Sánchez se acercó a Podemos por supervivencia y se alejará de Podemos por supervivencia. No había ahí ningún amor de gladiadores de la izquierda, sino feas necesidades del poder. La coalición es un engendro, un caos que mezcla señoras ortodoxas como un rodete, como Calviño, y frailes de la revolución con los ojos vueltos ante las llamas de los pecadores. Si este caos ha podido mantenerse unos meses es porque el Gobierno aún era capaz de hacer economía con la inercia y política con el megáfono, el andrajo y la derecha de velo negro y encaje antiguo. Pero el virus ha terminado haciendo imposible esto, vivir de los embelesamientos sentimentales, del arcón cacharrero de otras guerras y del dinero de parábolas de pájaros con el que comen en los evangelios o en la izquierda.
En tiempos corrientes, el sanchismo puede funcionar con una Cataluña sediciosa o con Podemos pintando los ministerios igual que tanques soviéticos, porque se trata de política abstracta, simbólica, propagandística y ornamental. A esta política se le pueden hacer concesiones también simbólicas, o incluso económicas, que Sánchez considera asumibles e incluso baratas a cambio de los hermosos prendedores que le deja el poder en su clavícula olímpica.
Sánchez se aparta de Podemos que, ahora sí, pesa como ese tanque lleno de arena que es al final siempre el comunismo
Pero el sanchismo no puede funcionar en la ruina total, como un dandi no puede funcionar yendo de pobre. El virus no sólo nos ha vuelto a recordar que la vida es moho, sino que cierta izquierda es sólo un lujo de ricos, en plan Alberto Garzón. O sea, que esa izquierda sólo funciona mantenida por el capitalismo. Hasta Sánchez se ha dado cuenta de que no se puede hundir con un tanque verde y feo con remaches de estrellas rojas.
No es sólo porque se quejen esos empresarios que la izquierda diría que sólo van endomingados de sus propios escaparates, ni porque lo exija esa Europa envarada como un Van Eyck. Es que Sánchez no es tan torpe como para echarse a sí mismo esa persiana de luto industrial que ya empiezan a echar igual las grandes fábricas que los pequeños negocios. María Jesús Montero, con su verbo entre técnico y grotesco, como los seguratas que hablan por el walkie, lo ha llamado “repriorizar sobre lo priorizado”, pero sólo se refiere a que ya no se puede jugar a los indios por ahí por el consejo de ministros.
No es que Sánchez se haya caído de su guindo de sauce llorón y descubra lo que es Podemos ahora. Con Sánchez la cosa nunca va de ideología, sino de seguir respirando. Sánchez siguió respirando en ese beso como de guardacostas que le dio en su día Iglesias sin dárselo, en aquel abrazo que yo creo que Iglesias vivió como una mariposa que copula y Sánchez, simplemente, como alguien salvado por un buzo. Aun sin ese amor por el que Iglesias lloró en el Congreso como si fuera Sisí, por escalinatas plisadas de moqueta y latón, Sánchez ha estado verdaderamente comprometido con ese pacto.
No había amor ni ideología ni afinidad con Iglesias, ni lo habría con el otro lado ahora, si se diera el caso. Se trata de supervivencia, se trata de Sánchez
Tanto, que se embrolló en episodios extrañísimos y peligrosos, como aquella ronda nocturna con Delcy Rodríguez. Estaba tan comprometido que hasta dudábamos si Sánchez usaba a Iglesias para hacer folclore del puñito o Iglesias usaba a Sánchez para ir haciendo la revolución metiendo su tanque verde bajo ministerios marías. Pero ni es convicción, ni es ideología, ni es patriotismo. En realidad, no se puede “repriorizar” nada cuando la única prioridad ha sido siempre el oxígeno y el de aquel enrevesado beso de sargazos se va acabando.
Sánchez se aparta de Podemos que, ahora sí, pesa como ese tanque lleno de arena que es al final siempre el comunismo. Aprovecha a Ciudadanos, que también necesita el oxígeno de vigilante de piscinas que trae el presidente. E incluso pone por el medio para estorbar, como esas sillas preñadas de terciopelo de los palacios, a la propia monarquía. La comisión de investigación sobre el Rey Juan Carlos, a quien la Constitución hace inviolable así vaya con trabuco o en pelota, era otra moneda simbólica pero ya hemos dicho que el virus no ha dejado sitio para las concesiones simbólicas. Se queja Podemos con sus celos de Sisí, se queja Esquerra con Rufián como un funko de salpicadero, se queja Bildu ahora por los GAL...
Sánchez no está escenificando la vuelta a la cordura, sino que se agita en su brazada desesperada, en su brega de nadador, como aquel ángel tentado por lo deforme del poema de Baudelaire. No había amor ni ideología ni afinidad con Iglesias, ni lo habría con el otro lado ahora, si se diera el caso. Se trata de supervivencia, se trata de Sánchez. Lo que ocurre es que para que España respire en este naufragio, también tiene que respirar Sánchez. Se da cuenta todo el mundo. Se da cuenta hasta Casado, que es el siguiente paso, claro. Tampoco hará falta que haya entre ellos amor de gladiadores ni abrazo de tortugas.
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