Poco dura la alegría en casa del pobre. Tras la euforia por el acuerdo alcanzado en Bruselas, con vergonzante pasillo de palmeros al presidente a su llegada a Moncloa, el Pleno del Congreso devolvió este miércoles a Pedro Sánchez a la cruda realidad.

Se votaban los dictámenes de la Comisión de Reconstrucción y el Gobierno salió derrotado en el bloque de política social por tres votos (175 votos contra 172). Los otros tres dictámenes los sacó adelante: dos con el apoyó el PP y otro con la inesperada ayuda de JxC.

Lo que se aprobó en el Congreso, no nos engañemos, es una declaración de intenciones sin mucho contenido. Sánchez quería unos nuevos Pactos de la Moncloa y, al final, se ha tenido que conformar con un paquete de buenas intenciones que no interesa a nadie.

Antes de la votación, en la sesión de control, el presidente y el líder de la oposición se volvieron a tirar los trastos a la cabeza a cuenta de la aprobación del Fondo de Recuperación europeo. Reproches mutuos: "Su ayuda ha sido inexistente", le espetó Sánchez a Casado. El Fondo ha salido gracias a tres líderes que se alinean a la derecha: Michel, Von der Leyen y Merkel, le respondió el líder del PP.

¡Qué gran oportunidad perdida para ofrecer ante la opinión pública una imagen de unidad! La voluntad de acuerdo ha sido la clave para que saliera adelante el paquete más importante de ayudas aprobado hasta ahora por la Consejo Europeo, consenso que ha trascendido a las familias ideológicas a las que pertenece cada uno de los presidentes y jefes de estado de la UE.

Pero aquí es distinto. Sánchez quiere apuntarse en solitario el éxito obtenido en Bruselas. Casado, al que no le queda más remedio que admitir que ha sido un buen acuerdo para España, se ve obligado a sacarle los colores por no reconocer el esfuerzo que ha hecho la derecha para salvar el proyecto europeo. Pero aquí lo que prima es vuelo bajo, casi rasante.

Ayer nadie habló de Pactos de la Moncloa y la mayoría de los diputados ya tenía la mente puesta en las vacaciones.

El escenario preelectoral en Cataluña y las limitaciones para hacer un presupuesto expansivo resquebrajan la mayoría de la moción de censura y tensan al gobierno de coalición

Por eso, en ese contexto, las votaciones tuvieron importancia: pusieron de relieve la debilidad del Gobierno. No había más que ver las caras de Adriana Lastra y su fiel escudero, Rafael Simancas, para percibir el daño que la derrota parlamentaria ha hecho a la imagen de presidente, que acababa de vivir sus 24 horas más felices desde que llegó a Moncloa.

El paquete de ayudas que llegará desde Bruselas (140.000 millones, de ellos 72.000 en subvenciones) facilita enormemente la elaboración de un presupuesto que, sin ese balón de oxígeno, hubiera tenido que incorporar duros recortes. Pero ese colchón financiero no será suficiente para congregar a la mayoría absoluta del Congreso.

El calendario de las elecciones en Cataluña es uno de los elementos que los estrategas de Moncloa consideran básico para fijar la presentación del presupuesto. En principio, los comicios se celebrarían el próximo 4 de octubre. El Gobierno cree que, una vez celebradas las elecciones, ERC no estará condicionada por la pugna electoral y podrá colaborar con sus votos a aprobar las Cuentas del Reino. Es más un deseo que una realidad, porque nadie sabe qué puede pasar en esa cita electoral. Como tampoco es seguro que se celebre en esa fecha, ya que ahora todo depende de la fuerza de los rebrotes del Covid-19. Una complicación seria en otoño obligaría a un retraso difícil de estimar.

Si el respaldo de ERC está en el aire, el apoyo del resto de partidos que votaron la moción de censura es aún más evanescente. De hecho, ayer, los pequeños partidos de izquierda criticaron al Gobierno por buscar el apoyo de la derecha y olvidarse de los que le llevaron al poder.

El presupuesto es una cosa muy seria, nada que ver con las florituras de la Comisión de Reconstrucción. Bruselas no va a permitir alegrías con el gasto público y, aunque levante el listón del déficit, vigilará con lupa el destino de los fondos que llegarán, en todo caso, para financiar programas previamente aprobados por la Comisión.

Tras la comparecencia del presidente el próximo miércoles en el Congreso para explicar el acuerdo para la creación del Fondo de Recuperación europeo, la vida política en España quedará en suspenso, sumida en la preocupación por los rebrotes de la pandemia. Los datos económicos de otoño nos helarán la sangre. Cataluña volverá al primer plano y los presupuestos se debatirán en un ambiente de enorme tensión. Un panorama como para no volver de vacaciones. O bien, para clamar, una vez más, por el consenso, por un pacto nacional para hacer frente a la crisis sanitaria y probablemente social que se nos avecina.

Poco dura la alegría en casa del pobre. Tras la euforia por el acuerdo alcanzado en Bruselas, con vergonzante pasillo de palmeros al presidente a su llegada a Moncloa, el Pleno del Congreso devolvió este miércoles a Pedro Sánchez a la cruda realidad.

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