crisis del coronavirus, esos Presupuestos cabalgan sobre una estrategia política de acercamiento a los independentistas de Oriol Junqueras, que vacía completamente de sentido las apelaciones del presidente a la necesidad imperiosa de aprobar unas cuentas del Estado que no tiene intención de negociar con nadie que no sean sus socios hace tiempo elegidos.
El caso es que el país se está paralizando poco a poco en todos los órdenes de la vida ciudadana y llegará a detenerse por completo si el virus se sigue extendiendo a todo el territorio. La medidas anunciadas ayer por el presidente del Gobierno están muy bien, pero son una tirita que no tiene ni la extensión ni la fuerza imprescindibles para cerrar esta brecha abierta. Se necesitan medidas más contundentes, por drásticas que resulten a la opinión pública. Y se necesitan con urgencia.
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