A Sánchez le preparan avenidas romanas, balcones de papa, mundiales brasileños, escaleras de Norma Duval y hasta coreografías acuáticas de Esther Williams, ahí en ese Congreso que tiene algo de piscina con flores de las alfombras en el fondo. A Sánchez le preparan maillots amarillos, corridas goyescas, óperas egipciacas, óscar de Benigni, veladas en Las Vegas, dieces de gimnasia rítmica, homenajes en portaviones. Sánchez ya sólo puede moverse impulsado por aplausos, papirotazos o soplidos, como un barquito de papel, como un ratoncito a cuerda, como esos juguetes íntimos que se activan con palmadas. Muchos aplausos y un gran numerito o decorado, como de suite temática de motel erótico, o Sánchez no funciona.
Para esta última sesión en el Congreso, extraordinaria porque venía con pasacalle, como el Curro de la Expo o el Circo del Sol, Sánchez se llevó a todo el grupo parlamentario al completo, que parecían babilonios de coro. Se los llevó a todos, sólo para que le aplaudieran más fuerte y como con pompón. Con ese acuerdo o recomendación para que estén presentes sólo la mitad de los diputados, Sánchez no podía cumplir. Él necesita autoestima, él necesita olés, él necesita jaleos de rodeo, él necesita grititos de concierto de Hombres G, o no funciona.
Aplauden para que parezca un héroe en vez de un canalla. Y se ríen porque eso les funciona"
Sánchez se pone a pensar que él fue a Europa sólo a pedir, a esperar y a obedecer, que España acaba de sufrir la destrucción de puestos de trabajo más terrible de la historia, que hay 45.000 muertos con o sin pebetero, que el virus viene en la segunda ola o en lancha motora, que el turismo se hunde porque él se olvidó del bicho cuando dejó el cochecito de bombero de su alarma, y claro, así uno se hunde y no puede dar discursos con tonillo de superioridad casi bailongo. Por eso hubo convocatoria general, rebato, zafarrancho para que todos estuvieran allí, de pie, aplaudiendo, ayudando al jefe como a Perico Delgado con pájara. Todos aplaudiendo, todo lo que podían, casi con patadas de animadora o de chorus line. Casado, que todavía no se entera, aún preguntaba por qué aplaudían y de qué se reían. Aplauden para que parezca un héroe en vez de un canalla. Y se ríen porque eso les funciona.
Es el héroe de Europa como un héroe de Cartago, aunque sólo estuvo allí poniendo una mano y una bizquera de cojo de iglesia mientras los mayores hacían sus cosas. "Escucha activa", lo llama, como lo llamaría un mirón. Sánchez sólo se puede mover con el fetiche, con el autoerotismo, que luego le da mucha energía para sonreírle como Jack Nicholson al muy básico Abascal, afeándole que se vaya de vacaciones antes que presentar la moción de censura. Bueno, Sánchez también se irá de vacaciones dejándonos ardiendo en el virus y en la arena sin sombra, que es bastante más importante que una moción de censura también autoerótica. Sánchez no se va a ir al Reino Unido, ni a Francia, ni a Alemania, a usar su firme persuasión, su sombra grácil pero amenazante de ninja del amor y la política, para devolvernos a los guiris con calcetín. No, seguro que nuestro héroe, el nuevo Spinola, se va a Doñana, a ordenar asaltos vikingos a Bajo de Guía, que eso también es contribuir al turismo. Igual que ha contribuido, junto con Podemos, a cambiar las "condiciones atmosféricas" (sic) del debate público y del Congreso, según dijo. Debe de ser por cómo se dirige, con voz de brisilla marina, a Rufián o a Bildu, así como ofreciéndoles gazpachito y siesta.
Vox se cree que puede sobrepasar al PP y acabar con el sanchismo. Lo que hace es asentarlo con cada empellón y cada morrionazo"
A Sánchez le preparan homenajes de astronauta o piscinas de Playboy en el Congreso, todo atrezo, todo delfines y pezones de goma. El intento por hacer de este Narciso de rayos uva no ya un gobernante ni un héroe, sino una rocanrol star como decía Loquillo, estremece de risa. Es muy ridículo esto de que te tengan que aplaudir para que entres (por tercera vez), como si fueras un bebé de pañal dando tus primeros pasos de tentetieso. Pero siempre hay alguien que ayuda a borrar esa imagen, como ha hecho Vox. Ahora que Sánchez se sostiene sólo en los aplausos, que los necesita como una hélice en el culo, que tiene que llamar a todo su personal para soplar porque si no caería como una cometa enredada, Vox le monta una moción de censura sin salida. O sea, que Sánchez pasa de la pueril necesidad de autoafirmación a disponer de un auténtico duelo adulto con un enemigo ancestral, un duelo que además Sánchez tiene ganado. O sea, la oportunidad de pasar de un bebé con teta y amiguitos de felpa a un juicio de Dios entre paladines.
Sánchez está ya entre la ruina de cementerio y el consuelo de las tatas, justo cuando acude Vox al rescate. Vox, que ha visto demasiadas pelis y memes de Chuck Norris, se cree que puede sobrepasar al PP y acabar con el sanchismo. Lo que hace, como ha hecho desde el principio, es asentar el sanchismo con cada empellón y cada morrionazo. La boba incontinencia de los de Vox cuando Sánchez hablaba del ascenso de la ultraderecha, aplaudiendo la palabra como el que aplaude que haya salido su pueblo en la tele, lo dice todo. Todos estos pechopalomos con tanta cruz de Borgoña y tanta pana campera en la huevera son el seguro de Sánchez, son el toro con el hierro de cancela del sanchismo en el lomo. Parece que Sánchez los cría para que embistan, para el espectáculo y para su gloria. Y así ocurre de vez en cuando. La moción de censura sólo le proporcionará a Sánchez otra vuelta al ruedo y otro aplauso de claque. Pero esta vez por una batalla de verdad, no por una danza con sirenas. "Prepárense para una legislatura larga y fructífera", dijo el presidente. Cuando se acabe el virus, Sánchez todavía seguirá contando con Vox.
A Sánchez le preparan avenidas romanas, balcones de papa, mundiales brasileños, escaleras de Norma Duval y hasta coreografías acuáticas de Esther Williams, ahí en ese Congreso que tiene algo de piscina con flores de las alfombras en el fondo. A Sánchez le preparan maillots amarillos, corridas goyescas, óperas egipciacas, óscar de Benigni, veladas en Las Vegas, dieces de gimnasia rítmica, homenajes en portaviones. Sánchez ya sólo puede moverse impulsado por aplausos, papirotazos o soplidos, como un barquito de papel, como un ratoncito a cuerda, como esos juguetes íntimos que se activan con palmadas. Muchos aplausos y un gran numerito o decorado, como de suite temática de motel erótico, o Sánchez no funciona.
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