Prisa, sociedad propietaria del diario El País y de la Cadena Ser, es una de esas sociedades en las que el dueño es difuso. Desde la muerte de Jesús Polanco (21 de julio de 2007) su familia fue perdiendo peso como accionista de referencia en el imperio mediático. La desastrosa operación de Sogecable llevó a la sociedad a endeudarse en 5.000 millones de euros (2008) y significó la puntilla para la familia del en otro tiempo conocido como Jesús del Gran Poder, fundador de Santillana, editora de libros de texto que estuvo en el origen de su fortuna.
El mayor accionista de Prisa ahora es la sociedad Amber Capital, capitaneada por el empresario armenio Joseph Oughourlian, con un 29,8% del capital. Pero su capacidad de influencia en el grupo es muy reducida. Probablemente, su mayor logro haya sido la defenestración de Juan Luis Cebrián en abril de 2018, aunque para esa operación contó con el entusiasta apoyo de otros accionistas nacionales.
Los otros socios destacados de Prisa son Telefónica (9,4%); el banco HSBC (9%) y el Banco de Santander (4,1%), que además de su participación directa prestó a la sociedad Rucandio (familia Polanco) 38 millones de euros para acudir a la última ampliación de capital y poder así mantener un 7,6% del capital. El crédito tiene como garantía las propias acciones, lo que multiplica la influencia de la entidad presidida por Ana Botín.
Además, están el jeque catarí Khalid Al-Thani (5,1%), el ex consejero del Banco de Santander Carlos Fernández González (4%) y el amigo del ex presidente del Gobierno Felipe González y multimillonario mexicano Carlos Slim (4%).
Es decir que hay dos grandes grupos que se disputan la supremacía: Amber, por un lado; y, por otro, el resto, capitaneado por el Banco Santander y bajo la batuta del ex presidente González, que es miembro del consejo editorial de El País.
Los dos grupos están equilibrados en cuanto a su poder accionarial, pero mientras que Oughourlian quiere dividendos, el grupo español (Santander/Telefónica/familia Polanco, con González como referente) lo que persigue mantener su influencia en el poder.
El nombramiento como presidente de Prisa de Javier Monzón (consejero del Santander y presidente de Open Bank), que sustituyó en el cargo a Cebrián, fue una demostración de fuerza. Monzón es buen amigo de Felipe González, durante cuyo mandato accedió a la presidencia de Indra, a la que el hijo del ex presidente vendió su empresa.
La gota que colmó el vaso de la paciencia del ex presidente y del grupo encabezado por el Santander fue la firma del acuerdo con Bildu para abolir la reforma laboral
El País y la Ser han sido desde que Polanco se hizo con su control el apoyo mediático más sólido del Partido Socialista. El aglutinante intelectual del votante de izquierdas en España fue sin duda el Grupo Prisa hasta la llegada al poder de José Luis Rodríguez Zapatero, que quiso distanciarse de un Polanco todavía demasiado poderoso y demasiado ligado a González y a la vieja guardia del PSOE.
Zapatero dio alas a Jaume Roures y a la creación de La Sexta, que, con el tiempo, se ha convertido en el canal televisivo favorito de la izquierda. El diario Público, también propiedad del empresario catalán que se hizo rico con los derechos del fútbol, nunca ha llegado a ser un competidor de altura para El País.
En la batalla entre Susana Díaz y Pedro Sánchez por el liderazgo del PSOE, Prisa se puso del lado de la ex presidenta de la Junta de Andalucía. Y perdió. Nadie olvida en Ferraz aquella declaración de González en la Cadena Ser en la que dijo, unos días antes del Comité Federal que acabó con la accidentada dimisión del secretario general, que Sánchez le había mentido.
Pero Sánchez se consolidó y eso forzó un cambio. Antonio Caño, que había sido director de El País durante el mandato de Mariano Rajoy, hombre con buena sintonía con la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, fue apartado de su puesto de forma un tanto brusca en la primavera de 2018, justo unos días después de que Sánchez ganara la moción de censura y dos meses y medio después de que Cebrián hubiese dejado de ser el factotum de Prisa.
El consejo de El País nombró entonces a Soledad Gallego-Díaz directora del periódico. Una mujer de la casa de toda la vida, de ideología marcadamente progresista, que se encargó de recomponer la relación apenas existente con Sánchez, primero, y de alentar y apoyar después al gobierno de coalición con Podemos.
