En el Parlament de Cataluña, donde ponen en los escaños una corona de churros en honor a los fugados y a los condenados; donde una mayoría que no hubiera bastado para cambiar de día la fiesta regional abolió el Estatut y la Constitución sin más norma que una borrachera de mosqueteros; donde el poder legislativo se ha reducido a un palquito para las óperas lloronas y los entierros de torero que constituyen ya todo el independentismo; en el Parlament, que apenas se abre para drenar llagas de oro de la historia y de los asientos, que rezuman como botijos, y secar orzuelos de sus banderas, todas con legaña y verdugón de estrella en el ojo; en el Parlament, decía, van a debatir sobre la monarquía y van a votar la abdicación de Felipe VI.
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