La sinécdoque es una figura retorica que consiste en designar la parte por el todo o viceversa. Así, con seguridad, este verano diremos a menudo aquello de “tocamos a dos gambas por cabeza” o leeremos “inmigrantes sin techo reclaman…”, cuando queremos decir “persona” u “hogar” siendo estas palabras solo una parte del concepto al que nos referimos.

Pero también en las ultimas semanas y probablemente a lo largo de lo que queda de verano estamos asistiendo a la generalización, en mi opinión, de dos peligrosas y equívocas sinécdoques que confunden y sobre todo erosionan las bases de nuestra sociedad y convivencia que tanto progreso han traído a España en los últimos cuarenta y dos años. Son éstas las que denomino sinécdoques reales y que equiparan partes de la de la Monarquía con la propia Institución equivocadamente, sembrando la duda y la preocupación por su utilidad, conveniencia o adecuación a las necesidades de nuestra sociedad. 

La primera y mas importante para mi es la que es la que toma una parte, la del Don Juan Carlos, Rey Emérito, por el todo de la institución de la Monarquía. La Monarquía, consagrada en nuestra constitución tanto como lo es el  Parlamento es una institución que va mucho mas allá de la persona. La institución de la Monarquía exige los máximos niveles ejemplaridad y transparencia en nuestra sociedad. Es la contrapartida a la confianza que entregamos a nuestros reyes y sus familias desde la aprobación de nuestra constitución en 1978. Con ella hemos vivido un periodo de estabilidad y prosperidad únicos en la historia de España.

No es justo, ni conveniente confundir a la persona del Rey Emérito con esta institución moderadora con eficacia de la convivencia en España, embajadora de nuestro país, sus empresas y sus gentes en el mundo

No es justo, ni conveniente por tanto confundir a la persona del Rey Emérito con esta institución moderadora con eficacia de la convivencia en España, embajadora de nuestro país, sus empresas y sus gentes en el mundo, infatigable defensora de la cultura española, de la juventud y su futuro, de los desfavorecidos y vulnerables. 

La segunda sinécdoque es la que toma las recientes noticias sobre las actividades que están siendo investigadas de D. Juan Carlos, tan solo una parte de su actividad y legado por el todo de su reinado, que en opinión de historiadores y politólogos ha sido política, económica y socialmente ejemplar. Es cierto que, vistas las noticias, tanto algunos pasajes de su vida privada como algunas de sus actividades económicas parecen no haber estado a la altura de la figura que representa y de las exigencias de la Institución, pero no dejan de ser una parte del todo que es un inmenso legado de prosperidad, convivencia y estabilidad de España que no debemos olvidar. (Por otro lado, dichas actividades están siendo investigadas y serán juzgadas de acuerdo con nuestro estado de derecho).  

Pilotar con diplomacia la frágil nave de la transición, mantener firme el timón en tempestades como el 23F o ensalzar y enaltecer a España hasta tutear a las naciones mas importantes del mundo, amen de su apoyo a empresas y empresarios españoles en todo el globo son obras que también debemos, en estos difíciles momentos, poner en su haber. 

En modo alguno quiere decir que no sean reprobables y merezcan nuestro rechazo las noticias que venimos conociendo en las ultimas semanas sobre las actividades que están siendo investigadas del Rey Emérito si fuesen constitutivas de delito o tan solo poco ejemplares. La institución de la Monarquía exige los máximos niveles ejemplaridad y transparencia en nuestra sociedad. Es la contrapartida a la confianza que entregamos a nuestros reyes y sus familias. 

Pero, sin embargo, debemos huir de estas sinécdoques reales. Del mismo modo que ante comportamientos nada ejemplares o edificantes de alcaldes, ministros o presidentes no hemos puesto en cuestión la necesidad o conveniencia de la existencia de esas instituciones, el debate ahora no puede ni debe centrarse en el impacto o inestabilidad que amenaza a la institución, sino sobre los hechos y las personas que los protagonizaron.

Yo me declaro abiertamente monárquico, pero no por razones románticas o nostálgicas.  Ni siquiera por la admiración y afecto que profeso a nuestro actual Rey Felipe VI sino por cuestiones bien practicas respecto a otras alternativas como la republica.

La Monarquía exige los máximos niveles ejemplaridad y transparencia en nuestra sociedad. Es la contrapartida a la confianza que entregamos a nuestros reyes y sus familias

Es cierto que al rey no lo elegimos más que una vez cuando decidimos en referéndum aprobar nuestra constitución y que hemos confiado en su familia y descendencia la tarea de desarrollar esa tarea constitucional, pero desde mi punto de vista practico tres son las ventajas que ello reporta: 

La primera es la garantía de independencia y neutralidad de quien esta fuera de la arena política y sin necesidad de confiar en los votos puede mirar al largo plazo, al bien común con mayor facilidad y menores presiones

La segunda la garantía que representa el asegurar que las personas que ostenten el titulo de la mas alta representación de España haya sido preparadas, entrenadas y formadas desde su nacimiento para desempeñar un cargo de alta complejidad y exigencia.  Profesionalidad, compromiso y formación, tres de las cualidades de que están exentos muchos de los cargos públicos en unos momentos en que la preparación, el conocimiento y la experiencia son mas importantes que nunca.

La tercera, es que, además, es mucho mas barato. 

Lo he dicho, no soy Juan Carlista ni siquiera Felipista, pero si monárquico. Creo en la institución, en su misión y su necesidad como pieza de nuestra arquitectura democrática, y la creo mejor que otras soluciones, por eso no me gustan estas sinécdoques reales que tienen como final el cuestionarla.  


Juan Pedro Moreno, ex presidente de Accenture España.

 

La sinécdoque es una figura retorica que consiste en designar la parte por el todo o viceversa. Así, con seguridad, este verano diremos a menudo aquello de “tocamos a dos gambas por cabeza” o leeremos “inmigrantes sin techo reclaman…”, cuando queremos decir “persona” u “hogar” siendo estas palabras solo una parte del concepto al que nos referimos.

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