Yo tenía un amigo que vivía en la calle Núñez de Balboa y no se llamaba Cayetano. Se llama Luis y no era pijo. En sus tiempos fue bastante progre, pero la edad ya se sabe.
Los líderes de Podemos (no hay más que ver el vídeo de Juan Carlos Monedero) creen haber encontrado una mina en las manifestaciones que todos los días se celebran en esa calle del madrileño barrio de Salamanca. Y ahora que también se han extendido a La Moraleja es que babean de gusto. ¡Ahí la tenemos, la España facha, la que quiere cargarse el esfuerzo de todos, la España de los egoístas! En fin, la España de los odiosos ricos.
Cuando hay algo que va mal la extrema izquierda siempre encuentra a alguien a quien echarle la culpa. "Pero oiga, que son ustedes los que están en el Gobierno", podría argüir un ciudadano, pongamos por caso, de Vallecas. Nada. La culpa la tienen unos cientos de personas que salen con cacerolas en Núñez de Balboa y otros barrios, cada vez más barrios y cada vez menos pijos, contra las atolondradas decisiones del Gobierno.
El maniqueismo es un elemento común de las ideologías totalitarias. En eso coinciden el comunismo y el fascismo. Los buenos son los nuestros, a los demás hay que asimilarlos o bien... aniquilarlos.
El coronavirus ha dado la oportunidad para que el virus del totalitarismo, que siempre está presente en nuestra sociedad, aunque a veces parezca durmiente, despierte y se infiltre entre los que tienen miedo. Ese es otro elemento necesario para que ese virus, si cabe más peligroso que el Covid-19, crezca y se multiplique.
Casado debe marcar distancias de las algaradas callejeras, que son utilizadas por Podemos para justificar sus tesis totalitarias
En lugar de pedir responsabilidades a quien las tiene, los totalitarios saben poner el foco en lo que les interesa. Algunos podemitas llaman ya al barrio de Salamanca la pequeña Caracas, para asimilar a los que protestan en Madrid con los que piden libertad en la capital de Venezuela. El siguiente paso es que un remedo de Maduro se siente en la Moncloa.
En un Gobierno compuesto por personas bien intencionadas, amorales, inexpertas y totalitarios confesos, el peligro está en que estos últimos acaben por imponer sus criterios. Hábiles en la agitación y propaganda, hasta ahora se han apuntado todas las medallas de las supuestas conquistas (subida del salario mínimo interprofesional, Ingreso Mínimo Vital, prohibición de los despidos durante la pandemia...) que el Gobierno de coalición ha puesto en marcha en sus poco más de cien días de existencia.
El PSOE cometería un error histórico si después de aquel Congreso, que supuso un cisma entre sus militantes, en el que Felipe González forzó con su dimisión la renuncia al marxismo, acabara asumiendo de nuevo sus principios para mantenerse en el poder.
El efecto cegador de Núñez de Balboa y otros barrios que se suman a la protesta le puede llevar al PSOE a perder la centralidad que le ha hecho ser un elemento clave de la estabilidad democrática en España.
Declaraciones como las efectuadas días atrás por Rafael Simancas, culpando a Madrid del elevado número de muertos e infectados por el virus, no ayudan precisamente a salirse de una dinámica que sólo beneficia a los extremos. Es más, favorecen el sentimiento que se está gestando de maltrato a Madrid, que pasa así de ser la imagen de verdugo, explotada sin vergüenza por el independentismo, a la de víctima de los caprichos del Gobierno frente populista.
El PP, que gobierna tanto la Comunidad como el Ayuntamiento en Madrid, debería marcar distancias de esas algaradas callejeras. Se produzcan en Núñez de Balboa o en las calles de Móstoles. Casado cometería un error histórico si alimentara esta especie de 15-M de la derecha.
Resulta cómodo dejarse arrullar por los cantos de sirena de esas banderas ondeantes y esos gritos contra el presidente Sánchez. El PP es un partido con vocación de Gobierno y, por tanto, nunca debe perder el sentido de Estado.
Si los líderes de Vox quieren jugar a desestabilizar el sistema, allá ellos. Nada le satisfaría más a esta extrema izquierda frentista que ver al PP arrastrado por la ola populista que pide echar ya a Sánchez como sea.
Casado tiene que circunscribir sus críticas a la política y al Congreso de los Diputados. Trabajar para que la ciudadanía perciba que existe una alternativa de gobierno. Hacer una oposición dura no es lo mismo que hacer una oposición irresponsable.
El próximo mes de julio se celebrarán elecciones en Galicia y en el País Vasco. El líder del PP debe ser consciente de que esas dos citas serán el primer examen electoral para el Gobierno de coalición. Una victoria de Núñez Feijóo en Galicia y un resultado digno en el País Vasco (donde, por cierto, el PP se presenta en coalición con Ciudadanos) serían un aval extraordinario para su gestión.
Este Gobierno va a afrontar una situación terrible a partir de septiembre, cuando la crisis económica azotará con furia desconocida en forma de paro y cierres de empresas. Prueba de fuego para la coalición y también para el partido que pretende gobernar España.
Desde el sectarismo no se construye nada. Este país ha sabido salir siempre de las situaciones más difíciles cuando las ha afrontado desde la concordia.
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