Ya tenemos aquí la primera batalla consecuencia del acuerdo de la madrugada del martes en Bruselas que ha supuesto un vuelco importantísimo hacia el reforzamiento de Europa, pero que tiene para España, además de la magnífica noticia de los cientos de miles de millones de euros que nos van a ayudar a salir mejor de la debacle económica causada por la crisis del coronavirus, la condicionalidad que conlleva la recepción de esas ayudas.
Y digo que ya tenemos aquí la primera batalla porque lo primero que han hecho los dos grandes sindicatos -CCOO y UGT- es asegurar que la reforma laboral del gobierno de Rajoy va a ser derogada. Y lo mismo se ha apresurado a anunciar el líder de Podemos y vicepresidente del Gobierno Pablo Iglesias en un tuit publicado antes de las diez de la mañana de ayer, apenas cinco horas después de que se alcanzara en Bruselas el pacto: "el acuerdo alcanzado no solo no impedirá que el Gobierno de coalición continúe aplicando su programa, sino que significará un enorme estímulo para continuar con las transformaciones".
No es verdad, eso no va a ser así. Los sindicatos intentan marcarle el camino al Gobierno a partir de septiembre, que es cuando ellos consideran que se debe abordar esta cuestión. Y Pablo Iglesias lo que intenta es extender un velo de niebla sobre lo que sabe bien que no sucederá porque no puede suceder. Y una de las cosas que no va a suceder es precisamente esa contrarreforma laboral porque no sería aceptada por Europa.
El Gobierno le va a echar un cable a su socio Iglesias para intentar que no quede definitivamente con las vergüenzas al aire
Llevamos meses escuchando a diferentes organismos y entidades internacionales alabar los resultados de la legislación laboral puesta en marcha durante los gobiernos del PP. Y ahora, que el Gobierno de Pedro Sánchez tiene que explicar cada uno de los planes de reformas y de inversión a la Comisión Europea que deberán ser aprobados por el Consejo por mayoría cualificada para que se vayan desembolsando los fondos, resulta del todo inverosímil que los propósitos de Podemos y de los sindicatos sean presentados por el presidente como generadores de desarrollo económico y de empleo y que Europa acepte esa versión.
Por lo tanto, insisto: no es verdad, la recontrarreforma laboral que estaba en el programa conjunto firmado por el PSOE y Podemos y que luego se ratificó en aquel disparatado acuerdo con Bildu en plena pandemia -en el que, recordemos, el Gobierno se comprometía a derogar íntegramente esa legislación- pero luego fue inmediatamente descafeinado por la ministra Nadia Calviño, esa recontrarreforma es una de las muchas cosas del programa conjunto PSOE-Podemos que no se va a llevar a cabo.
Lo que sucede es que el Gobierno le va a echar un cable a su socio Iglesias para intentar que no quede definitivamente con las vergüenzas al aire y parezca, aunque sea muy por encima, que algo del programa que identificaba al partido morado queda todavía en pie.
Por lo tanto, no podemos esperar que nadie en el Gobierno reconozca paladinamente la verdad sino todo lo contrario: la portavoz y todos los ministros procurarán disimular en la medida de lo posible que esas ingentes ayudas que España va a recibir condicionan una política económica y unos Presupuestos en la línea de la moderación y que cumplan con las recomendaciones específicas formuladas por Bruselas.
No caben ahora alegrías de gasto ni tampoco medidas que dañen a las pequeñas y medianas empresas, que en España ya están aguantando malamente los efectos de la crisis
Asistiremos a evasiones sin cuento a la hora de responder a las preguntas de los periodistas y escucharemos también versiones adornadas -tuneadas- de las decisiones adoptadas por el Consejo de Ministros. Pero eso tendrá únicamente la intención política de mantener la presencia de Podemos en el Gobierno arropada con el ropaje de la utilidad para lo cual se intentará vender que se está en la plena ejecución de los planes iniciales. Hay que tener siempre presente que el PSOE necesita el apoyo de los 35 diputados del partido morado y que ésa es la razón esencial y casi única de que Iglesias y sus compañeros de partido estén, y permanezcan, dentro del Gobierno.
