Cayetana se levanta en el Congreso con una presencia de Dama del Lago con la espada para ella sola, y eso no gusta en política. En política no gusta que uno parezca un estilita de sí mismo, porque el partido debe ser una cosa entre abejera y ovejera, un organizado enjambre alrededor de una teta de nata (sólo hay que ver a los socialistas poniéndose en pie cuando entra Sánchez, firmes de taconazo y de cucharón como quintos ante el sargento de cocina). En política tampoco gusta que uno maneje espadas mágicas, o sea cultura, inteligencia, lógica y hasta soberbia intelectual, cuando los demás sólo manejan leños y mocos, como armas de troll. Es decir, Cayetana no gusta. Y no por radicalidades ni centralidades. No gusta porque es una intelectual en un oficio de zoco, alguien que hace que todos parezcan vendedores de botijos, descuideros de morral y matarifes con hocino. Y en el PP hay ahora gente preocupada por vender sus botijos.
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