El trazado o rastreo de contactos (¿quién no ha oído hablar de él a estas alturas de pandemia?) es sin duda un pilar fundamental en la lucha contra el Covid-19, ya que nos permite identificar, para cada caso positivo de coronavirus y de manera temprana, las personas a las que ha podido contagiar. Sin embargo, adolece de cuatro importantes limitaciones.
En primer lugar, depende de la memoria de la persona, que tiene que recordar sus contactos cercanos en los últimos días.
En segundo lugar, dichos contactos deben ser identificables, es decir, la persona infectada por Covid-19 debe tener los datos de dichos contactos para que puedan ser localizados por parte de los rastreadores de contactos. Por tanto, el trazado manual no es capaz de identificar contactos cercanos desconocidos, como pueden ser aquellos que tienen lugar en el transporte público, en un restaurante o en una discoteca.
En tercer lugar, es difícil hacer el trazado cruzando fronteras. Y, en cuarto lugar, esta técnica requiere muchos recursos humanos para poder escalar. Y como hemos constatado en las últimas semanas, desgraciadamente no se han contratado los recursos necesarios para ello en la mayoría de Comunidades Autónomas.
Vistas estas limitaciones, dada la gran adopción de los smartphones y puesto que están con nosotros la mayor parte del tiempo, parece lógico pensar que nuestros queridos móviles puedan utilizarse para ayudar en el trazado de contactos: si mi móvil pudiese comunicarse, de manera pasiva y silenciosa, con los móviles de las personas que están cerca de mí, podría crearse de manera automática una lista de todos los contactos cercanos que he tenido, sin necesidad de tener que recordarlos e incluyendo encuentros con personas desconocidas.
Por ello, aunque el trazado de contactos manual es el método base para hacer la detección temprana de los posibles contagiados, la inmensa mayoría de países del mundo han desplegado algún tipo de app móvil para complementar dicho trazado manual.
Dentro de las distintas soluciones tecnológicas móviles en la ayuda al trazado de contactos, el uso del Bluetooth como sensor de cercanía de otros móviles es la solución preferente en Europa, entre otras cosas, por las ventajas de privacidad que ofrece con respecto a otros sensores, como el GPS o información de las torres celulares. Singapur fue el primer país del mundo en utilizar el Bluetooth para hacer el trazado de contactos durante la pandemia de COVID-19 con su app llamada Trace Together, desarrollada por la Agencia de Tecnología del Gobierno y puesta en funcionamiento el 20 de marzo de 2020. Meses más tarde, encontramos decenas de ejemplos de apps desarrolladas por entidades gubernamentales en muchos casos en colaboración con instituciones académicas.
Además del uso de Bluetooth, hay distintas arquitecturas posibles para estas apps. En Europa, hemos debatido ampliamente las opciones centralizadas vs descentralizadas. Finalmente, la mayoría de los países europeos, incluyendo el nuestro, han adoptado un modelo descentralizado para la app por ofrecer, en teoría, mayores garantías de privacidad de la ciudadanía. Para asegurar la interoperabilidad entre los dispositivos Android y los iPhone, tanto Google como Apple han desarrollado un interfaz llamado el interfaz GAEN (Google Apple Exposure Notification) o interfaz de notificación de exposición, que permite a los smartphones intercambiar información, en principio encriptada y preservando la privacidad de las personas, cuando se produce un contacto cercano, independientemente del sistema operativo de su teléfono móvil.
La utilidad que pueden tener la apps en la lucha contra el Covid-19 es indudable, pero deberían abordarse algunas limitaciones existentes en las apps de trazado de contactos para poder realizar tal potencial. Destacaría cuatro:
- El reto de la adopción (tanto penetración —cuántas personas las usan— como cobertura geográfica, demográfica y socioeconómica, con el riesgo de que las brechas demográficas y socioeconómicas preexistentes se perpetúen o incluso magnifiquen). Además, hay que asegurarse que las apps son inclusivas y accesibles.
- Las limitaciones inherentes del Bluetooth (como son la interferencia con otros dispositivos, la sensibilidad al entorno, la falta de información de contexto —por ejemplo, si las personas llevan mascarilla o no—, si es interior vs exterior, si hay mampara protectora, etcétera) que pueden dar lugar a falsos positivos (es decir, contactos cercanos detectados por la app que no lo son) y falsos negativos (es decir, contactos cercanos que no son detectados por la app, incluso en personas que puedan tenerla instalada).
- La invasión de la privacidad, sobre todo en teléfonos Android que necesitan tener habilitados los servicios de localización de Google y usan Google Play Services, que envía cada 20 minutos datos personales a los servidores de Google.
- La falta de evidencia, por el momento, de la eficacia de las apps para ayudar en el trazado de contactos, con las dificultades para medirla asociadas al uso de un modelo descentralizado.
Sabemos que para conseguir alta adopción de cualquier tecnología, ha de existir confianza en la misma y para que haya confianza han de cumplirse tres condiciones: (a) la competencia, es decir, en este caso que la app sea eficaz en la detección de los contactos cercanos, y solo los contactos cercanos; (b) la fiabilidad, es decir, la competencia sostenida en el tiempo; y (c) la honestidad y transparencia, con respecto al código de la app –que por cierto en España no es código abierto todavía— y del interfaz de Google/Apple que las app utilizan; a la potencial invasión de privacidad de las personas; o a la efectividad de la app para la detección de contactos cercanos. Desgraciadamente, ahora mismo, no se cumplen ninguno de los tres pilares necesarios para crear confianza.
