La crisis económica derivada de la pandemia del Covid-19 ha abierto un interesante debate político sobre el papel de la Unión Europea a la hora de encontrar respuestas económicas y financieras colectivas a una situación tan grave como dispar.
En los primeros momentos, primaron la buenas intenciones: no faltarían las ayudas aunque apenas se aclaraban ni su naturaleza -créditos o subvenciones- ni las condiciones para recibirlas. Superada la "marea gruesa" sanitaria y hechas las primera cuentas de los daños económicos ha llegado el momento de pasar "de las musas al teatro", es decir, de aterrizar las buenas intenciones, dimensionarlas económica y financieramente, condicionar las ayudas y ponerlas en práctica.
Tras largas sesiones, por fin se acaba de aprobar un solidario paquete de ayudas financieras -subvenciones y créditos- de gran importancia económica cuyos desembolsos se irán produciendo en función del grado de cumplimiento de una serie de condiciones que tendrán que ver con el destino de los fondos, el rigor de las cuentas públicas y las reformas necesarias para favorecer una buena marcha de la economía y del empleo.
En el proceso de deliberaciones previas, el primer ministro holandés, Mark Rutte, señaló para el caso de España dos reformas estructurales, relaciones laborales y pensiones, como condición necesaria -aunque no suficiente- para disfrutar plenamente del paquete de ayudas que nos corresponda.
Recordemos, para entender las reservas de los frugales sobre nuestro país, que en el periodo 2008-2019 España aumentó su deuda pública en tanto por ciento del PIB en un 140%, mientras que Holanda, Suecia y Alemania la disminuyeron.
¡Qué pena -pensamos muchos españoles- que nos tengan que decir de fuera lo que obviamente deberíamos haber echo o estar haciendo ya! Al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, todo lo que se la ha ocurrido decir es que no le dará vergüenza -a muchísimos españoles, sí- que le ordenen lo que debería hacer por su cuenta.
Veamos que piensan, dicen y hacen -son moralmente íntegros- los holandeses sobre el mercado de trabajo:
En el periodo 2008-2019, España aumentó su deuda pública en tanto por ciento del PIB en un 140%, mientras que Holanda, Suecia y Alemania la disminuyeron"
- Holanda apenas tiene desempleo mientras que España siempre es líder en la materia; más de tres veces el holandés.
- El coste del despido es España es también el triple que en Holanda.
- La población activa real holandesa -población activa menos desempleo- se sitúa en el 60% mientras que en España apenas supera el 43%.
- En Holanda, el empleo a tiempo parcial representa el 47% del total, mientras que en España apenas llega al 14%.
- En Holanda, las ayudas al desempleo tienen menos duración que en España y están condicionadas a buscar y aceptar un nuevo trabajo.
- En Holanda, el 90% de los estudiantes universitarios trabajan y además se endeudan con el Estado para pagar sus estudios. La tasa de paro juvenil en España es 3,5 veces la holandesa.
Unos sindicatos carentes de representatividad -absolutamente ninguna entre trabajadores a tiempo parcial-, financiados por el Estado -como con Franco- y aliados de los socialistas de todos los gobiernos han hecho posible el calamitoso estado de nuestro mercado de trabajo. En Holanda, curiosamente, fue un ministro de Trabajo que había sido antes un importante líder sindical –no subvencionado– el que hizo la reforma del trabajo a tiempo parcial que ha situado a su país como una referencia en Europa.
¿Qué oposición puede haber a que España imite las buenas prácticas de los holandeses? Desde luego, que lo mejor que nos podría pasar sería imitarlos voluntariamente o hacerlo obligados por la UE; lo peor, seguir como estamos.
Unos sindicatos carentes de representatividad, financiados por el Estado -como con Franco- y aliados de los socialistas han hecho posible el calamitoso estado de nuestro mercado de trabajo"
En el ámbito de las pensiones el modelo de referencia es Suecia, cuyos excesos socialistas conllevaron a una grave crisis económica a mediados de los años 90 del pasado siglo. Entre las diversas reformas que convirtieron su previo e inviable "Estado Protector" en un nuevo y muy eficaz "Estado Posibilitador", además de la sanidad y la educación transformaron su sistema de pensiones para hacerlo viable a largo plazo.
He aquí el nuevo modelo sueco de pensiones:
- Sistema complementario: uno mixto de reparto -como ahora en España- y capitalización y otro individual y voluntario de capitalización.
- Pensión mínima sobre la base de las contribuciones realizadas durante toda la vida laboral.
- Las generaciones futuras tienen garantizado que no asumirán la carga de un sistema deficitario, pues si los pagos llegan a superar los ingresos se reduce el monto de las pensiones pagadas.
- La cuantía de la pensión recibida está determinada por las cotizaciones efectivas de toda la vida laboral.
- La edad de jubilación es libre a partir de los 61 años pero con un gran incentivo para postergar la edad del retiro.
- Se puede trabajar después de estar jubilado, la pensión crece con los años cotizados y el despido es libre a parir de los 67 años.
¿Quién puede estar en desacuerdo con este sistema? El gran desafío de la España de nuestro tiempo es a su vez una gran oportunidad de hacer nuestros deberes, como ya hicieron los holandeses con su mercado laboral y los suecos con su estado de bienestar. Frente a la solidaridad que pedimos tenemos que ser responsables de nuestros actos. No tenemos escusa para seguir adelante con las reformas que impulsen y posibiliten regresar a la convergencia con la UE que tenemos perdida desde 2008; que ya es tiempo y está en nuestras manos recuperar.
La crisis económica derivada de la pandemia del Covid-19 ha abierto un interesante debate político sobre el papel de la Unión Europea a la hora de encontrar respuestas económicas y financieras colectivas a una situación tan grave como dispar.