Ayer se aprobó en el Congreso sin ningún voto en contra la tramitación como ley del Ingreso Mínimo Vital (IMV), una propuesta que se ha apuntado como propia el vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias.
El PP votó a favor. Y Vox, que hace unos días dijo que votaría en contra, se ha abstenido. Abrumadora mayoría, pues, para un proyecto del Gobierno que se propone "luchar contra la pobreza extrema".
Destinar unos 3.000 millones anuales a proporcionar unos ingresos mínimos a decenas de miles de hogares (831.724, según datos oficiales), en una situación económica desastrosa (la OCDE sitúa a España como el país más duramente azotado por las consecuencias del coronavirus), parece una medida sensata, que puede ayudar a muchas familias a tener un modesto ingreso para comer que, al mismo tiempo, servirá de amortiguador para la caída en picado del consumo que vamos a sufrir en los próximos meses.
El vicepresidente del Gobierno liga el IMV a valores como la libertad o la seguridad.
Pero hay que poner las cosas en su sitio. Los hogares que serán beneficiarios de la IMV recibirán: desde 5.538 euros anuales (461,5 euros al mes), si están compuestos por un sólo adulto; hasta 12.184 euros (poco más de 1.000 euros al mes) para aquellos que estén compuestos por cuatro adultos y un niño.
Sólo con haber ido al mercado, o al super, de vez en cuando (nos consta que Pablo Iglesias va de vez en cuando) uno se da cuenta de que esa cantidad no sirve sino para subsistir malamente.
El IMV no es una medida original. Algunas Comunidades Autónomas aplican desde hace años las llamadas rentas mínimas garantizadas. En Cataluña, por ejemplo, la cantidad que recibe un hogar de un sólo adulto es de 623 euros al mes, mientras que en el País Vasco esa ayuda alcanza los 693 euros.
Vender, por tanto, como hace Iglesias, el IMV como un paso histórico en el avance de la "justicia social en España" resulta un tanto pretencioso.
No contento con eso, el vicepresidente segundo ha ligado el IMV con valores como la libertad o la seguridad. De ser así, a mi me parecería hasta barato: total 3.000 millones al año supone menos del 1% del gasto público total.
Henchido de orgullo por su logro, Iglesias afirmó ayer en su cuenta de Twitter: "No hay libertad cuando la nevera está vacía".
Es un viejo principio comunista el establecer que la libertad es un valor abstracto, que reclama siempre la burguesía, olvidándose de que los proletarios lo que reivindican es la igualdad. De hecho, el camarada Lenin estableció la dictadura del proletariado como la mejor forma de consolidar el estado socialista, que persigue la abolición de las clases y, por tanto, la igualdad.
La libertad tiene poco que ver con el contenido de las neveras. De hecho, hay países en los que las neveras suelen estar llenas y las cárceles también.
Pero, ya sabemos, el líder de Podemos habla para el pueblo, al que hay que explicarles las cosas con ejemplos que puedan entender. El tuit del vicepresidente me llevó de manera inconsciente a una canción de El Arrebato: "Búscate un hombre que te quiera.. Que te tenga llenita la nevera".
Hombre, muy llenita, con 461,5 euros al mes no va a estar. Pero es la mística del reparto, el discurso Robin Hood, lo que embarga a nuestro particular Ché Guevara.
Al mismo tiempo que defiende el IMV para erradicar la pobreza nos amenaza con una subida de la presión fiscal de 7 puntos, para equiparar a España con la media europea. Olvida Iglesias que esa diferencia quizás tenga que ver con la diferencia de renta, que en España es quince puntos inferior a la media de la UE.
Minucias. Lo importante es acabar con los ricos, para repartir entre los pobres.
Cuentan que el socialista Mario Soares, siendo primer ministro de Portugal, acudió a una entrevista con el primer ministro sueco, Olof Palme (de cuyo asesinato se cumplen ahora 34 años). Palme era quizás el socialdemócrata más admirado de Europa a mediados de los 80. Soares vivía en plena euforia el triunfo de una izquierda todavía asilvestrada. "Nosotros lo que queremos es acabar con los ricos en Portugal", le dijo el líder del PSP al sueco. "Mire, yo que usted, me preocuparía primero por acabar con la pobreza".
A veces es como si hubiéramos dado un gran salto atrás. Desde mediados de los 70 -sí, aquellos en los que Billy el Niño nos disolvía las asambleas en la facultad pistola en mano- yo no había oído a nadie medir la libertad en función del tamaño de las neveras.
Ayer se aprobó en el Congreso sin ningún voto en contra la tramitación como ley del Ingreso Mínimo Vital (IMV), una propuesta que se ha apuntado como propia el vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias.
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