Pero todas las reformas que presente el Ejecutivo tendrán que seguir inexorablemente los pasos indicados por la Comisión Europea. Así que el Gobierno deberá asumir sin intentar hacer trampas sus recomendaciones que incluyen reformas en el ámbito laboral de fomento del empleo -y que van en la dirección opuesta a la pretendida por Podemos- reforma de las pensiones que garantice la sostenibilidad del sistema, de la educación, del desarrollo digital o de una política ecológica, además del saneamiento de sus cuentas públicas.
España va a disponer escalonadamente de unos 140.000 millones de euros y deberá planificar el uso que da a ese dinero en un espacio temporal limitado y, muy importante, bajo el control final de nuestros socios comunitarios. Por eso no caben ahora alegrías de gasto ni tampoco medidas que dañen a las pequeñas y medianas empresas, que en España ya están aguantando malamente los efectos de la crisis y que, si se aprobara por ejemplo, como pretenden los sindicatos, que los convenios colectivos del sector primen sobre los convenios de cada empresa, muchas de ellas se verían obligadas a echar el cierre.
El Gobierno no se va a arriesgar a pasar la vergüenza de que alguno de los países más reticentes a la aprobación de las ayudas denuncie que España no está cumpliendo las recomendaciones
Ésa es la clase de reformas que Europa no va a apoyar, por mucho que CCOO, UGT y Podemos aseguren que el país va a poder seguir recorriendo la senda contraria a las recomendaciones recibidas. Tenemos ahora la oportunidad de abordar las reformas que el país necesita para alcanzar un crecimiento sólido y sostenido. Pero entre esas reformas no se encuentra de ninguna manera la derogación de la reforma laboral vigente. Y de algo sí que podemos estar seguros: el Gobierno español no se va a arriesgar a pasar la vergüenza de que alguno de los países más reticentes a la aprobación de las ayudas denuncie, ante el Ecofin primero y ante el Consejo Europeo después, que España se aleja o no está cumpliendo con las recomendaciones de la Comisión.
En un plazo no muy largo España tendrá que haber presentado los planes sobre el destino que se va a dar el dinero que va a llegarnos a fondo perdido y esos proyectos deberán ser examinados y aprobados por todos los países de la Unión. Por eso el margen de maniobra del Gobierno, o mejor dicho, el margen que tiene el Gobierno de cesión a las pretensiones de Podemos es muy, muy pequeño por no decir inexistente. Lo que significa entre otras muchas cosas que la reforma laboral no va a ser desmontada y que el programa del acuerdo de coalición no se va a cumplir.
Pablo Iglesias no dice la verdad cuando asegura que "el acuerdo alcanzado no impedirá que el Gobierno de coalición continúe aplicando su programa". Y demos por seguro que él lo sabe. Pero necesita negarlo para no perder la cara ante los suyos y ante el público en general.
Esperemos a la elaboración de los Presupuestos, porque ellos nos darán la medida de hasta qué punto el Gobierno ha comprendido el mensaje de Europa y sobre todo, de hasta que punto lo ha asumido. Yo apuesto a que serán una cuentas perfectamente alineadas con las recomendaciones recibidas. Por la cuenta que nos tiene a todos, al Gobierno el primero.
Ya tenemos aquí la primera batalla consecuencia del acuerdo de la madrugada del martes en Bruselas que ha supuesto un vuelco importantísimo hacia el reforzamiento de Europa, pero que tiene para España, además de la magnífica noticia de los cientos de miles de millones de euros que nos van a ayudar a salir mejor de la debacle económica causada por la crisis del coronavirus, la condicionalidad que conlleva la recepción de esas ayudas.
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