Ahora Ciudadanos recibe elogios incluso de Pablo Iglesias, que califica al partido como la "derecha sensata". No sé si eso es muy bueno para Ciudadanos. La verdad es que el partido que ha sido durante años la prolongación orgánica de Albert Rivera ha dado un giro copernicano en poco tiempo. De no darle ni la hora a Pedro Sánchez a ofrecerle apoyo en momentos duros, como la aprobación de los decretos para la prolongación del estado de alarma.

Sin hacerlo explícito, el partido que desde hace unos meses dirige Inés Arrimadas ha asumido que la causa del enorme batacazo de 10-N (de 57 a 10 escaños en seis meses) fue que los españoles no vieron la utilidad de votar a Ciudadanos. De hecho, la palabra que más utilizan sus dirigentes desde el mes de marzo -fecha del arrollador triunfo de Arrimadas en las primarias- es "utilidad".

Pero el concepto "utilidad" es, cuando menos, ambiguo. Un socialista puede considerar "útil" subir impuestos para preservar el estado del bienestar, mientras que para un conservador esa medida es completamente "inútil"para lograr ese mismo objetivo.

Además de útil, un partido político tiene que representar y defender un modelo de sociedad, una manera de concebir al individuo y una jerarquización de valores. Esos ejes diferencian básicamente a la izquierda y a la derecha y, por mucho que la sociedad de clases ya no exista tal y como la concibió Karl Marx, la socialdemocracia y el liberalismo siguen representando los dos bloques ideológicos sobre los que se asientan la mayoría de los países europeos.

Ciudadanos navega en aguas turbulentas, despedazado su espacio electoral por la polarización que ha dado lugar al nacimiento y a la consolidación de Podemos y de Vox. Tanto el PP como el PSOE necesitan recuperar el terreno del centro para poder recobrar su hegemonía y su esperanza de poder volver a gobernar algún día en solitario. Es decir, que aspiran a engullir a los votantes de Ciudadanos.

Sánchez necesita unos presupuestos sensatos. Merkel no va a dar dinero sin garantías", afirma el portavoz de C's, Edmundo Bal

Así que ahora a sus líderes les aguarda la difícil tarea de explicar que C's sigue siendo un partido liberal pero que eso no implica poner vetos a negociar con el Partido Socialista. Que, a la vez que reafirman su voluntad de mantener los pactos de gobierno con el PP (incluido el de la Comunidad de Madrid), están dispuestos a negociar los próximos presupuestos con el gobierno de Sánchez.

La cuestión es que Sánchez gobierna con Pablo Iglesias, que está en las antípodas de Ciudadanos, por mucho que ahora ya no diga que son como la extrema derecha. El portavoz parlamentario del partido naranja, Edmundo Bal, sin embargo, ve una ventana de oportunidad para demostrar la eficacia del partido en la negociación de los presupuestos no tanto por la voluntad del presidente, sino por la necesidad imperiosa de mostrar una cara menos populista en Europa: "El Gobierno necesita unos presupuestos moderados. Merkel no dará dinero sin garantías", afirma.

Los presupuestos van a poner a prueba ese complicado equilibrio. Si Ciudadanos consigue, por ejemplo, que Sánchez no suba el impuesto sobre la renta, la clase media le estaría muy agradecida. Sería una manera práctica de sacarle rendimiento a sus diez diputados en el Congreso.

Otra cuestión es si los votantes entienden ese discurso, si son capaces de valorar a un partido que dice poner los intereses de la mayoría de los españoles por encima de los intereses de partido, argumento también recurrente entre sus dirigentes. Porque, al margen de conseguir cosas palpables, me imagino que los votantes de Ciudadanos siguen siendo defensores de la unidad de España, antagonistas -esa fue su bandera durante mucho tiempo- de los independentistas, y también activistas contra el populismo de Podemos.

Y es ahí donde sus dirigentes sacan pecho. Afirman que lo que más nerviosos ha puesto a los jefes de ERC ha sido el acercamiento del PSOE a C's. Hasta bromean con la capacidad que pueden tener para hacer unos "presupuestos sensatos". "A lo mejor nosotros no tenemos capacidad para que Iglesias salga del gobierno, pero sí para cortarle la coleta", dice un hombre del equipo de Arrimadas.

Lo que nadie puede negarle a este grupo es su entusiasmo. Y su optimismo. Cuando les pregunto por los riesgos de ese giro, al devolver el partido que Rivera llevó casi hasta las puertas del cielo a sus orígenes, a esa organización Borgen que nació para que los grandes partidos no tuvieran que depender de los nacionalistas, recurren a los datos, a la demostración todavía un poco en ciernes de que Ciudadanos tiene futuro.

Carlos Cuadrado, uno de los pesos pesados del equipo de Arrimadas, responde: "Es verdad que mucha gente que nos votó el 10-N ahora no nos votaría, pero, a cambio, estamos recibiendo, según todas las encuestas, el apoyo de ex votantes del PSOE y de personas que se abstuvieron en las últimas elecciones. En resumen, ahora tendríamos bastantes más votos que hace ocho meses".

Ciudadanos aspira a obtener un escaño en las elecciones gallegas que se celebran el domingo 12 de julio. No es mucho, pero allí compiten con un super candidato como es Núñez Feijóo. En el País Vasco, donde van de la mano del PP, se conformarían con repetir el resultado que logró en solitario el partido liderado por Pablo Casado en las últimas elecciones (9 escaños). Son territorios en los que Ciudadanos nunca tuvo mucho éxito, ni siquiera cuando Rivera aspiraba a ser presidente del gobierno. Por eso, estos comicios, dicen, no pueden servir como examen para valorar este giro hacia la utilidad.

Arrimadas tiene capacidad suficiente y tiempo para construir un proyecto político que podría hacer posible la conformación de un gobierno moderado en España. Representan esa tercera España partidaria del consenso. Y eso merece la pena.

Ahora Ciudadanos recibe elogios incluso de Pablo Iglesias, que califica al partido como la "derecha sensata". No sé si eso es muy bueno para Ciudadanos. La verdad es que el partido que ha sido durante años la prolongación orgánica de Albert Rivera ha dado un giro copernicano en poco tiempo. De no darle ni la hora a Pedro Sánchez a ofrecerle apoyo en momentos duros, como la aprobación de los decretos para la prolongación del estado de alarma.

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