El País se volvió a situar como el periódico gubernamental por excelencia, aunque ya le había salido algún competidor competente (como eldiario.es).
El cambio en la dirección de El País es una mala noticia para Podemos, partido al que González no le tiene ninguna simpatía
Mientras Prisa recobraba su sintonía con Moncloa, empresarialmente seguía en horas bajas. Cerró 2019 con números rojos de 182 millones de euros. El País, en su edición de papel, ha pasado de vender 166.911 ejemplares en la última época de Caño a los 91.700 que vende ahora. Y su edición digital ha pasado de estar casi empatada con elmundo.es, a ocupar el tercer puesto con 2 millones de usuarios menos que lavanguardia.com. Por otro lado, desde que se decretó el estado de alarma en marzo, las acciones de Prisa han perdido en bolsa el 50% de su valor.
Es lógico que Oughourlian esté cabreado y que quiera cobrarse la cabeza de Monzón y, de hecho, afila los cuchillos para decapitarle en la junta de accionistas que se celebrará el próximo 29 de junio.
Pero Amber tiene poco que hacer si el establishment español se propone pararle los pies.
El nombramiento de Javier Moreno (que ya fue director de El País entre 2006 y 2014) es, de hecho, una prueba inequívoca de que quien manda es Monzón, que ni siquiera ha pactado su nombramiento con el mayor accionista del grupo. Pase lo que pase en la junta de accionistas, Moreno seguirá al frente de El País y ese es un movimiento de alcance para la trayectoria del que sigue siendo, al margen de periódico de referencia de la izquierda, uno de los mejores y más influyentes rotativos hispanos.
El movimiento hay que interpretarlo como una vuelta a las esencias. Es decir, a los planteamientos socialdemócratas clásicos que poco o nada tienen que ver con el populismo de Podemos.
Según una fuente de uno de los accionistas de referencia, "El País se había convertido en un apéndice del gobierno". Sin duda, en esta operación, el hombre clave ha sido Felipe González.
La gota que colmó el vaso de la paciencia del ex presidente del Gobierno y de los accionistas españoles con poder real en Prisa (Santander y Telefónica) fue el acuerdo del Gobierno con Bildu para demoler la reforma laboral.
En una decisión sin precedentes, El País adelantó la publicación de su editorial a media mañana del pasado 21 de mayo y lo tituló "A la intemperie", que era una enmienda a la totalidad al gobierno de coalición. Fue un duro golpe que en Moncloa se interpretó como un aviso para Sánchez.
De todos es conocida la opinión de González sobre este Gobierno, al que tan sólo hace unos días calificó como "el camarote de los hermanos Marx".
La opinión del ex presidente sobre Sánchez no es mucho mejor, pero mientras que sea el secretario general del PSOE quedará circunscrita al ámbito privado.
Otro elemento de fricción es la posición equidistante que mantiene el Gobierno sobre Venezuela, condicionada tanto por el vicepresidente Pablo Iglesias como por el ex presidente Zapatero. González considera a Maduro como un dictador y en su última intervención en el Foro Nueva Economía, el pasado 11 de junio, calificó al gobierno venezolano de "régimen tiránico".
El establishment español (no hay más que escuchar lo que dijeron los grandes empresarios el pasado lunes en el foro organizado por Antonio Garamendi) quiere consenso entre los dos grandes partidos y seguridad jurídica. Ni a Botín ni a Pablo Isla (Inditex), ni a Álvarez Pallete (Telefónica) le gustan las algaradas de Podemos ni mucho menos su política fiscal y de aumento sin freno del gasto público.
El País quiere volver a ser el diario de una izquierda que no pretende acabar con el establishment, sino ser, como lo fue durante décadas, parte de él.
Prisa, sociedad propietaria del diario El País y de la Cadena Ser, es una de esas sociedades en las que el dueño es difuso. Desde la muerte de Jesús Polanco (21 de julio de 2007) su familia fue perdiendo peso como accionista de referencia en el imperio mediático. La desastrosa operación de Sogecable llevó a la sociedad a endeudarse en 5.000 millones de euros (2008) y significó la puntilla para la familia del en otro tiempo conocido como Jesús del Gran Poder, fundador de Santillana, editora de libros de texto que estuvo en el origen de su fortuna.
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