El presidente del Gobierno insistió ayer en su propuesta de unos nuevos Pactos de la Moncloa. De hecho, anunció que la semana próxima convocará a partidos políticos y agentes sociales a una reunión para impulsar ese gran acuerdo. "Si los sanitarios están unidos... qué sentido tiene la división de las fuerzas políticas a la hora de arrimar el hombro para lograr la reconstrucción económica y social", preguntó a los escasos diputados desde la tribuna del Congreso.
Pero esa pregunta, antes que a nadie, debería hacérsela a sus socios de Gobierno, que consideran esa idea como una "campaña de marketing". La prueba de que a Podemos no le gusta la reedición de los Pactos de la Moncloa fue la frialdad con la que despachó la propuesta el portavoz de UP, Pablo Echenique: "No estamos en momento de pactos, sino en momentos deluchar contra la epidemia y proteger a los ciudadanos".
Es evidente que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias no comparten la solución a la gran crisis que estamos viviendo, entre otras cosas porque difieren hasta en el diagnóstico.
El presidente sabe que la que se nos viene encima va a ser peor, mucho peor, que la crisis de 2008. No sólo porque este año la recesión puede llevar a una caída del PIB cercana al 10% y disparar la cifra de parados por encima de los 4,5 millones, sino porque ahora ha habido miles de muertos y decenas de miles de afectados y los ciudadanos están justificadamente cabreados.
El primero que no se cree lo de los Pactos de la Moncloa es Pablo Iglesias, que ha visto en esta crisis la oportunidad de imponer sus tesis de fortalecimiento del Estado
Un acuerdo, unos nuevos Pactos de la Moncloa, implicaría no sólo compartir la solución con unos presupuestos de emergencia nacional, sino, consecuentemente, la no exigencia de responsabilidades y, por supuesto, el alargamiento de la legislatura.
El problema es que a Sánchez se le ve el plumero. Cuando Suárez puso en marcha los Pactos de la Moncloa sabía que eran la única manera de salvar a España de una situación crítica que podía favorecer la involución a la dictadura. Eso era algo que le interesaba a él, por supuesto, pero también al Rey y al propio Santiago Carrillo, que sabía del riesgo de un golpe militar (cosa que se produjo el 21-F de 1981).
Lo que busca Sánchez con estos Pactos de mentirijilla es una tabla de salvación (si le sale, desde luego, habría que felicitarle); o bien una excusa (acusar al PP y a la derecha de no haber sido solidaria).
Tiene razón Pablo Casado cuando le reprocha al presidente: "¿Cómo quiere pactar un gran acuerdo si ni siquiera nos llama para acordar unos decretos?"
Cuando se firmaron los Pactos de la Moncloa Suárez y Carrillo se habían fumado mano a mano varios cartones de Ducados. Pero Sánchez quiere llevarse al catre a Casado sin ni siquiera invitarle a un café. Es un poco fuerte.
No se lo cree nadie. Ni siquiera, naturalmente, su vicepresidente segundo ¿Por qué? Muy sencillo, porque si el acuerdo saliera delante el primero que saltaría del Gobierno sería él.
Iglesias ha visto en esta crisis la oportunidad para imponer sus tesis políticas. Cree que el gasto público y el castigo a los ricos pueden solucionarlo todo. Decía el lunes en una entrevista en eldiario.es: "La clave del debate que hay sobre un gran acuerdo es quién va a pagar la factura. Nosotros decimos que la factura no pueden pagarla los de siempre..."
Antes de poner en marcha unos ambiciosos Pactos de la Moncloa lo primero que debería hacer el presidente es ponerse de acuerdo con su vicepresidente segundo
Me gustan las entrevista de Iglesias en eldiario.es porque habla como si estuviera en casa. Hasta tal punto que confiesa: "El Plan E de Zapatero no estaba mal pensado".
¿Se imaginan unos nuevos planes E en estos momentos?
Pero Iglesias está en lo que está. Dice en esa misma entrevista: "Entramos en nuevo paradigma donde la defensa de lo público se convierte en una necesidad transversal".
Con esa mentalidad ¿cómo va a estar a favor de unos nuevos Pactos de la Moncloa?
Cree Iglesias que de este desastre se puede salir sin cicatrices y se equivoca. Aunque prohiban los despidos, habrá despidos; aunque quieran crear un gran escudo social, el paro se disparará y mucha gente les señalará como responsables de su desgracia.
El vicepresidente segundo (Calvo tiene que recuperarse rápidamente si no quiere que Iglesias le quite el puesto) sólo mira en beneficio propio. Ahora se apunta la Renta Mínima Transitoria como un éxito personal y, de hecho, será él y no Escrivá quien gestione este fondo para parados y personas sin rentas.
Antes de poner en marcha unos ambiciosos Pactos de la Moncloa lo primero que debería hacer el presidente es ponerse de acuerdo con su vicepresidente segundo.
En esta piscina, lo siento presidente, no hay agua. De todas formas, aunque auguro un fracaso total a esta iniciativa, si yo fuera Casado no faltaría a la cita.
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