No debemos olvidar que un trazado de contactos efectivo depende de la existencia de ciertas infraestructuras, más allá de personal y apps"
Además, para que este tipo de apps sean útiles, no solo deben detectar con precisión el máximo número posible (idealmente todos), los contactos cercanos —y el mínimo número posible de contactos no cercanos— sino que también tienen que ser capaces de transmitir a las personas que han tenido contacto cercano —de manera empática y persuasiva al mismo tiempo— la necesidad de que contacten con su médico, para estimar su riesgo de contagio, hacerse un test (suponiendo que hay disponibilidad de test) si fuese necesario y asumir las consecuencias, es decir, aislarse.
Porque no debemos olvidar que un trazado de contactos efectivo depende de la existencia de ciertas infraestructuras y capacidades, más allá de los recursos humanos y las apps necesarios para detectar y entrevistar a cada caso positivo.
Los equipos de rastreadores de contactos deben contar con herramientas digitales modernas para captar y analizar la información del trazado de manera rápida y eficaz. Se necesita capacidad para hacer tests con rapidez a potencialmente un gran número de casos sospechosos.
Y, es preciso disponer de infraestructuras para que los contactos cercanos de los casos positivos puedan aislarse. Desgraciadamente, según la encuesta ciudadana covid19impactsurvey.org, casi un 50% de los más de 250.000 participantes en España reportan no poderse poner en cuarentena, si fuese necesario, por diversos motivos. El cuidado de otras personas (hijos y personas mayores) es el de mayor peso, seguido de factores psicológicos (incapacidad de confinarse dos semanas y/o miedo a la estigmatización, que se ha duplicado desde el comienzo de la pandemia) y de factores laboral-económicos (imposibilidad de no trabajar durante dos semanas y miedo a perder el trabajo).
Además, a diferencia de marzo, hoy tenemos información valiosísima sobre la naturaleza de los brotes y las cadenas de transmisión. De hecho, según datos oficiales, el 80% de los brotes no superan los 10 contagios, la inmensa mayoría son conocidos de las personas infectadas. El 42% de los brotes son de origen social, vinculados con reuniones familiares, fiestas particulares y lugares de ocio. Un 20% son de origen laboral y finalmente se encuentran los brotes mixtos (16%) de origen familiar que se desplazan a otros entornos. A lo que habría que agregar brotes en geriátricos y residencias de personas mayores. Este conocimiento debería ser un elemento clave para guiar las prioridades tanto en el trazado de contactos como en las medidas de contención de la pandemia de Covid-19.
El Covid-19 demuestra algo que ya sabíamos: los problemas de salud pública no dependen solo del sistema sanitario, sino que implican a toda la sociedad y las soluciones no pueden ser simples: requieren una aproximación holística, no solo del trazado de contactos, sino en sentido más amplio, de la gestión de la pandemia.
Ante la magnitud del problema en términos de dificultad, complejidad, costes y necesidad de colaboración de los afectados, lo único que nos permitirá aterrizar la necesaria aproximación holística es reforzar la gobernanza basada en la colaboración real y leal de los distintos niveles políticos, administraciones nacionales, regionales y locales, junto con actores del sector privado y la sociedad civil.
Hay que poner en marcha herramientas y procesos tecnológicos, sanitarios y sociales entrelazados, coordinados y buscando sinergias. La contextualización y complementariedad de las distintas herramientas —incluyendo la tecnología— que usemos en la lucha contra el coronavirus son fundamentales. Hemos de reconocer y aceptar que hacemos frente a una pandemia que se va a mantener durante meses y con la que por fuerza tenemos que convivir de manera sostenible (psicológica, económica, medioambiental y socialmente).
Este planteamiento holístico conlleva no solo el desarrollo de una visión clara y en colaboración con los distintos agentes sino de manera más importante la ejecución urgente de la misma, incluyendo los siguientes tres aspectos clave que forman un círculo virtuoso:
- La disponibilidad de indicadores específicos y de datos de calidad, captados, actualizados y compartidos de manera sistemática y regular, que nos permitan hacer un diagnóstico de dónde estamos, analizar las causas, determinar lo que ha funcionado y lo que no ha funcionado, y modelar hacia dónde vamos, posibilitando la toma de decisiones basadas en la evidencia y el conocimiento, incluyendo la decisión sobre el uso o no de una app para el trazado de contactos.
- La inversión en los medios humanos —personal sanitario y social, rastreadores, profesores, investigadores…— necesarios para la magnitud del reto, que además cuenten con la información, infraestructuras y tecnologías necesarias para poder realizar su trabajo de manera eficaz.
- El despliegue de políticas públicas y procesos específicos para abordar debilidades del sistema, incluyendo programas para facilitar la cuarentena (por ejemplo, baja médica pagada inmediata, pack de comida y productos de necesidad básica, cuidadores para niños o adultos que los necesiten, lugares donde poder aislarse si no es posible en el hogar, garantías de no perder el trabajo, apoyo psicológico, etc); campañas de comunicación para fomentar una cultura en la que las personas no se relacionen con otras si tienen la mínima sospecha de poder estar infectados con coronavirus; protocolos para proteger a los colectivos más vulnerables; normativas para minimizar el riesgo de contagio en lugares y actividades proclives a brotes (más ejemplos, plantas de procesamiento de alimentos, discotecas, celebraciones familiares,…) y un conjunto de acciones específicas para niños, adolescentes y jóvenes, que no podemos olvidar, son lo que están sufriendo con mayor intensidad la carga emocional de la pandemia.
Recordemos que cada uno de nosotros, con nuestro comportamiento responsable o irresponsable, somos quienes contribuimos a que el coronavirus se propague. Radar COVID, en realidad, somos todos. Trabajemos juntos, personas y tecnología, sociedad civil, empresas y administraciones, en la lucha contra el virus. La unión, sin duda, es lo que nos da la fuerza.
Nuria Oliver, doctorada en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y experta en inteligencia artificial (IA).
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