Allí estaban la Ciencia, la desescalada, la nueva normalidad, la crispación y hasta Sánchez como el esqueleto de Ted Danson colgado de un perchero o de un mástil de bandera (vean Futurama). Allí estaban, y eran una sola persona: Iván Redondo, bolillero de palabros, barberillo de la política y Maquiavelo de Powerpoint. Iván Redondo iba al Senado para otra cosa, para presentar un informe sobre seguridad nacional (él lo lleva todo, también la seguridad nacional), y lo hacía de una manera bastante graciosa, entre película del Pentágono con marcianos y guardia civil que detalla el “operativo” para la Vuelta Ciclista. Iván Redondo es de esa gente que está entre lo americano por lo cienciólogo y lo español por ese concejal que te engorda la importancia del alcalde y de la verbena con polisílabos, pleonasmos y muchos farolillos metidos en aceite de churro. Yo lo veo más con Gil que en la Moncloa o en un Pentagonillo por Torrejón o por ahí. Pero ya no está Gil, así que Iván Redondo hace burocracia y política de la becerrada local, muy a la española, pero con verbo de LinkedIn. Algo así como cuando Lola Flores imitaba el inglés y le seguía saliendo moro, egipciaco y micénico.
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