Cayetana se levanta en el Congreso con una presencia de Dama del Lago con la espada para ella sola, y eso no gusta en política. En política no gusta que uno parezca un estilita de sí mismo, porque el partido debe ser una cosa entre abejera y ovejera, un organizado enjambre alrededor de una teta de nata (sólo hay que ver a los socialistas poniéndose en pie cuando entra Sánchez, firmes de taconazo y de cucharón como quintos ante el sargento de cocina). En política tampoco gusta que uno maneje espadas mágicas, o sea cultura, inteligencia, lógica y hasta soberbia intelectual, cuando los demás sólo manejan leños y mocos, como armas de troll. Es decir, Cayetana no gusta. Y no por radicalidades ni centralidades. No gusta porque es una intelectual en un oficio de zoco, alguien que hace que todos parezcan vendedores de botijos, descuideros de morral y matarifes con hocino. Y en el PP hay ahora gente preocupada por vender sus botijos.
Cayetana se levanta acerada y salpicando, como un géiser en la madera de mueble bar de la política. Quema o escarcha, inevitablemente, en medio de una politiquería hecha para una temperatura mental de pantufla. A Cayetana quieren sacarla de su lago o de su cascada, exuberante y provocadora. Dicen que ni el propio Casado, su supuesto mentor, podrá salvarla. Casado ha pasado de querer llevar toreros al Congreso a buscar ahora un "perfil gestor en lugar de la bronca y el ruido", según la noticia de este periódico. Para eso no habría hecho falta ni Casado, bastaría con que hubiera continuado Rajoy.
Si ahora hay que volver a Rajoy, no sé qué pinta Casado. Para eso lo mejor sería Feijóo, que siempre ha parecido el sobrino que heredaría la camisería triste de don Mariano"
En aquella carrera en la que cayeron las dos Vírgenes de tonadilla del PP, Soraya y Cospedal, si algo quedó claro es que el partido parecía querer volver a la ideología. Habían quedado hartos de Rajoy, un señor de maquetita de tren, contemplador de chirimiris, que hacía política de mecedora, paisaje y cena recalentada. Esa hartura se notó en aquel primer discurso de Casado, que tuvo algo de credo niceno, volviendo a la bandera, a la familia de portalito o al madrugador con gallo. Lo que yo llamé en mi crónica "Todo lo pellizcable del PP", y que no había sido pellizcado por Rajoy, que sólo era como un botones viejo de ascensor administrativo, haciendo vida y trabajo de la quietud, la repetición, la espera y a lo mejor el rezo al cupón. Si ahora hay que volver a Rajoy, no sé qué pinta Casado. Para eso lo mejor sería Feijóo, que siempre ha parecido el sobrino que heredaría la camisería triste de don Mariano.
En un PP que vuelva a ser de Rajoy o como con Rajoy, está claro que Cayetana no cabe. Cayetana se fue la primera vez por Rajoy y se diría que puede irse otra vez por él. Se va a tener que ir porque Casado, después de todo este tiempo, después de pasar por el renacimiento, por el torero, por el barbero y por el centrismo, lo que está pensando es volver a Rajoy, volver a ser morcilla de retruécanos, obviedades de ascensorista y encogimientos de hombros. A lo mejor Casado no se da cuenta de que si se va Cayetana detrás iría él. Ya digo que Feijóo es mejor Rajoy que Casado, y le va a ganar siempre en eso. Quizá ya Casado, simplemente, no tiene poder para decidir nada.
No es que no quieran a Cayetana por ser una valquiria entre señores de José Luis López Vázquez, sino por no vender botijos, y al PP parece que le hace falta venderlos. Cayetana azora por su brillantez y es peligrosa por su inteligencia, pero nunca ha sido una extremista. A ver si encuentran ustedes propuestas extremistas de Cayetana... Pero es que cuando hablan de "moderación", como ya he dicho alguna vez, no se refieren a la ideología, sino a los modos. Es una versión sanchista de la moderación lo que está aceptando y buscando el PP de Casado. O el PP de Feijóo, que ya uno no sabe. Incluso cuando llamó "hijo de terrorista" a Iglesias, Cayetana sólo pretendía rebatir con datos esa marca de "superioridad moral" que no se les cae a estos abrazadores de etarras, columpiadores de sediciosos y guillotineros de jueces.
Todo empezó en el PP vasco y va aborrascándose en el PP gallego. Hay por ahí un PP mollar que no es que quiera volver a la pachorra de Rajoy, sino que sobre todo aspira a ser regionalista"
Quieren que se vaya Cayetana y luego supongo que Casado, al que ya le tienen preparado una butaquita o un destino de cartero como a Rajoy. Todo empezó en el PP vasco y va aborrascándose en el PP gallego. Hay por ahí un PP mollar que no es que quiera volver a la pachorra de Rajoy, sino que sobre todo aspira a ser regionalista, foralista y no sé si icetista. Un PP que está dispuesto a claudicar ante el nacionalismo en vez de plantarle cara intelectualmente, porque si no por allí no pueden comer. Esa claudicación intelectual es la que no aceptaría nunca Cayetana. Pero Cayetana no es sólo Cayetana, sino esa resistencia intelectual ante la pereza mental y política. Una resistencia que puede ser contagiosa y que nunca aceptaría que la aciaga ideología nacionalista, antidemocrática, insolidaria y esencialista, se convirtiera en dogma incluso para el PP, por mucho que haga falta vender botijos.
Dicen que va a caer Cayetana, intelectual sin cuya presencia magmática toda esa "moderación" o condescendencia con el nacionalismo imperativo y con la vulgarización sentimental de la política, o sea con el sanchismo, será más fácil. Luego, cuando Casado tampoco sea suficientemente "moderado" o botijero o plurinacional, lo quitarán a él y llegará Feijóo con falda escocesa y porrón de la tierra. Eso, o Casado pasa otra vez por el barbero y en vez de toreros ficha a equidistantes. Lo mismo ya lo está haciendo.
Cayetana se levanta en el Congreso con una presencia de Dama del Lago con la espada para ella sola, y eso no gusta en política. En política no gusta que uno parezca un estilita de sí mismo, porque el partido debe ser una cosa entre abejera y ovejera, un organizado enjambre alrededor de una teta de nata (sólo hay que ver a los socialistas poniéndose en pie cuando entra Sánchez, firmes de taconazo y de cucharón como quintos ante el sargento de cocina). En política tampoco gusta que uno maneje espadas mágicas, o sea cultura, inteligencia, lógica y hasta soberbia intelectual, cuando los demás sólo manejan leños y mocos, como armas de troll. Es decir, Cayetana no gusta. Y no por radicalidades ni centralidades. No gusta porque es una intelectual en un oficio de zoco, alguien que hace que todos parezcan vendedores de botijos, descuideros de morral y matarifes con hocino. Y en el PP hay ahora gente preocupada por vender sus botijos.
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