Irene Montero y Macarena Olona no han tenido una bronca ni feminista ni antifeminista, sino un turno de obra en esa Comisión de Reconstrucción a la que no se va a reconstruir nada, sino a aprovechar el abundante ladrillo dogmático, ladrillo enrejado como de Alcázar toledano, que ha dejado por el suelo la ruina. Si Pablo Iglesias sacó golpes de Estado, Irene Montero sacó su feminismo de sacerdotisa, municiones como de catapulta que ya no dejan posibilidad de reconstruir nada, sólo de preguntarles de qué van, o irse mosqueado, quizá en busca de un diccionario gaélico para druidas. A ver qué se va a reconstruir con el propio Gobierno ahí lanzándote cascotes viejos, caballos muertos y muros llenos de jeroglíficos, como si estuvieran sitiados. A lo mejor es eso, que están sitiados.
Yo no sé si hay un feminismo de Vox, o sólo señoras como Macarena Olona que dicen sus cosas que suenan a herejía, y así por lo menos se ve que no todas las mujeres son de la religión de Montero, vestal de ella misma y de sus “jo-tías”, que con eso se podría hacer un grupo como las Spice Girls. Irene Montero cree tener una idea revolucionaria de la mujer o de su ministerio, pero yo creo que tiene una idea antigua, una idea castrense o joseantoniana, como de Sección Femenina.
En el ministerio de Montero se diría que las mujeres están haciendo la mili de la nueva mujer (las nuevas eras, los nuevos tiempos, los amaneceres, todo eso suena siempre tan totalitario…). Una mili, eso sí, que se hace muy femeninamente, como en un palomar de mujeres, lleno de arrullos y besos con el piquito. Resulta que el feminismo, cuando está solo, allá en su ministerio/gineceo, lo que tiene es el ambiente de una academia de señoritas, de ésas de secretariado o peluquería, y terminan cepillándose el pelo y haciéndose tartas, como ya vimos.
Yo no sé si hay un feminismo de Vox, o sólo señoras como Macarena Olona que dicen sus cosas que suenan a herejía
Si su ministerio hiciera costura en vez de fotocopias, sería una academia de corte y confección, y a uno esto no le parece una imagen muy feminista, la verdad. Quieren modificar o derogar la Constitución, la gramática, la biología, las leyes, las compresas, pero la realidad es que Montero sale a la lucha como después de haber estado haciendo fiestas de pijama o ensayos de majorette. Macarena Olona se fue en su discurso hasta el sobaco peludo, y es que Vox no puede evitar todavía mandarte a cortarte el pelo como hacían antes los guardias si te veían jipioso.
Pero en lo que sí tiene razón es en que el discurso feminista de Montero, ese feminismo bolchevismo, ese ejército femenino de una ideología, no de un sexo ni de un género, no es coherente. No se puede defender la igualdad y el empoderamiento de la mujer pero luego sacar de la categoría a las casadas con civilones, a las que se cardan el pelo, las que escuchan a Julio Iglesias o las que votan a tal o cual partido. Incluso a mujeres verdaderamente empoderadas, a las que Montero aún se enfrenta con superioridad feminista desde el nido que le construyó su pingüino macho. Son incoherentes porque ese feminismo no es un movimiento, sino una ideología ariete, una colectivización doctrinaria del sexo que quiere hacer milicias de pubis punkis no para unos derechos sino para un dogma político.
Macarena Olona vino con su casco prusiano e Irene Montero vino con su mujeridad apocalíptica y cursi, como si fuera una Aramis Fuster de lo suyo. Montero hasta habla con arcanos, como eso del “trabajo morado”, que suena a poción o carta de Dungeons & Dragons. En realidad, no importa si este concepto tiene sentido o utilidad, lo que importa es que el concepto tenga color, o sea ideología, y sea de la suya.
Por eso ese feminismo está lleno de palabros, retruécanos y definiciones de catecismo. La realidad empieza a cambiarse con el lenguaje y se trata de cambiar la realidad. El machismo estructural sólo se puede vencer cambiando la estructura, y es eso lo que ya no tiene que ver con el sexo, eso es lo que viene detrás de este feminismo: otros hombres barbudos, adoradores de antiguos hombres barbudos, que construirán otra vez ese mundo de barbudos y miseria que ya construyeron otras veces, con la mujer haciendo al final sólo natación de tanqueta o halterofilia ambigua.
Es como si Montero estuviera enchufada forzadamente en su propia ideología, igual que en el Gobierno
Hasta que llegue la revolución o nos demos cuenta del truco, habrá feminismos contradictorios o paradójicos que buscarán no ya hacer del sexo un concepto superfluo salvo para la biología, sino hacer del sexo una clase. Uno se fija e incluso hay un feminismo pijo, el de Montero, con su ministerio de peinadoras, diferente a otros feminismos de su cuerda. Es como si Montero estuviera enchufada forzadamente en su propia ideología, igual que en el Gobierno.
¿Es el feminismo de Montero, con sus patines de Disney o de Nena Daconte, el mismo que ese feminismo como de gobernanta de Beatriz Gimeno, con sus anos nivelados por decreto y sus inspecciones de la decoración de los dormitorios infantiles? No importa, diversifican mercado pero sirven al mismo amo. Y eso a lo que sirven no tiene nada que ver con la mujer, ni con la igualdad, que no es una aspiración sólo feminista, sino sobre todo humanista. Miren a los hombres barbudos que hay detrás, construyendo el nido o la revolución virilmente, como un granero amish, y se darán cuenta.
Irene Montero y Macarena Olona no han tenido una bronca ni feminista ni antifeminista, sino un turno de obra en esa Comisión de Reconstrucción a la que no se va a reconstruir nada, sino a aprovechar el abundante ladrillo dogmático, ladrillo enrejado como de Alcázar toledano, que ha dejado por el suelo la ruina. Si Pablo Iglesias sacó golpes de Estado, Irene Montero sacó su feminismo de sacerdotisa, municiones como de catapulta que ya no dejan posibilidad de reconstruir nada, sólo de preguntarles de qué van, o irse mosqueado, quizá en busca de un diccionario gaélico para druidas. A ver qué se va a reconstruir con el propio Gobierno ahí lanzándote cascotes viejos, caballos muertos y muros llenos de jeroglíficos, como si estuvieran sitiados. A lo mejor es eso, que están sitiados.