Uno de los elementos diferenciales de la actual crisis económica es que ha sido provocada por una pandemia. Por lo tanto, tiene un origen muy diferente a las anteriores que, en su mayoría, estuvieron inducidas por desequilibrios macroeconómicos. Un excesivo endeudamiento (público y/o privado), una burbuja de valoración (en los activos inmobiliarios y/o bursátiles) o una pérdida de competitividad internacional por una inflación diferencial (o las tres cosas al mismo tiempo) han sido históricamente las principales causas de las recesiones, junto con shocks como el encarecimiento del petróleo, embargos comerciales o la llegada al poder de regímenes dictatoriales o poco ortodoxos. La intensidad del desequilibrio y el acierto de las medidas tomadas (en tiempo y forma) para resolverlas condicionaron, junto con la asistencia financiera externa, la severidad y la duración de la crisis. La dispersión de resultados es tan amplia que cualquier dato promedio debe tomarse con muchísimas cautelas, dado que es poco representativo.
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