Un país que está sometido a la tensión y a la angustia en que esta sometido el nuestro no merece de ningún modo estar dirigido por un equipo de diletantes como el que compone el Gobierno presidido por Pedro Sánchez. Cuando escribo estas líneas son las 20,25 h. del sábado 14 de marzo y los españoles llevan esperando desde las dos de la tarde, cuando se les dijo que el presidente les iba a anunciar las medidas adoptadas tras la declaración de alarma, a que el presidente comparezca para anunciar lo que tendría que haber anunciado, decidido y puesto en práctica hace ya por lo menos tres días pero que se ha ido posponiendo porque, mire usted, parece que nuestros dirigentes no están de acuerdo en lo que se debe hacer en estas circunstancias y se han dedicado todo el sábado a discutirlo.

Por lo visto ha habido largas e intensas polémicas sobre qué tipo de medidas económicas había que adoptar y sobre a qué sectores debían dirigirse mayoritariamente esas medidas. Eso demuestra que hasta el mismísimo día de hoy no se había abordado la cuestión en profundidad y que donde tenía que haberse hecho, que es en la Comisión de Subsecretarios, de donde deberían haber salido ya cerrados los acuerdos, pendientes de nada más que de los retoques y posterior aprobación del Consejo de Ministros, no se ha tratado el asunto, que ha llegado crudo y virgen a la sala de reuniones del Gobierno. Y parece además que aquí se han dedicado a confrontar dos modelos de actuación que responden a dos concepciones distintas, a dos modelos de sociedad y unos, los de Podemos, querían ir por un lado mientras los otros, los del PSOE, pretendían tirar por el otro.

Resulta de todo punto impresentable que, después de la barbaridad de alentar la manifestación del 8-M, este Gobierno tenga la cara dura de exhibir cómo las recomendaciones que se dan insistentemente a la población se las pasan por el arco del triunfo

Pero es la segunda vez que el presidente comparece para explicar las medidas económicas que se van a adoptar y es la segunda vez que nos anuncia que en el siguiente Consejo de Ministros, el tercero, se adoptarán otras nuevas. Se ve que no consiguen llegar a puerto y esto se está convirtiendo en el cuento de nunca acabar. En Alemania comparecieron ayer al alimón el ministro de Fianzas y el de Economía para anunciar, entre otras medidas, un programa de garantías de la banca pública a préstamos ilimitados a las empresas para protegerlas de las consecuencias de la crisis en la que el coronavirus va a sumir a muchas de ellas. “Este plan no va a fallar por falta de recursos o de voluntad política”, dijo el responsable de Economía. Y no hubo más.

Cierto que la situación presupuestaria de Alemania le permite poner a disposición de quienes lo necesiten un volumen de 500.000 millones en créditos. No se trata de compararnos en eso sino hacerlo nada más que en la celeridad y la unanimidad con la que el gobierno alemán, que es también un gobierno de coalición pero es evidente que más y mejor engrasado que el que tenemos en España, ha acordado las medidas de ayuda a adoptar y las ha comunicado de una sola vez. Aquí estamos a años luz de semejante claridad en las decisiones.

Pero hay otras cosas tan urgentes, si no más, que las relativas a las ayudas, y ésas son las que se refieren a la lucha directa contra la amenaza del virus a la salud y a la vida de la población. Llevamos mucho tiempo de retraso mientras la pandemia avanza sin que el Gobierno haya hecho otra cosa que "recomendar" a la población que se lave las manos y se quede en su casa. Recomendaciones con las que la gente ha hecho lo que le ha dado la gana y, si no, véase lo que ha sucedido el sábado por la mañana en La Pedriza, en Madrid, en un Benidorm atestado de personas tomando el sol o en general en la costa levantina, a donde miles de madrileños se han marchado como si les hubieran dado vacaciones y no estuviéramos tratando de aislar a la población precisamente para que el virus no se siga propagando en progresión geométrica.

Pero, claro, tenemos el mejor ejemplo de incumplimiento en el propio Consejo de Ministros porque resulta que Pablo Iglesias, el vicepresidente y pareja de la ministra infectada por el coronavirus, se ha saltado a la torera la cuarentena a la que estaba sometido y se ha plantado en la sala de reuniones a discutir con el resto de los ministros porque, naturalmente, no podía él quedarse fuera del cotarro ni podía dejar de intentar que alguno de los "suyos", quiero decir alguien de Podemos, formara parte del sanedrín de la crisis. Cosa que no ha logrado porque aquí no se estaba en un reparto de gananciales sino en una tarea muy seria que no permite frivolidades.

