Iglesias está celoso, quiere a Sánchez para él como una mujer pantera y quiere el Gobierno como una casita en la pradera con hijos de peto proletario. “Hay que cuidar la coalición”, ha dicho como una esposa de Mad men al ver que Sánchez ya se cita con Ciudadanos como con una de esas azafatas rusas con pañuelo naranja. El ideal podemita se parece mucho al de una princesa Disney, o sea no tanto la revolución sino un hogar seguro y un guapo con corte de pelo a lo príncipe de galletas que te patrocine esa revolución. Sánchez le concedió a Podemos sus ministerios para que fuera haciendo una pequeña Cuba con ellos, con sus desconchones con forma de estrella a balazos, sus muros sostenidos por bicicletas y sus promesas de un paraíso del igualitarismo con el mismo helado, la misma alpargata y la misma braga para todos. No era mucho, pero era un comienzo. Podemos confiaba en repartir miseria según los protocolos de la miseria, pero resulta que ahora no se puede repartir dinero sino según los protocolos del dinero, es decir los de Europa. Y ni siquiera Sánchez tiene alternativa ante esto.
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