No lo dirán, y menos en público, pero lo están pensando y lo están temiendo. Tanto Iñigo Urkullu como Alberto Núñez Feijóo saben que se juegan mucho con el comportamiento en las próximas dos semanas del coronavirus. Porque eso es lo que parece que ha pasado en Francia, que ha dejado en sus casas al 59,8% de los electores, lo cual ha dado un resultado inesperado que probablemente habría sido muy distinto de haberse producido una participación si no masiva, sí por lo menos similar a las anteriores convocatorias.
En España las elecciones vascas y gallegas, que estaban previstas para el pasado 5 de abril, se suspendieron porque en pleno estado de alarma hubiera sido una locura seguir manteniendo la cita electoral. Pero el virus no se ha ido ni mucho menos y el miedo vuelve a instalarse en el ánimo de los votantes, especialmente en los mayores. Es decir, en los más conscientes del riesgo que corren y los más temerosos de quedar contagiados por un virus que, como ya se ha archiconstatado, puede llevarles directamente a la muerte.
Si los mayores no acuden el 12 de julio mayoritariamente a votar, tanto el PNV como el PP en el País Vasco van a ver reducidos drásticamente sus apoyos
Los jóvenes tienen por lo que se ve mucho menor problema y así se dan las situaciones asombrosas e indignantes que hemos visto todos de botellones, fiestas y quedadas a tutiplén. Muchos, muchísimos jóvenes tienen el convencimiento de que el virus no es una amenaza para ellos y en consecuencia actúan como si la pandemia se hubiera retirado. No piensan que ellos pueden ser los causantes del contagio a sus padres o a sus abuelos, lo cual habla de la inconcebible irresponsabilidad y del manifiesto egoísmo de su comportamiento.
Todo esto viene a cuento porque tiene una traducción electoral indudable que se formula muy sencillamente: si los mayores -no los ancianos sino las personas mayores de 50 o 60 años- no acuden el 12 de julio mayoritariamente a votar, tanto el PNV como el PP en el País Vasco van a ver reducidos drásticamente sus apoyos y la relación de fuerzas puede verse alterada.
Porque los jóvenes acudirán en alto porcentaje y en alegre pandilla a emitir su voto y luego se irán a tomar unos vinos. Pero es que los partidos como Bildu se nutren esencialmente del voto joven, con lo cual las cosas podrían cambiar notablemente a la hora de hacer pactos de Gobierno después de conocidos los resultados.
Lo mismo sucede en Galicia. Los votos de las personas mayores resultan esenciales a Núñez Feijóo para revalidar su cuarta victoria por mayoría absoluta. Insisto en que mayores no quiere decir ancianos, quiere decir mayores, pero como ahora se ha trastocado tanto el lenguaje es obligado aclararlo. Y, del mismo modo que Urkullu tiene en Bildu al adversario que se nutre del voto joven, Feijóo lo tiene en el BNG que, además, está en alza en los sondeos.
Ambos candidatos, el vasco y el gallego necesitan borrar el miedo del ánimo de sus electores tradicionales. En este aspecto lo tiene mucho mejor Núñez Feijóo porque entre los 25.ooo ancianos ingresados en las residencias gallegas ya no hay ningún positivo. Sí se han detectado nueve positivos en Ribeira y A Pobra do Caramiñal, pero son todos de la misma familia. En el País Vasco, sin embargo, los rebrotes en los hospitales de Basurto en Bilbao y de Txagorritxu en Vitoria, que ya están controlados, han desatado un evidente temor, sobre todo porque días atrás también se detectó otro brote en Arrasate aunque eran contagiados asintomáticos.
Es decir, que los candidatos con opciones de ganar las elecciones tienen como tarea prioritaria en estos momentos la batalla contra el miedo y contra posibles brotes que pueden detectarse en los próximos 15 días. De la eficacia de ambos gobiernos a la hora de detectar nuevos casos y de aislarlos inmediatamente dependen unos cuantos miles de votos que pueden privarle de una victoria cómoda y de unos pactos ya previstos en el caso de Iñigo Urkullu y, en el caso de Núñez Feijóo, la pérdida de la mayoría absoluta y su consiguiente paso a la oposición.
Son varios, y uno de ellos muy poderoso, los elementos que sin tener nada que ver con las respectivas gestiones políticas de estos dos presidentes, podrían darle la vuelta a las previsiones electorales
Para evitar en lo posible que sus partidarios se queden en su casa y no emitan su voto, ya se ha anunciado que todos los colegios electorales estarán inspeccionados y esterilizados por técnicos de salud pública. Pero además el servicio de Correos va facilitar que quienes lo soliciten voten desde sus casas y que sea el cartero el que recoja su voto con un procedimiento de absoluta garantía.
Y ya se sabe que muchos electores lo van a hacer así. En el País Vasco las solicitudes de voto por Correo se han multiplicado por ocho y en Galicia, con datos de ayer mismo, esas solicitudes habían aumentado casi un 93% respecto de las peticiones realizadas en las elecciones de hace cuatro años. Ésos son los temerosos y los precavidos, pero en ese grupo casi con seguridad no entrarán muchos jóvenes y en cambio sí muchos mayores y la casi totalidad de los ancianos. Es decir, los votantes que proporcionan el colchón imprescindible de la victoria tanto para Urkullu como para Feijóo.
Pero es que ahora entra otra variable que puede alterar también las previsiones electorales: el 12 de julio hará seguramente mucho calor, será domingo y tanto el País Vasco como Galicia tienen unas playas maravillosas que ese día estarán susurrando sugerentes: "ven...".
Por todas esas circunstancias no se pueden hacer previsiones ajustadas. Los candidatos solo pueden cruzar los dedos para no tener que lamentarse en la noche del domingo 12 de julio con la misma frase que Felipe II nunca dijo pero que muchos años después le adjudicaron: "Yo no mandé a mis barcos a luchar contra los elementos".
Porque es verdad que son varios, y uno de ellos muy poderoso, los elementos que sin tener nada que ver con las respectivas gestiones políticas de estos dos presidentes, podrían darle la vuelta a las previsiones electorales. No pueden estar tranquilos, no.
No lo dirán, y menos en público, pero lo están pensando y lo están temiendo. Tanto Iñigo Urkullu como Alberto Núñez Feijóo saben que se juegan mucho con el comportamiento en las próximas dos semanas del coronavirus. Porque eso es lo que parece que ha pasado en Francia, que ha dejado en sus casas al 59,8% de los electores, lo cual ha dado un resultado inesperado que probablemente habría sido muy distinto de haberse producido una participación si no masiva, sí por lo menos similar a las anteriores convocatorias.
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