Y me da igual que haya sido el presidente el que le haya llamado. Lo que sé es que resulta de todo punto impresentable que, después de la barbaridad de alentar la manifestación del 8-M, este Gobierno tenga la cara dura de exhibir cómo las recomendaciones que se dan insistentemente a la población se las pasan por el arco del triunfo los mismos que las están imponiendo. Esto no es de recibo.

Ya hemos llegado por fin a saber qué ha decidido hacer este Gobierno renuente y dubitativo para enfrentarse a la pandemia del coronavirus. Esperemos ahora que no se detenga

El virus está ya por toda España y el Gobierno ha seguido discutiendo y alargando de manera injustificable la implantación de medidas que tendrían que estar operando en todo el país desde hace cuatro días por lo menos. El espectáculo es lamentable y las comunidades autónomas más afectadas por la epidemia se han tenido que adelantar a este Gobierno paralizado por su propia endeblez e incapaz de ponerse enfrente de la amenaza y decretar todas las medidas que han adoptado otros países que han sufrido antes que nosotros este ataque tremendo. Con ser difícil el panorama, ya teníamos ejemplos de cómo no cometer determinados errores. Y, sin embargo, este Gobierno los ha cometido.

Los españoles no estábamos esperando todo el día de ayer -un día más- a que nuestros ministros establecieran principios académicos o a que aprobaran una tesis doctoral, con perdón de la palabra, sino a que cogieran de una vez el toro por los cuernos y el presidente nos dijera qué pensaba hacer para enfrentarse al virus e impedir que siga arrasando a la población.

Por fin, rondando ya las nueve de la noche Pedro Sánchez ha aparecido. Aleluya. En resumen, lo que el Gobierno ha decido es aplicar en todo el país las medidas que algunos presidentes de comunidades autónomas habían ya puesto en marcha aunque sin tener competencias constitucionales para ello. Por decirlo en corto, el país queda confinado en su totalidad. Punto. Se trata de restringir el libre movimiento de los ciudadanos por todo el territorio, una medida que, de haberse puesto en práctica mucho antes, probablemente nos habría ahorrado en buena parte la propagación del virus y con toda seguridad habría proporcionado un cierto grado de confianza a una población al principio inconsciente e insegura y al final atemorizada.

Ahora ya no se trata de recomendaciones sino de la imposición de la autoridad. De la autoridad nacional, por supuesto, porque no está el patio para detenerse en las pegas de competencias de más o de menos que tengan las comunidades autónomas. Resultan ridículos los reparos formulados por Urkullu y por Torra por si se invaden sus respectivas autonomías en las decisiones que hayan de adoptarse de ahora en adelante. La coordinación de todas las actuaciones es obligada para que resulten efectivas en todo el país. Pero éste no es un pugilato político ni un duelo administrativo, es una emergencia sanitaria y todas las fuerzas de toda índole que se pongan en marcha para combatir el ataque que estamos sufriendo tienen que estar a las órdenes de una sola autoridad.

Quedamos pendientes ahora de que el Gobierno nos explique cómo se van a poner en práctica las limitaciones impuestas de una manera oficial y por lo tanto efectiva a partir de su publicación en el BOE en la noche de este mismo sábado y hasta dentro de 15 días a menos que se necesite prorrogar el estado de alarma, para lo cual es obligada la autorización del Congreso de los Diputados.

Al menos ya hemos llegado por fin a saber qué ha decidido hacer este Gobierno renuente y dubitativo para enfrentarse a la pandemia del coronavirus. Esperemos ahora que no se detenga.

Un país que está sometido a la tensión y a la angustia en que esta sometido el nuestro no merece de ningún modo estar dirigido por un equipo de diletantes como el que compone el Gobierno presidido por Pedro Sánchez. Cuando escribo estas líneas son las 20,25 h. del sábado 14 de marzo y los españoles llevan esperando desde las dos de la tarde, cuando se les dijo que el presidente les iba a anunciar las medidas adoptadas tras la declaración de alarma, a que el presidente comparezca para anunciar lo que tendría que haber anunciado, decidido y puesto en práctica hace ya por lo menos tres días pero que se ha ido posponiendo porque, mire usted, parece que nuestros dirigentes no están de acuerdo en lo que se debe hacer en estas circunstancias y se han dedicado todo el sábado a discutirlo.

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