Muchas veces no por obvias las cosas despiertan en nosotros las reacciones que, de plantearse con contundencia y transparencia, deberían provocar. Nuestra sociedad es un gran ejemplo de como asumir sin implicarse temas obvios que afectan a nuestra convivencia y no hacer nada. Asumirlos simplemente como un bajo continuo, un ruido sordo, una cantinela forzada a vivir recluida en conversaciones de cena de sábado con amigos, cafés pre o post reunión en la oficina o debates de bar o coche mientras vamos de viaje con familiares o amigos, pero sobre las que no tomamos conciencia, no tomamos un partido claro y, sobre todo, no estamos dispuestos a movilizarnos a tomar acción alguna para corregirlos.
Lo más interesante es que no aprendemos de unas veces para otras y saltamos de una obviedad no resuelta a la siguiente sin más preocupación"
Muchas de ellas siempre encuentran como reacción al inicio la manida frase de "ya lo sabia", pero sobre todo "eso lo sabe todo el mundo". Sí, lo sabe todo el mundo en muchas ocasiones, pero sin embargo nadie, ni partidos políticos ni asociaciones ni sociedad civil, se comprometen a enarbolar banderas de cambio en favor de acabar con esas "obviedades" que en muchos casos tiene consecuencias negativas en nuestra convivencia. Al final de la conversación, además, nos conformamos con la otra manida frase de "no tiene solución".
Y lo más interesante es que no aprendemos de unas veces para otras y saltamos de una obviedad no resuelta a la siguiente sin más preocupación. De pronto, a veces, y casi siempre muy tarde, los medios de comunicación, alentados por sus propios intereses, nos las presentan ante los ojos para provocar de nuevo nuestra reacción de "ya lo sabíamos y no tiene solución". "Lo sabe todo el mundo, pero nadie lo arreglará". ¿Y usted? ¿Y yo?
Aunque hoy esta reflexión quiere llamar la atención sólo sobre una de ellas, con el fin apoyar mi tesis mencionaré brevemente algunos ejemplos:
Cualquier lector avezado habrá comentado desde los años noventa como poco, cómo con total certeza éste o aquel político se beneficiaban de sus cargos, se aprovechaban económicamente de sus influencias y cometían tropelías que sottovoce todos conocíamos, comentábamos y compartíamos con todo lujo de detalles, que no desgranaré porque afortunadamente más tarde que temprano han terminado aireando los tribunales de toda España y lo que quede por venir. Porque aun damos por obvio en nuestras conversaciones como tal o cual aun siguen ahí sin que les hayan pillado esto o lo otro.
Con una hipocresía bastante sorprendente, llegado el momento cada uno de sus votantes ha repetido y mantenido su voto ignorando las tan comentadas obviedades que nos escandalizaban en las tertulias.
También durante décadas, quién en un foro u otro no ha discutido y dado por conocidos, obvios y asumidos los tan divulgados ahora enredos de todo tipo de nuestro rey emérito sin que ni sociedad civil ni política hiciesen otra cosa que mirar a otro lado.
Pues bien, la excepcional situación que la pandemia ha traído a nuestra sociedad está colocando a diario en nuestras conversaciones otra de esas obviedades, esta vez, en mi opinión, con implicaciones muy negativas en nuestro estado del bienestar. Esta obviedad no es otra que la de que el estado de nuestras autonomías, teniendo muchas ventajas y habiendo servido para articular nuestro territorio de forma ostensiblemente positiva en estos últimos cuarenta y dos años ha ido demasiado lejos, hasta el punto de crear numerosas deseconomías ineficiencias y fricciones que no por obvias debemos dejar pasar por alto.
Leo estos días que una de las principales barreras para el uso eficiente como ocurre en otros países de la aplicación Radar Covid que tanto puede ayudar a controlar esta pandemia no es otra que el hecho de que disponemos de diecisiete sistemas de sanidad que no se hablan unos con otros, diecisiete tarjetas sanitarias malamente integradas y coordinadas y diecisiete modelos diferentes de enfrentar medidas de control de la pandemia que vuelven locos a sanitarios, pacientes y ciudadanos.
Septiembre promete ser un mes caótico para la vuelta escolar. Como si el virus también fuese nacionalista y se portase diferente en Cataluña que en Andalucía"
Desgraciadamente esto es tan solo la punta de un iceberg de descomunales dimensiones que todos conocemos, del que todos hablamos y del que hasta la fecha no hemos oído propuestas serias o reacciones importantes. Porque esta obviedad afecta también a la Justicia, tan atascada y lenta, que sin embargo se resiste a tener un solo sistema integrado de la oficina judicial en toda España, lo que hace mucho más difícil y, sobre todo, lenta su administración.
Por no hablar de la educación o de la movilidad de profesores o funcionarios entre comunidades autónomas. Septiembre promete ser un mes caótico para padres, alumnos y profesores que enfrentaran la vuelta al colegio en tiempos de pandemia con soluciones por comunidad autónoma. Como si el virus también fuese nacionalista y se comportase de forma diferente en Cataluña que en Andalucía.
Educación, Sanidad y Justicia, junto a las pensiones, por supuesto, son algunas de las partidas más relevantes en nuestro gasto público alcanzando las 3 primeras hasta un 26% del gasto total. Además, situaciones como la pandemia han puesto de manifiesto que, por si fuese poco, y a pesar del gasto, no funcionan, ni de lejos, con los niveles de servicio a que nuestro estado de bienestar (tan caro por otro lado) parece aspirar.
¿Quedaran estos temas, también, como otras obviedades a comentar en el paseo por la playa? ¿Hemos escuchado a algún dirigente o partido político poner sobre la mesa la necesidad de reformar seriamente, con lo aprendido hasta ahora, el modelo autonómico sin (como algún partido político reclama) necesidad de eliminarlas? Yo desgraciadamente, no. Pruebe, lector, a comentarlo con su pareja, sus amigos o con quien coincida en una conversación intranscendente de verano. La respuesta no se hará esperar: "Eso es obvio, lo sabemos todos, es uno de los problemas más importantes que tenemos, pero no se puede arreglar".
Y es que hay obviedades que matan. O que al menos pueden matar.
Juan Pedro Moreno, ex presidente de Accenture España.
Muchas veces no por obvias las cosas despiertan en nosotros las reacciones que, de plantearse con contundencia y transparencia, deberían provocar. Nuestra sociedad es un gran ejemplo de como asumir sin implicarse temas obvios que afectan a nuestra convivencia y no hacer nada. Asumirlos simplemente como un bajo continuo, un ruido sordo, una cantinela forzada a vivir recluida en conversaciones de cena de sábado con amigos, cafés pre o post reunión en la oficina o debates de bar o coche mientras vamos de viaje con familiares o amigos, pero sobre las que no tomamos conciencia, no tomamos un partido claro y, sobre todo, no estamos dispuestos a movilizarnos a tomar acción alguna para corregirlos.
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