Frente a los problemas de la crisis económica que nos angustia, la resignación ha comenzado a extenderse como una especie de mantra que ha alcanzado hasta la presidencia del Gobierno, amén de cada vez más ciudadanos.
Son sinónimos de “resignación” abandono, acatamiento, conformidad, docilidad, humildad, mansedumbre, renuncia y sumisión. Ante tales actitudes y eventuales comportamientos cabe oponer la dignidad de afrontar responsablemente la realidad actuando como es bien sabido y debido, sin esperar a que nadie nos diga ni imponga lo que tenemos que hacer.
Son cada vez más los españoles que desconfiando del Gobierno desearían que la economía española fuese intervenida desde fuera sin valorar sus indeseables consecuencias. Curiosamente, el presidente del Gobierno también parece resignarse a dicha humillación según sus últimas declaraciones al respecto. Esta paradójica coincidencia, lejos de apuntar por el buen camino, tendría consecuencias lamentables para España que estamos a tiempo de evitar.
El Gobierno tiene en sus manos no sólo nuestro próximo destino, también el suyo: ¿acertará esta vez, actuando con dignidad en vez de resignarse a que nos gobiernen otros?
Cualquier tipo de intervención procedente de la Unión Europea estaría orientada a una drástica reducción del déficit público mediante recortes severos en las más importantes partidas del gasto sin entrar a considerar reducciones de impuestos, sino mas bien lo contrario. Para los halcones europeos la competitividad y el crecimiento de la economía española no son los factores que más les importan, si es que les interesan algo, mientras que para España son cruciales.
Con la excepción de la alocada política de Podemos –más derechos inventados sobre la marcha = más y más gastos de imposible financiación- que trataría de imitar la Argentina peronista para llegar a la bolivariana Venezuela, que no tiene cabida en Europa, el resto del Gobierno -más allá de sus acuerdos folclóricos-parlamentarios sobre la contrareforma laboral– y sobre todo su ministra de Economía saben –a su pesar– lo que hay que hacer. Quizás porque lo saben y no atreven a afrontarlo, se resignan a que -para nuestra vergüenza, si se consuma- nos lo ordenen los demás. Sánchez ya ha dicho que no le daría vergüenza.
Con sus altibajos, la España del último medio siglo ha sido un ejemplo de éxito económico. Llegamos casi a converger con la renta per cápita media de la EU, para decaer como consecuencia de la grave crisis -2008/2014- de la que nos estábamos recuperando hasta la llegada de la pandemia COVID19. Vista la lamentable experiencia del gobierno socialista anterior -tardamos seis años, el triple de la UE, en recuperar nuestra previa renta per cápita- sería extremadamente grave repetirla.
Un gobierno responsable debería, de inmediato, actuar en -al menos– lo siguientes frentes:
- Gasto público: Presupuesto Base Cero y transparencia absoluta en su discusión y ejecución. Amplia eliminación de subvenciones, incluidas todas las discrecionales a los chiringuitos políticos. Severa reducción de carteras ministeriales y de asesores del Gobierno. Compromiso firme para en un breve plazo revisar el sistema de pensiones con objeto de hacerlo sostenible sin recurrir al déficit ni a las nuevas generaciones.
- Ingresos fiscales: Reducción de la fiscalidad al trabajo y al ahorro y eventual aumento de las tasas, los impuestos especiales y el IVA.
- Actividades empresariales: Masiva eliminación de normativas -primer país de la EU al respecto- que limitan el libre desempeño de la función empresarial y el crecimiento del tamaño de las empresas. Erradicación de los injustificables y abusivos retrasos en los pagos de las grandes empresas –además de las administraciones públicas– a las pequeñas.
- Relaciones laborales: Suspensión del salario mínimo y de los convenios sectoriales que operan contra la renovación de los tejidos productivos. Aplicación del sistema danés de protección al desempleo: cursos de formación obligatorios, búsqueda activa de empleo y cesación del subsidio de paro a quienes rechacen una oferta de trabajo.
- Innovación: Libre entrada y salida en todos los mercados, muchos de ellos incomprensiblemente protegidos. Agilidad y transparencia en la gestión de las ayudas a la I+D, con especial énfasis en los verdaderos avances tecnológicos.
Este conjunto de medidas, debidamente comprometidas, harían innecesaria la intervención de la UE en nuestros asuntos, con lo que además de mantener nuestra dignidad -una virtud muy española– se impulsaría el crecimiento de nuestra economía y con él una sana y vigorosa recuperación que tanta falta nos hace.
La experiencia histórica ha demostrado cumplidamente que con políticas económicas rigurosas y liberalizadoras de nuestro potencial creativo, la respuesta de la economía española siempre fue espléndida: Plan de Estabilización de 1959, ingreso en el Mercado Común europeo, pertenencia al sistema monetario del Euro y reciente recuperación -pre COVID19- de nuestra economía. También sabemos el elevado coste de empecinarnos en ignorar la crisis anterior, así como sus obvias y negativas consecuencias políticas para quienes fueron sus responsables.
El Gobierno tiene en sus manos no sólo nuestro próximo destino, también el suyo: ¿acertará esta vez, actuando con dignidad en vez de resignarse a que nos gobiernen otros?
Frente a los problemas de la crisis económica que nos angustia, la resignación ha comenzado a extenderse como una especie de mantra que ha alcanzado hasta la presidencia del Gobierno, amén de cada vez más ciudadanos.
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